Opinión

AnalisisLa corrupción del lenguaje

Por Carlos Saravia Day

Cuando un individuo sin detenerse a indagar lo que las palabras son ineludiblemente, se sirve de ellas según su antojo y hasta se lisonjea de darle un inaudito valor representativo, entonces las palabras dejan de ser lo que son, sustantivos, verbos y adverbios y degeneran en interjecciones sin sentido. La palabra deja de ser pintura del pensamiento y se convierte en mero flato de la voz.

Hoy el presidente usa la palabra “casta”, para ampliar la brecha lexicográfica con otras palabras que son evocadas con gesticulaciones, desdenes, ademanes, rabia, rencor, frenesí e iracundia y adopta la política del búfalo que agacha el pescuezo y ciego embiste.

La misma milenaria de los maniqueos que solo sabían del bien y el mal.

Quedó demostrado que gobernar es apoyarse en fuerza sociales, por muchos que sean los partidarios de un gobernante las encuestadoras se equivocan en interpretar sus sondeos de opinión y son más los opositores.

Lo importante es lograr la adhesión de los enemigos que es lo que se llama respeto que habla por sí solo y para ello es imprescindible un mínimo de seriedad en las palabras.

Venimos del gobierno peronista de Cristina Kirchner con su lenguaje “inclusivo, de prosodia manca y sintaxis cojitranca.

Pasamos a un “lenguaje” abarcativo, la palabra “casta” abarca todos los males y de paso descalifica a propios y ajenos. No hace más que recordar a los antiguos maniqueos en su infatigable lucha entre el bien y el mal.

La política corrompe a veces, pero el idioma siempre es corrompido por la política.

 

 

 

 

 

 

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