Fincas San Miguel y Las PailasEn Cachi urgen respuestas de la Justicia por tierras usurpadas

Finca San Miguel y Las Pailas sufren usurpaciones desde hace años. Con voluminosos expedientes los dueños reclaman definiciones judiciales.

Mientras los asentamientos ilegales y los casos de usurpación tuvieron un punto de inflexión a nivel nacional con los desalojos de Guernica y de la finca de la familia Etchevehere en Entre Ríos, en Salta se van sumando reclamos para que la Justicia adopte determinaciones en ese sentido.

El caso emblemático es el de los usurpadores en el asentamiento de Parque La Vega, quienes se mantienen en el lugar desde hace más de 150 días. En otros puntos de la provincia, fomentados por la tendencia usurpadora de sectores políticos que cuentan con el respaldo del Gobierno nacional, hubo intentos y avances sobre la propiedad privada de grupos que dicen representar a pueblos originarios.

En otros casos, como en Cachi, las usurpaciones que ya se produjeron hace años encontraron en las recientes circunstancias el campo prolífico para consolidar el delito, avanzar sobre los terrenos y ampliar construcciones con cortadas de adobe. Eso es lo que ocurre por ejemplo en Finca San Miguel, Cachi Adentro, donde su propietario, Carlos Robles, espera una resolución judicial al abultado expediente que inició en 2010 cuando un grupo de personas ingresó a su propiedad bajo el argumento de pueblos originarios y asesorada «por gente que vino de Buenos Aires», según relató Robles.

«Como parte de la estrategia de usurpación colocaron una biblioteca popular, que hoy es lugar de permanentes conflictos, sobre todo por las fiestas que organizan en el lugar donde siempre hay problemas con la ingesta alcohólica y hasta denuncias de violencia de género», aseguró.

Las tierras en cuestión suman cerca de 70 hectáreas, todas bajo riego y destinadas a uvas para vinos de altura. El lugar se encuentra a 2.700 metros sobre el nivel del mar.

Sobre la usurpación, Robles sostuvo que todos los requerimientos y las denuncias se vienen agregando al voluminoso expediente desde hace muchos años. «Ahora con todo este problema nacional tomaron impulso en mi finca y hasta están cortando adobes para seguir levantando casas. La Justicia no hace nada», lamentó Robles.

Según consta en las denuncias de Robles, los usurpadores no son más de 10, pero siempre consiguen apoyo de gente que ni siquiera es de Cachi, que llega de Buenos Aires y que moviliza al resto. «Allí aprovechan aquellos que ya tienen propiedades y siguen tomando tierras. Es una mecánica que se repite», aseguró.

Robles insiste en este dato: los usurpadores cuentan con propiedades y figuran en escrituras que están dentro del expediente judicial.

En estos momentos esta gente está usufructuando las 70 hectáreas bajo riego. «Esto es un robo; ellos son propietarios pero se meten en mi propiedad. Son atrevidos porque nunca respetaron nada y cuentan con el respaldo político. Hace unos años la Policía estaba lista para retirarlos, pero apareció gente de las organizaciones de derechos humanos y pararon todo. En ese momento los usurpadores se hicieron más fuertes avanzaron con más tierras y hasta empezaron nuevas construcciones con cortes de adobe», indicó.

Se repite la mecánica de usurpación

Otro caso en Cachi es el que ocurre en una fracción de Finca Las Pailas, donde unas 40 hectáreas son ocupadas ilegalmente desde 2010 por grupos que se hicieron pasar por originarios, según cuenta Florencia Wayar. La mecánica es similar a la que contó Robles: llegó gente de Buenos Aires y comenzaron a hacer reuniones en el pueblo. Mucha gente admitió el legítimo acuerdo de arriendo con los dueños para trabajar esas tierras y siguió adelante, pero hubo otros que se quedaron con el argumento que trajeron de Buenos Aries y se declararon comunidad y no pagaron desde entonces, pero el problemas es que siguieron avanzando sobre la propiedad y hoy ya ocupan varias hectáreas ante la mirada impotente de sus dueños.
Florencia Wayar recuerda: “La gente de Buenos Aire creó la Comunidad Diaguita de Las Pailas. Pusieron al frente a una mujer que se hacía llamar “Mamushka. Tuvieron muchos problemas internos hasta que mandaron a otra persona que se hizo denominar cacique de esa comunidad”, sostuvo.

  Un escribano toma nota de los daños en la finca

“Tierras sagradas”, pero negociables

La gente que es propietaria en finca Las Pailas vive amenazada porque siguen avanzando en la propiedad y alambrando más terrenos.
Florencia Wayar advierte que, para avanzar, los usurpadores invocan que son “tierras sagradas”, pero se sabe las están negociando con los abogados de Buenos Aries que los asesoran.
Lo peor de todo es que adentro de la fracción de la finca hay gente propietaria que con mucho esfuerzo fue comprando 2 o 3 hectáreas que las usan para el cultivo y que ahora también se ven amenazadas por esta gente que ahora reclama como propia y como tierra ancestral unas 20 mil hectáreas. “Esto es una locura total”, expresó Florencia Wayar.

“Es fundamental darle el valor a la propiedad privada y respetarla. Y no permitir que cualquier usurpador se haga pasar por comunidad y se adueñe de lo ajeno . Más aún que no pague ningún impuesto y que no tenga que rendir cuentas a nadie y saque provecho individual de un delito. Esto es lo que está sucediendo en los Valles. Con solo autoproclamarse como estado independiente, pueden tomar lo que quieran y amenazar a quien quieran sin ningún castigo”.
Florencia recordó que hace unos años se metieron en la finca y le prendieron fuego a un sector. Un escribano tomó nota de los daños y el caso fue llevado a Justicia que los declaró culpables pero aún así no fueron desalojados.
“Qué será de nuestra República si esto continua así. Qué será de los pobres vallistos que con mucho sacrificio compraron sus tierras y hoy están amenazados por delincuentes autoproclamados dueños. Y no hablo solo de mi caso, hablo de aquellas personas honestas que viven de sus tierras compradas con sacrificio y hoy están a expensas de que cualquiera se las arrebate. Pedimos que se respeten nuestros derechos como argentinos que somos y queremos vivir en paz social, como se vivía antes de que aparecieran estas pseudocomunidades con intereses individuales”.