Opinión

Análisis Alberto Fernández no puede congelar la interna y las balas kirchneristas arrecian contra Martín Guzmán

El espejismo político posterior a las Pascuas duró una semana. Andrés Larroque fue el encargado de evidenciar las diferencias. Y habla, sin dudas, en nombre de la vicepresidenta y La Cámpora.
La decisión de Alberto Fernández de pretender dejar congelada la interna con el kirchnerismo dibujó el espejismo político de una semana. Fue la posterior a las Pascuas, cuando la agenda judicial de Cristina Fernández abroqueló el discurso oficial. Aquel deshielo comenzó a percibirse ni bien la mala economía y la crisis social recuperaron la primera línea pública.

En el medio quedó aquella imagen contrastante en el yacimiento de Vaca Muerta, en Neuquén. El Presidente anunció la construcción de un gasoducto –aún no está adjudicada la obra civil- hasta una terminal en Buenos Aires rodeado algunos de sus enemigos íntimos. Axel Kicillof, el gobernador, Darío Martínez, el Secretario de Energía y Federico Basualdo, el subsecretario de Energía Eléctrica. Todos objetores de Martín Guzmán y su acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Un accidente climático pareció correr el telón de supuesta convivencia y anticipar lo que vendría: el viento patagónico y feroz envolvió de repente a los participantes.

La tormenta política, desde entonces, ha vuelto a sobrevolar al oficialismo. Los truenos se escucharon desde el lunes. La figura del ministro de Economía se convirtió de nuevo en eje de la disputa. Podría estar coincidiendo con una secuencia que auscultan el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censo) y consultoras privadas. ¿Qué indicaría esa secuencia? Que el índice de inflación de abril sería peor al estimado hace quince días. Después del golpe que representó el 6.7% de marzo. Usina del presunto alejamiento de Guzmán y de los cambios nunca concretados que iba a hacer el Presidente.

Por aquel entonces se habló de un 5.6% para abril. Registro elevado pero con más de un punto de caída respecto del mes anterior. Luego se acercó el cálculo al 6%. Según sea lo que acontezca esta última semana del mes, ese límite podría ser superado. Sin llegar al pico de marzo.

Se podría hacer un añadido. El FMI comunicó que deberá revisar la previsión de inflación del 48% establecido en el acuerdo con la Argentina. En cambio, el Director del Departamento Occidental, el brasileño Ilan Goldfajn, admitió que no habría espacio para cambiar otros objetivos del programa. Entre ellos, las metas del déficit fiscal y la necesidad de engrosar las reservas del Banco Central.

Guzmán estuvo el jueves y viernes pasado reunido con el staff del FMI. También con su titular, la búlgara Kristalina Georgieva. Al parecer no habría conseguido “recalibrar” algunas de las pautas que podían estar sufriendo los efectos de la guerra en Ucrania, desatada por la invasión rusa. El ministro habló en público de aquella necesidad. El kirchnerismo estima ahora que fracasó.

El desengaño, quizás, motivo una primera andanada en su contra. En dos días, el ministro de Desarrollo Social de Buenos Aires, Andrés Larroque, lanzó munición gruesa contra Guzmán. En una ocasión, durante un acto en Florencio Varela, junto a Kicillof y Máximo Kirchner. También delante de Juan Zabaleta, su par nacional y alfil de Alberto. En la otra, en una entrevista radial que el propio Larroque se encargó de publicitar en su tuit.

La primera vez se lo oyó casi diplomático. Dijo que la verdadera política de desarrollo social se hace desde el ministerio de Economía. Con decisiones a nivel nacional que apunten a cambiar “la ecuación actual”. Delante del micrófono radial se soltó. “Hasta octubre del 2019 (cuando ganaron los Fernández) no lo conocía a Guzmán. Nadie lo votó”, atacó.

“El Frente de Todos –continuó- asumió en 2019 con un plan claro. Se le debería estar ofreciendo a la sociedad un shock de inversión, que se exprese en la redistribución del ingreso”.

El remate tampoco eludió nada: “Estamos trabados como fuerza política, con dificultad para resolver planteos y cierta desazón. Con expectativas truncas”, afirmó.

Larroque también se ocupó de dejar una advertencia. “La unidad no puede ser una trampa. Si es una emboscada al kirchnerismo o a Cristina estamos en problemas”, señaló. El Secretario General de La Cámpora es uno de los dirigentes más críticos de Alberto. De quien dijo que sólo había conseguido 4 puntos (como jefe de campaña de Florencio Randazzo), cuando compitió contra Cristina.

Todo eso es asi. Pero, ¿Podría Larroque decir las cosas que dice sin la anuencia de Cristina? ¿O sin la de Kicillof? ¿O la de Máximo Kirchner? . Jamás sus dichos fueron corregidos o desmentidos. Habla, sin dudas, en nombre de la vicepresidenta y La Cámpora. Vale la memoria: fue el primero en pedir públicamente cambios de gabinete luego de la derrota en las PASO. Después de sus palabras el ministro del Interior, Eduardo De Pedro, lanzó el operativo de renuncias fraudulentas que forzaron a Alberto a improvisar algunas modificaciones.

La reanudación de la interna oficialista, luego del brevísimo paréntesis, augura un recrudecimiento para las semanas venideras. Porque los planetas de la economía están muy lejos de alinearse. Los mercados se vuelven a mostrar inquietos. La escalada de los dólares, sobre todo el blue, aumenta la presión sobre los precios. Las respuestas administrativas no parecieran acordes con las urgencias. Trabas combinadas de la burocracia y la gestión.

El 3 de marzo el Gobierno anunció la creación de un fideicomiso para el trigo. Con el objeto de amortiguar los precios de los derivados en el mercado interno impactados por la guerra en Ucrania. La medida fue impulsada por el Ministerio de Agricultura, que encabeza Julián Dominguez. Respaldada por la Secretaria de Comercio Interior, a cargo de Roberto Feletti. Recién esta semana (más de 50 días después del anuncio) el mecanismo podría entrar en vigencia. Algo no funciona bien.

En la Casa Rosada y en Olivos el círculo cercano mira de nuevo al Presidente. Buscando alguna señal que no llega. Todo regresó al punto de partida antes de Pascuas, cuando se hizo trascender la toma de decisiones drásticas para intentar el relanzamiento del Gobierno. Fue un impulso que Alberto tuvo, al parecer, en un momento de mucho enojo. Declinante a medida que ese enojo menguó. O consciente finalmente de algo: su debilidad objetiva (la consultora Synopsis ubica su imagen positiva debajo del 20%) para dar, después de dos años y medio, una batalla por el poder interno.

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