Opinión

AnalisisEl resentimiento

Por Carlos Saravia Day

NDLR: El presente texto forma parte del libro Notas Desparejas de Carlos Saravia Day, publicado en el año 2009. La aparición por estos  días de acontecimientos políticos en la cúspide del Gobierno argentino, remiten a este lúcido análisis. Esto nos lleva a rescatarlo y publicarlo, dada la notable vigencia del mismo, a pesar del paso de algunos años. Recuerda esto último, el concepto circular de la historia o los acontecimientos esgrimido por Nietzsche en la  teoría del eterno retorno .

El expresidente Duhalde trae a cita, en una carta pública, el recuerdo del general franquista Millán de Astray, que en plena guerra civil española, entró prepotente al claustro salmantino del que don Miguel de Unamuno era rector y gritó «Viva la muerte» y «Muera la inteligencia», a lo que el ilustre vasco le replicó «Venceréis pero no convenceréis». Al rector se lo reconoce como uno de los pensadores mas elevados del siglo XX, en tanto al general se lo recuerda por el apóstrofe unamunesco de «general desarbolado», que el propio Unamuno le impusiera, aludiendo a las mutilaciones de su cuerpo incluyendo su tuertera. Todo decía de un mutilado de cuerpo y alma.

Duhalde compara en su carta pública la mutilación del general desarbolado, con la que sufre el cuerpo social y político argentino y lo renueva con el lenguaje sermonero y enfático que lo caracteriza. Atribuye a la gestión testaruda y pugnaz, causada por la bicéfala gestión presidencial y sus dóciles corifeos, que es donde identifica las causas de los males, y la exlica por el impulso autodestructivo y el instinto de muerte que no es una inclinación pasajera según sostiene el político justicialista.

Con este argumento, que todos conocemos y damos por sentado, la índole del hombre poco a cambiado; ya lo decía Bayle: «El hombre es un animal Incorregible (término después usado por Borges para definir a los peronistas), y agrega: tan malo ahora como en los primero siglos». Antes lo anunciaba Plauto: el hombre es lobo para el hombre, y lo repetía Hobbes, el tratadista político inglés del siglo XVII. Reconozcámoslo y adelante, que nada nuevo se ha dicho.

En el caso de la entonces pareja presidencial, Néstor y Cristina Kirchner, que la heráldica republicana reproduce como un águila de dos cabezas, la necedad, o si se prefiere, hasta la fatiga colectiva, a la que todos nos vimos sometidos.

Explicar tal actitud por el instinto de muerte, como intenta hacerlo en principio, es una versión simplista. Cuando califica de «falta de grandeza», alude a la causa escondida y velada, a quien el propio Duhalde supo poner con su dedo el velo que ahora cae y muestra su rostro definitivo.

«Entre los pecados capitales, no figura el resentimiento, y es el más grave de todos;  más que la ira, más que la soberbia», decía Miguel de Unamuno, a quien el propio Duhalde cita.

El vicio está en el origen y cuando Duhalde detiene su dedo índice en Kirchner, después de pasearlo inquieto por Reutemann, De la Sota y algún otro de cuyo nombre no puedo acordarme por que no lo sé y porque su hacedor y padrino ha asumido silencio de cartujo escarmentado. El agraciado final del dedo índice fue Kirchner, elegido por exclusión o descarte, lo que vulgarmente se dice, fue el último orejón del tarro.

Kirchner, quedó entonces «dolorido» o «sentido», y este sentimiento de inferioridad y desdén, se alojó definitivo como suele ocurrir, en los últimos pliegues de su conciencia. Sentimiento de preterición, que se da en llamar resentimiento, que duerme su siesta eternal a la espera del estímulo que lo despierta. Este sentimiento que se ha incorporado y retenido en nuestra conciencia, no es otro que el llamado resentimiento.

«La agresión que surge del resentido incuba y fermenta su acritud y acaba siendo la rectora de nuestra conducta y de nuestras menores reacciones» (Marañon, «Tiberio Historia de un Resentimiento»). En ese ensayo, el célebre médico y polígrafo español agrega: «El resentido, es siempre una persona sin generosidad; sin duda la pasión opuesta al resentimiento es la generosidad, a la que asocia la capacidad del perdón y olvido. Debe anotarse que el resentimiento se parece mucho a la envidia y al odio, pero es diferente de los dos; estos últimos son de proyección estrictamente individual, en tanto el resentimiento tiene mucho de impersonal, de social», agrega Marañon.

En consecuencia, el resentido reniega contra el destino y en el caso de Kirchner, contra la falta de reconocimiento social, que a su entender debiera ser más extenso y acumulativo. Es lo que hoy se llama construcción de poder, para luego administrarlo a voluntad, invocando a la siempre presente «Razón de Estado» para prolongar así «el estado de necesidad» que se compadece con cualquier ocurrencia, menos con la ley.

En cambio, si se compadece, una vez que se construye el poder, con la nueva fortaleza que el mando dispensa, aunque el origen del poder sea flaco y advenedizo (es útil recordar que Kirchner fue designado por Duhalde y elegido por el 22% de los votos). Una vez consolidado el poder, estalla tardíamente la venganza, disfrazada hasta entonces de agradecida resignación.

La falta de grandeza, se traduce en desagradecimiento, y a la figura de su benefactor y padrino, la convierte en la del padrino del guión cinematográfico de Francis Ford Coppola.

Hay una frase de Robespierre, el violento puritano de la Revolución Francesa, y quizás el mayor resentido político de todos los tiempos, que confiesa: «Sentí desde muy temprano la penosa esclavitud del agradecimiento». Cuando se hace un favor a un resentido, quien lo hace no advierte que su nombre de inmediato se aloja en el subsuelo de la memoria incordial del resentido.

Al igual que Tiberio, el emperador romano en tiempo de Jesús, en quien el resentimiento se encendió cuando Augusto en principio le negó el acceso al poder, para dispensarlo después de ensayar con dos candidatos; Duhalde hizo con Kirchner lo mismo. Ambos casos, como en las «Vidas paralelas» de Pluatrco, son la historia de un resentimiento.

El motivo del resentimiento es causa dominante en las tragedias de Shakespeare, en especial el matrimonio Macbeth, y también en la literatura del ruso Dostoievski.

Sostiene Marañon que «El resentimiento por ser una pasión, es incurable y que su único remedio es la generosidad. El triunfo cuando llega al resentido, que debería curarlo, lejos de hacerlo lo exacerba y lejos de mejorarlo lo empeora. Porque el triunfo es para él como una consagración solemne de que estaba justificado su resentimiento y esta justificación aumenta su vieja acritud. Esta es otra de las razones de la violencia vengativa de los resentidos cuando alcanzan el poder; y de enorme importancia que, en consecuencia ha tenido esta pasión en la historia», Termina diciendo este médico de almas que fue Gregorio Marañon.

Al que le quepa el sayo, que se lo ponga.

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