Opinión

AnálisisUn león de plazoleta

Javier Milei

Por Carlos Saravia Day

“Un libertario en el supermercado del esperpento” es el título de una columna del periodista Jorge Fernández Díaz en el diario La Nación. Más breve y elocuente: “Un león de plazoleta”.

Milei tenía un perro que murió en sus brazos y su hermana sería el “médium” con y en base a eso tomar decisiones importantes. Metempsicosis extraña, Mestagogo febricente, también aseguró tener conversaciones con el mismísimo Dios, confundiendo voces con ecos y ladridos de perros con rugidos de león.

Lopez Rega, al que el general llamaba cariñosamente Lopecito era su secretario y después ministro de Isabel Martínez de Perón, también velaba en sueño de Perón y lo protegía de espíritus malignos y entre otras actividades menos descansadas y convertido en señor de horca y cuchillo dirigía la Triple AAA, organización terrorista paraestatal.

Si los griegos desde Hipócrates, padre de la medicina, descubriera los cuatro temperamentos que habitan en los hombres y forman su personalidad, Milei sin duda alguna adscribe al temperamento colérico: multiplica enemigos, llama traidores a extraños y a algunos propios, habilita la venta de órganos, se propone dinamitar el Banco Central como así también la venta de candidaturas y con esto evoca uno de los momentos de mayor dolor y vergüenza de la catolicidad conocida como la “querella de las investiduras” donde se vendían los capelos cardenalicios como en tiendas de saldos y retazos y ahora pretende hacerlo con las candidaturas.

El esperpento es un género literario de farsa que don Ramón María del Valle Inclán, gran escritor de la generación del ´98: Farsa y desmesura caracterizan a sus personajes. Eran representaciones que se hacían en el retablo jovial de esperpénticas marionetas. En la Argentina es el caso de los hermanos Podestá que representaban con éxito Juan Moreira, el más caracterizado personaje: “el gaucho alzado” fuera de la ley.

En Salta ya no fue la carpa trashumante, sino el teatro de títeres en un retablo jovial en la plaza principal y daban vida a sus personajes Jaime Dávalos y Manuel Castilla a sus trabajos con dedos diligentes.

Se diría y con razón, que la primera condición para asistir a una representación teatral es suspender la realidad y el juicio de manera transitoria y vivir otra realidad que no es el mundanal ruido sino el de la caverna de Platón con sus reflejos.

Con la narrativa agotada por el gobierno, la propuesta de Milei es sustituirla con el teatro de títeres que el maneja personalmente ya su antojo sin equipo y sin partido político, nos hace más recordar a los chamanes inquietantes con su misticismo instintivo y ridículo.

Rasputín no tenía ninguna teoría, la teoría era el, Milei tampoco.

La idea de la magia ha subido, a ello contribuyen esas doctrinas ambiguas orientales medio espiritistas que, a pesar de sus nombres modernos, son restos de la magia. En eso se basa el chamanismo de todos los colores y olores.

La política es arte y ciencia a la vez y no espiritismo. Significa tener en claro que hacer con la Nación desde el Estado.

 

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