Opinión

AnálisisTodo comenzó en Babel, cuando Dios confundió a las lenguas

Antonio de Nebrija

Por Carlos Saravia Day

Cada palabra tiene su inmutable substancia que no se doblega al arbitrio de quién la emplea inadecuadamente.

Toda palabra aislada expresa una ideación que resulta vano afanarse en permutar. Son cristalizaciones de ideas o afectos. Si alguien se sirve de la palabra según su antojo, la palabra deja de ser lo que es: adjetivos, sustantivos, verbos y adverbios, “Vocis Flatus” como diría la culta latiniparla o voces al pedo hablando en criollo, de ahí el hombre tendrá que hacer la del mono, que no habla porque no tiene nada que decir.

La palabra, pintura del pensamiento, debe ser correcta y justa.

Ya Aristóteles observó que la polémica de ideas proviene de una ininteligencia de palabras que cada polemista se ofusca en darle un contenido personal por lo que es necesario elevar el nivel de la polémica a las reglas de caballerosidad de un duelo.

El caballero de la mano en el pecho, de El Greco - YouTube
El caballero de la mano en el pecho, de El Greco

En 1492 Antonio de Nebrija crea la primera gramática, fue el mejor regalo que nos hizo Isabel la Católica cuando le encomendó la tarea al polígrafo español.

Hoy el presidente se subleva contra Nebrija y el idioma dando uso a las palabras a su real gana, prerrogativa que no usó la reina Isabel, sobre todo a los denostativos y nos retorna al tiempo del balbuceo, cuando en Babel Dios confundió las lenguas y asienta su emoción dramática en la blasfemia.

La blasfemia es el afán de aniquilación que necesita resucitar permanentemente a la víctima para complacerse de nuevo en yugularla como método de administrar la lucha, siendo el pie en el truco de la política.

Es tarea perentoria separar el truco (manual de la viveza criolla) de la política (según Aristóteles la palabra más noble), que hoy en virtual cambalache promiscuan en los barrios bajos del diccionario y que sirve de chivo expiatorio de nuestros males y engloba en la palabra “casta” dicterios, invectivas y denuestos a propios y extraños.

No significa condenar los argentinismos muchas veces necesarios por su rigor expresivo que han sido incorporados a la academia de la lengua, por ejemplo “Tilingo”: el tilingo es el opa activo, que en su tontería dinámica se distingue de los demás tontos generalmente pasivos y opacos.

Otros como macaneador o caradura para significar frescura y desparpajo, es inútil tratar de evitarlo oponiéndose a su inclusión por la incesante dinámica del idioma.

Se puede proponer la inclusión del neologismo “casta” con uso indeterminado que es como decir “como guante a la mano”.

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