Cultura

Diez años después de su muerteCien páginas de felicidad: los hijos de García Márquez presentaron su novela inédita

La editora Pilar Reyes y Gonazalo García Barcha, hijo de Gabriel García Márquez durante la presentación de la novela inédita En agosto nos vemos, el 5 de marzo de 2024 en Madrid, España. Foto: Cézaro De Luca NOVELA INEDITA DE GARCIA MARQUEZ

Rodrigo y Gonzalo García Barcha lanzaron «En agosto nos vemos» en el Instituto Cervantes de Madrid. «El libro se le volvió una cosa indescifrable», dijeron acerca de esta obra del autor de Cien años de soledad.

Una desobediencia a papá, tal vez la última, de los hijos de Gabriel García Márquez, hizo posible que un Gabo inédito esté, a partir de este 6 de marzo, en las librerías de todo el mundo y en casi medio centenar de idiomas.

En agosto nos vemos, la novela corta póstuma editada por Random House, es el regalo que Rodrigo y Gonzalo García Barcha ofrendan a los devotos del Premio Nobel que el 6 de marzo cumpliría 97 años.

Este martes 5 de marzo, en el Instituto Cervantes de Madrid, los herederos -Gonzalo, en persona, y Rodrigo, por videoconferencia- presentaron la nouvelle inédita junto a Pilar Reyes, directora de la división literaria del grupo editorial Penguin Random House.

Contaron por qué, diez años después de su muerte, decidieron publicar una novela que Gabo nunca entregó a una editorial y compartieron intimidades de cómo convivieron con los manuscritos de ese último ejercicio de inventiva de su padre, antes de que una desmemoria voraz lo vaciara de recuerdos para siempre.

Gabriel García Márquez, quien falleció hace una década. Foto: archivo
Gabriel García Márquez, quien falleció hace una década. Foto: archivo

En las 110 páginas de En agosto nos vemos, García Márquez crea y recrea a Ana Magdalena Bach, mujer de más de 40 que jugará a ser otra sólo por una noche al año.

La protagonista, bautizada con el homónimo de la soprano alemana que fue la segunda esposa de Johann Sebastian Bach, utilizará como excusa la liturgia pagana de, cada agosto, ofrendar flores a la tumba de su madre en una isla para explorar la transgresión, el deseo, la culpa. Y para abrir los ojos al lado B de la apacible vida conyugal que había llevado hasta los 50 años sin aparentes fisuras.

“Este libro no sirve. Hay que destruirlo.” Fue la sentencia contundente de García Márquez en aquellos días entre junio y julio de 2004 en los que seguía editando y corrigiendo mientras combatía contra los invisibles cortocircuitos de su memoria.

“Finalmente serán los lectores los que decidirán. Nosotros lo hicimos pensando que valía la pena. Nos parecía que cuando Gabo decía: ‘Esto no es publicable’ ya había perdido la capacidad de juzgar si era o no publicable”, justificó la decisión Rodrigo, su hijo mayor, que es cineasta.

Porque cuando entregaron al Harry Ransom Center de Austin, en Estados Unidos, el patrimonio de las 80 cajas de papeles, los 67 discos de computadora, otros 15 archivadores y tres carpetas con escritos de Gabriel García Márquez a cambio de 2,2 millones de dólares, los herederos se reservaron las cinco versiones de En agosto nos vemos que figuraban entre los escritos.

García Márquez. Obra inédita. Cézaro De Luca
García Márquez. Obra inédita. Cézaro De Luca

Cinco versiones para una obra

“Lo tuvimos varios años cerrado, secuestrado -admitió Rodrigo-. Y luego se abrieron esas páginas a los académicos, a los estudiosos. Cuando leímos las versiones nos dimos cuenta de que el libro estaba mucho mejor de lo que recordábamos.”

Con esas 5 versiones del texto deliciosamente corregidas a mano por Gabo en distintos colores -o socorridas en lápiz negro por Mónica Alonso, quien era su secretaria-, los hijos de García Márquez convocaron a Cristóbal Pera, el editor que había trabajado con su padre en su autobiografía -Vivir para contarla, de 2002- y en su recopilación de artículos Yo no vengo a decir un discurso, de 2010.

Pusieron en manos del editor esos textos a corazón abierto donde Gabo había editado sutilezas como reemplazar por “sopor” la palabra “vapor” en la frase: “Se concedió un minuto de nostalgia para contemplar las garzas que planeaban inmóviles en el sopor ardiente de la laguna”.

García Márquez. Correcciones a mano. Foto: Cézaro De Lucca
García Márquez. Correcciones a mano. Foto: Cézaro De Lucca

“Lo que ha hecho Cristobal Pera ha sido más un trabajo de arqueología, recolectar en todos los mecanoscritos que existían hasta llegar a un original final”, contó Gonzalo, el hijo cuatro años menor que Rodrigo, que se dedicó al diseño gráfico, la pintura y la edición de libros.

“No se ha agregado nada que no estuviera en los múltiples originales”, insistió el menor de los García Barcha.

“Todavía con Gabo en vida, conversando con él, Cristobal le planteó la duda sobre el final. Gabo le dijo que la novela tenía un final. En ese momento lo leyeron juntos”, contó Gonzalo.

“No se ha hecho un trabajo de edición al punto de tener que agregarle frases a la novela”, subrayó. “Estaba un poco dispersa en un número de originales pero estaba completa. No hemos agregado nada”, repetían los herederos.

Para Pilar Reyes, “la novela está completa aunque para su autor no fuera definitiva”.“Somos testigos del intento de un escritor de escribir contra viento y marea, en las condiciones más adversas, incluso contra sus propias limitaciones”, subrayó.

“Somos testigos del intento de un escritor de escribir contra viento y marea, en las condiciones más adversas, incluso contra sus propias limitaciones”, dijo Pilar Reyes.

La directora editorial comentó que la primera edición es de 250 mil ejemplares y que la novela -que Random edita en español, excepto en México y en el Centroamérica- se publica en simultáneo en Alemania, Dinamarca, Hungría, Israel, Italia, Rumania, Rusia, Taiwán y Turquía, entre otros países. En Argentina la obra costará $ 19.999.

Señaló, además, que el 12 de marzo se editará en inglés y en francés. También, en India y República Checa. Y que, en unos meses, estará en los países escandinavos y en Islandia.

Pilar Reyes, directora editorial del sello Alfaguara, posa junto a uno de los hijos de Gabriel García Márquez, Gonzalo. EFE

Volver a verse con un grande

Fue en esta misma ciudad de Madrid donde, hace 25 años, Gabo leyó en voz alta el primer capítulo de En agosto nos vemos. Lo hizo durante un encuentro con José Saramago en Casa de América, en marzo de 1999. Por entonces, García Márquez contó que estaba metiendo mano a una novela que estaría integrada por 5 relatos autónomos y una misma protagonista.

“Leímos parte del libro en sus procesos y luego hubo épocas en las que dejó de trabajar en él -recordó Rodrigo-. Finalmente llegó una etapa en la que perdió la memoria y lo dejó.”

«Llegó una etapa en la que perdió la memoria y lo dejó”, dijo Rodrigo.

Según el mayor de los hijos del Premio Nobel, “el libro se le volvió una cosa indescifrable”. “Nunca guardó libros no editados -aseguró- Decía que ese libro no funcionaba, pero no lo destruyó. Eso nos fue animando.” Y aclaró que no habrá futuros García Márquez inéditos: “No hay más libros porque no hay más libros no terminados”.

Gonzalo confesó que la publicación de En agosto nos vemos cierra, de algún modo, su duelo: “Para mí, el que este libro salga, me deja tranquilo en el que sentido de que ya toda la obra de Gabo está a disposición de sus lectores”.

“No queda la misteriosa novela en un archivo. No hay que viajar, si tiene uno la curiosidad de leerlo -agregó-. A partir de mañana, con ir a la librería de la esquina, los lectores de Gabo saldrán de la duda de si los hijos de Gabo se equivocaron flagrantemente o no.”

«Los lectores de Gabo saldrán de la duda de si los hijos de Gabo se equivocaron flagrantemente o no», dijo Gonzalo.

Gabo feminista

“Gabo se consideraba un feminista en la manera en la que se conducía su vida -sentenció Rodrigo-. Y luego teníamos a mi madre (Mercedes Barcha), que tenía su personalidad que no fue aplastada por Gabo ni por la fama de Gabo. No había un discurso feminista pero había un ejemplo.”

Sobre Ana Magdalena Bach, la protagonista de «En agosto nos vemos», el mayor de los hijos de García Márquez subrayó respecto de su obra completa: “Tiene grandes personajes femeninos, pero tiene pocos libros y pocos cuentos en los que el personaje principal sea una mujer de esta edad y con estas características -dijo Rodrigo-. En ese sentido, también nos animó a publicar el libro porque no se parece a otros libros.”

El bonus track de la edición en español son los facsímiles de cuatro de las páginas de la versión 5 de En agosto nos vemos, con las anotaciones en los márgenes y un “Gran OK final” garabateado por Gabo.

Los sueños de Gabo

“Era una persona muy práctica, no quiero dar una imagen mágica de él. Pero provenía de una cultura en donde el instinto era un factor importantísimo”, recordó Gonzalo.

“Gabo viene de una región de Colombia donde los sueños son un factor fundamental. En la etnia guajira, en la fue criado, los sueños, las premoniciones, las supersticiones son importantes”, agregó.

“Uno de los síntomas de su enfermedad en la vejez fue el hecho que llegó un momento en el que no recordaba los sueños de la noche anterior. Fue una de las señales que tuvo él sobre las limitaciones que iba teniendo. De alguna manera los sueños que tenía cotidianamente lo ayudaban a resolver asuntos literarios en sus libros”, confesó su hijo menor.

Reyes citó una reflexión que García Márquez compartió con sus hijos cuando cumplió los 70. Por suerte le quedaban aun 17 años más de vida.“Hace años escuché que llega un momento en la vida del escritor en el que ya no puede escribir una extensa obra de ficción -dijo Gabo-. La cabeza ya no puede contener la vasta arquitectura y atravesar el terreno traicionero de una novela larga. Es cierto, ya lo siento. Así que, de ahora en adelante, serán textos más cortos.”

En agosto nos vemos cumple esta premisa.

Los últimos días del Nobel

Durante la presentación del libro póstumo de Gabo, sus hijos se permitieron compartir algunas pinceladas de la cotidianeidad de los García Márquez: “A los 8 años, oír hablar tanto de Cien años de soledad nos tenía hartos”, confesó Rodrigo. O contar que, en casa del Premio Nobel, “no se leía un work in progress” sobre lo que Gabo estaba escribiendo o que a Mercedes, su esposa, le gustaba conocer la historia con el libro ya publicado y no en páginas sueltas y corregidas.

“A los 8 años, oír hablar tanto de Cien años de soledad nos tenía hartos”, confesó Rodrigo.

Respecto de la enfermedad que padeció el Premio Nobel en sus últimos años, Gonzalo confesó: “Uno piensa que la demencia senil o el Alzheimer es una situación pasajera. Tiene una esperanza de que todo va a regresar a la normalidad -dijo sobre cómo acompañó a su padre-. Cuando uno está resignado a que esto no tiene vuelta atrás y la persona ya tampoco está angustiada con la situación, porque ya no se acuerda de que no se acuerda, hay una gran humanización”.

“En mi caso, creo que hubo un aspecto muy benigno y es que una persona muy volátil en su manera de ser y en sus actos cotidianos -como era Gabo-, que estaba en un lugar y luego en otro, hablaba por teléfono, resolvía aquí y allá, que si la paz en Colombia, que si la situación en América Latina, de pronto eso se detuvo”, repasó Gonzalo.

“De pronto, lo que teníamos en la casa era al abuelo y lo pudimos disfrutar algunos años. Había poco de mitológico en ese personaje. Sólo el mito del abuelo. Para nosotros fue un regreso a la vida normal”, compartió.

En el prólogo de En agosto nos vemos, los hijos de Gabo admiten que el libro “tiene algunos baches y pequeñas contradicciones”.

Este martes, en el Instituto Cervantes de Madrid, Gonzalo confesó que escuchó la novela póstuma de su padre en versión audiolibro durante las casi 3 horas que dura el viaje en tren que lo trajo de Barcelona a Madrid y que no descubrió esas incongruencias que creyó haber notado la primera vez que leyó la novela. “El audiolibro dura lo que tarda el tren en salir de las estación de Sants hasta Atocha -dijo-. Lo escuché sin interrupciones y no encontré nada”.

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