Por Carlos Saravia Day
Tres nombres tenían los romanos: el nombre de lo que es hoy en día el de la pila bautismal; el apellido y como en la actualidad, lo que se conoce como apodo o sobrenombre.
Papirio completaba su nombre con el apodo “pretextato” y la historia de este nombre la comenta Marco Catón.
Dice que todavía niño, Papirio había acompañado al senado a su padre prometiendo a este no hablar con nadie lo allí escuchado. A su regreso la madre lo interrogó acerca de las deliberaciones, pero Papirio para guardar fielmente el secreto inventó una graciosa mentira.
Los senadores habían discutido acerca de la poligamia dialogando qué sería mejor para la Republica si dar dos mujeres a un marido o dos maridos a una mujer. A la mañana siguiente acudió un numeroso grupo de mujeres pidiendo que se diera dos maridos a una mujer.
Enterado el senado de la noticia y de la ejemplar conducta del joven Papirio que todavía vestía la toga pretexta, toga de los muchachos, resolvieron darle el apodo de “pretextato” y desde entonces la mentira de noble motivo se conoce como “pretexto”.
Los senadores argentinos cambiaron la toga viril para vestir la toga pretexta, pero no encuentran el pretexto para justificar el desmesurado aumento de la dieta.
No hay sofista ni retorico que pueda hacerlo, solamente un niño: “pretextato”.
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