Opinión

AnalisisDon Hernando de Lerma

Por Carlos Saravia Day

Aunque nada se sabe de su vida en España, despliega su acción en las postrimerías del Siglo XVI.

Splenger, autor de la “Decadencia de Occidente”, dice de “Carlos V a Felipe IV, Europa vivió el siglo español en materia de religión, intelecto, arte, política y costumbres, un imperio sobreextendido encaminado al desastre, creando de todas maneras en la corrupción y la decadencia el punto más alto de la creatividad artística”.

Fue el poeta Quevedo, quién dolorosamente rima la decadencia española:

Ambición infinita disfrazada,

Con hipócrita y vil correspondencia

El odio y la venganza está en su punto

Juntas engendraron y no paren nada

Viuda la rectitud y no la apariencia

ESTE ES NUESTRO SIGLO FIEL TRASUNTO.

Empezaba a ponerse el sol en el Imperio de Carlos V, que por su extensión, después de gastar su energía en guerras absurdas, en corrupción de la corte, es cuando más arrecia la figura del pícaro (de la que es su hijuela nuestra viveza criolla).Se encendían hogueras inquisitoriales con humo olor a chamusquina mientras el oro y la plata de América pasaban derecho a Inglaterra y los Países Bajos.

A Hernando de Lerma le toó vivir esa época de paradoja, donde promiscuaban las mejores letras y pinturas junto a validos, picaros y “frailes solicitantes” que hacían del confesionario un arma de seducción amorosa. Mientras soldados y capitanes de los famosos tercios de la infantería española hacían de las suyas en Italia y Flandes. Otros venían a América, como nuestro fundador.

El conquistador venía tras la gloria, y la gloría suprema era la acción. El conquistador y quienes lo acompañaban eran hombres de acción que dejaron la pluma a los poetas, para clavar la pica en Flandes y desnudar sin pudor la espada de América.

A la especulación intelectual el español de ese tiempo le opuso el heroísmo, aumentando hasta la crueldad en el caso de Lerma.

El arquetipo del español hasta esa época era el hidalgo inmortalizado en la pintura de El Greco como “El caballero de la mano en el pecho”, sustituido por el aventurero.

El caballero de la mano en el pecho - Wikipedia, la enciclopedia libre

El monumento lo representa a Lerma de a pie, quizás haciendo gala de la infantería española que dominaba Europa. Tiene del preciado hidalgo el empaque feudal de la actitud altanera. Viste jubón, gorguera y amplios gregüescos, calza desmesuradas espuelas jerezanas inútiles en el hombre a pie y lleva la valona volteada sobre el hombro. Pero la mirada inexorable apunta a la espada que para el conquistador era todo. Espada que amenazante marca un trazo imaginario de jurisdicción y dominio, como diciendo aquí estoy yo, o como aquel personaje de “Las mocedades del Cid” que en sus últimas palabras exhalaba “Muera yo, viva mi fama”.

Dn. Hernando de Lerma - Fundador de Salta

Representada en la escultura la figura del fundador toma la esencia del arte espacial: la emoción de la inmovilidad. Solo lo acabado y perfecto está inmóvil. Lo opuesto a la inmovilidad es lo dinámico, que es cuando el personaje abandona su pose eternal para desandar su vida contingente y transitoria, lo que lo convierte en personaje histórico, con lo hecho y deshecho por su actos y acciones, con luces y sombras lo que nos muestra una realidad asombrosa: zorro, cínico, práctico y cruel, típico personaje renacentista al que Maquiavelo podría haber intercambiado con Cesar Borgia.

No entraremos a analizar con detenciones el gobierno de Lerma, su prisión, enjuiciamiento y muerte en España, porque son varios los autores que lo han tratado como Cárcano, Levillier, Grousacc y Miguel Solá. Recordemos no obstante, de paso, que el gobierno de Lerma como se llamaba y firmaba, se caracterizó por su “falta de justicia”, dice Levillier y agrega abundan los casos de violenta arbitrariedad. La administración de Lerma “fue terrible”; Lerma fue de “frenético de rencor”.

Ha sido Lerma el primer gobernador, dice Levillier, que osase legar lisa y llanamente su apellido a un pueblo. Lerma a secas la llama en el acta de erección. De inmediato comenzó a denominarse Salta, para no pronunciar la palabra Lerma.

Fue el nuevo gobernador Ramírez de Velazco quién le abrió juicio de residencia y se ordenó su prisión en la cárcel de Madrid.

Se desconocen los términos de la sentencia final y los últimos días de Lerma, pero se presume que ocurrió allí su “muerte miserable” a la que alude P. Lizarraga.

“Pude investigar como hecho cierto, dice el historiador Atilio Cornejo, que Hernando de Lerma estuvo en el Perú y de allí pasó a España, regresando con el nombramiento de gobernador del Tucumán”.

Destaca también que el licenciado Ramírez de Cartagena había escrito desde los reyes hasta el presidente del Concejo de Indias, diciéndoles “En esta armada van dos mozos licenciados, que se llaman Lerma y Estrada que no sé si lo son, sé que se llaman y no lo parecen”.

Continua diciendo Cornejo “En cuanto que haya obtenido el título de licenciado en la universidad de Lima, habría que descartarlo, pues no figura en las listas de egresados”.

Bien pudo ocurrir lo que se dijo: “solo se hiciera llamar como tal, como ocurre ahora con muchos doctores”. Se ve que es maña vieja como el Ingeniero Blumberg y el doctor Ulloa se hicieron llamara entre nosotros).

“Hernando de Lerma no procedía de la ciudad de Lerma, de donde procedían otros personajes del mismo apellido. El hermano de Lerma fue Antonio de Miravál, su maese de campo, que lo acompañó a la fundación de Salta. Ignoramos el apellido de su madre y de su padre” dice Atilio Cornejo.

Si Quevedo poetizó la época de la decadencia, no se olvidó de satirizar sus personajes. Entre las poesías burlescas tiene una dedicada al Dr. Don Juan Pérez de Montalván, que parece dedicada al licenciado Don Hernando de Lerma “graduado en no sé dónde, en lo que no se sabe ni él lo sabe”:

Al doctor tú te lo pones

Al Montalván no lo tienes

Con quitándote el Don

Vienes a quedar Juan Pérez.

Frente a frente en dos monumentos están don Hernando de Lerma y dos grifos de bronce que custodian rugientes la entrada al edificio de la legislatura.

Adentro de esa casa, en el recinto, el timbre intermitente llama a sesionar, después de muchas idas y vueltas el secretario legislativo comienza con la lectura del acta del orden del día, lo hace con voz monótona y ritual que se eleva como canto gregoriano a la hora del ángelus en el atardecer. La tarde bosteza.

 

Esta nota forma parte del libro de Carlos Saravia Day, “Notas desparejas” publicado en el año 2009.

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