Opinión

AnálisisEducación: en defensa de la Ley 1420

Por Carlos Saravia Day

Hablo en defensa de la Ley 1420 de la que fuera principal impulsor el doctor Eduardo Wilde, salteño, quién fue Ministro de Educación y Justicia del Presidente Roca, más conocida como la Ley de educación laica, en realidad su nombre verdadero “Ley de educación primaria gratuita y obligatoria”.

Wilde era médico, higienista( instaló la primera red cloacal), político destacado, también literato de renombre en su generación y se doctoró con una tesis original, casi una ironía para su época sobre “El hipo”.

Wilde era lo que se dice “un estadista», un especialista en generalidades, legitima hijuela de Sarmiento.

Veníamos del tiempo de Rosas, donde, entre otras cosas, se exigía profesión de fe, católica, apostólica y romana y firme adhesión a la Confederación. Por ley, la vigilancia del cumplimiento de las disposiciones educativas estaba a cargo del jefe de policía (la educación quedaba reducida a una cuestión policial).

Hoy el Señor Benegas Lynch, mentor ideológico del presidente Milei, reniega de la obligación que tiene el Estado de legislar sobre educación.

Una nación cometería un acto de suicidio si siendo república, por ejemplo, consintiese en sus escuelas la enseñanza de la tiranía, la monarquía o la teocracia.

La ley dice “La educación debe ser obligatoria y ha de ser gratuita”.

Si no fuese obligatorio el deber de la educación, existiría al lado el derecho a la ignorancia y esto es, más que contradicción, un absurdo.

Si una Nación tiene la obligación de educar, no puede existir en parte alguna el derecho a ser ignorante.

Su consecuencia natural es otro principio, la educación debe ser gratuita, porque la educación obligatoria supone como condición la escuela sin costo alguno para que el niño vaya a la escuela.

De allí no se deduce que la ley quiera establecer la escuela exclusivamente oficial.

La obligación escolar respeta la libertad natural de los padres, donde tiene el derecho y el deber de ser el primer maestro.

La ley sufrió vicisitudes históricas, durante el primer gobierno de Perón, se introdujo la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Volvíamos a los tiempos de la alianza del altar y el estado. Solo faltaba poner el control de su cumplimiento a cargo del jefe de policía como en los tiempos de Rosas.

Poco duró la alianza entre el altar y el gobierno.

Muchas iglesias fueron incendiadas, hay viento y cenizas en el viento dice Borges. Junto a las cenizas de las iglesias permanece el recuerdo de las cenizas de los libros de las bibliotecas del Partido Socialista y del Jockey Club.

Amor con amor se paga.

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