Sociedad

Era digitalInfidelidad en un clic: ¿es o no es?

Los chats hot y el intercambio de nudes son el nuevo touch and go de la era digital.

Internet redefinió el concepto de amor y de sexo. Las redes sociales y las aplicaciones pusieron el erotismo al alcance de la mano. El sexting (una contracción de los términos ingleses “sex” y “texting”) es una práctica que consiste en el intercambio de frases e imágenes hot por algún sistema de mensajería. Claro que el destinatario no siempre es la pareja. Un caso así, ¿es una infidelidad? Parece que somos muchos los que nos hacemos la misma pregunta. ¡Se abre el debate!

El periódico on-line The Huffington Post y la consultora YouGov realizaron un estudio sobre el tema: el 85% de las mujeres y el 74% de los hombres encuestados consideraron que el sexting es deshonesto.

El planteo básico es qué entendemos por infidelidad. La psicóloga y sexóloga Mariana Kersz, especialista en terapias de pareja, la define como la ruptura de la confianza en una relación. Según esta especialista, suponer que una traición sucede porque hay algo malo en la relación es un concepto que atrasa años. “La concepción de pareja se fue modificando y hoy aparecen nuevas formas de traición. Cada cual debe acordar qué considera como infidelidad y hasta qué instancia llegará su capacidad de perdonar”, asegura.

Mientras que, para algunas parejas, la vida online y la offline son realidades distintas, con pautas de comportamiento diferentes, otras exigen la misma conducta en ambas, según informó Clarín.

¿SÍ O NO?

En su libro Antropología del amor, Helen Fisher menciona algunas causas de la infidelidad: por placer, para sentirse deseada, como excusa para romper la pareja, para llamar la atención del otro. En el sexting también intervienen otros factores. “Hay un componente de desafío, de exposición, de riesgo. ¿Qué es lo que el otro puede hacer con esas imágenes? Eso genera mucha adrenalina. En los textos, la mujer deja volar su imaginación y quizá exprese algo que en la vida real no pueda o no quiera concretar. Desde un punto de vista psicológico, es el ámbito perfecto para la histeria. Cada uno se exhibe, y lo hace de la manera más deseable, pero en realidad no está tan accesible. Es una persona que quiere ser vista, amada y deseada.

Sería interesante indagar por quién realmente quiere ser vista”, detalla la psicóloga clínica y sexóloga Laura Cardellini. Por estos motivos, las relaciones virtuales suelen ser más intensas que las físicas. Así lo aseguran el especialista en Tecnología Yannick Chatelain y el psicólogo Loïck Roche, autores del libro In Bed with the Web (En la cama con la Web).

Los cuatro pilares esenciales de una pareja son el sexo, la admiración, el compañerismo y la confianza del uno en el otro. “Romper o desafiar cualquiera de ellos, de un modo u otro implica poner en juego algún aspecto del vínculo”, dice Kersz. Entonces, esos chats picantes con un compañero de trabajo pueden ser pensados como una infidelidad, aunque no haya un contacto físico, porque supone la ruptura de uno de los códigos de la estabilidad de la pareja: la confianza en el otro. “Eso puede funcionar como un disparador de un sentimiento de traición y de fracaso que muchas veces moviliza los cimientos del vínculo”, advierte la psicóloga.

La cadena de noticias CNN realizó una encuesta sobre infidelidad. El 47% de los participantes consideró que el intercambio de SMS e emails por fuera de la pareja era una forma de engaño. Y eso no es todo: una investigación de la Universidad de Texas, en los Estados Unidos, confirmó que el engaño virtual duele tanto como el que se concreta físicamente.

¿Y AHORA QUÉ?

Una foto insinuante o un mensaje hot transmiten la certeza de ser deseable. Para muchas mujeres, ese es el gran encanto del sexting. “En la infancia, la autoestima se va conformando con la mirada de los padres y las personas importantes para cada uno. El ser anhelada, admirada y reconocida por otro reafirma ciertas valoraciones internas”, asegura Cardellini. Además, hay un plus: “Al no haber contacto físico con la otra persona, alguien puede llegar a sentir que la situación no deja de ser una fantasía, un momento placentero, un juego sin consecuencias”, agrega la psicóloga clínica.

¿Qué pasa cuando el hombre descubre que su pareja chatea con otro, como le sucedió a Laura, de 46 años? Ella cuenta: “Hace tres años, en un viaje de trabajo a Mendoza, me encontré con un novio de la adolescencia. Como yo, él también estaba casado y tenía hijos. Cuando volví a Buenos Aires, empezamos a chatear por WhatsApp, al principio hablábamos de cosas de cuando éramos chicos, hasta que empezamos a acordarnos de cómo nos besábamos y acariciábamos. Como nunca habíamos llegado a tener sexo, fantaseábamos con eso. Nos escribíamos al mediodía, mientras almorzábamos, y a la tarde, apenas terminábamos de trabajar. Yo vivía ‘en llamas’. Se lo conté a una amiga y ella no entendía por qué no inventábamos algo para encontrarnos y sacarnos las ganas. Creo que nada hubiera superado a esos chats.

Un sábado, abrí la ducha para simular que me bañaba y me encerré en el baño a escribir. Mi marido entró y tuve que contarle todo. Discutimos, él me hablaba como si yo realmente me hubiera acostado con otro, decía que lo había engañado. Aunque no nos separamos, nos costó remontar esa crisis. Todavía hoy me mira raro cuando me ve chateando con una amiga”, admite.

En un caso así, es necesario hablar. “Si no habían acordado anteriormente qué consideraban o no una infidelidad, es el momento de hacerlo. El lógico que él se considere traicionado y expuesto porque su pareja comparte su intimidad con otro hombre. Como seguramente se sienta herido, con la autoestima dañada, hay que medir las palabras y conversar con tranquilidad. Lo mejor sería explicar cuáles fueron las razones, por qué hubo necesidad de buscar esa atención por fuera de la pareja”, recomienda Cardellini.

UN JUEGO NO TAN “INOCENTE”

El sexting implica un riesgo que va más allá de los límites de la pareja. “Existe la posibilidad de que las imágenes se viralicen sin el consentimiento de quien las envía. En esto hay una cuestión de género muy marcada: inconscientemente o no, los varones sien-ten que son dueños de compartirlas”, precisa Lucía Fainboim, encargada de Educación de Faro Digital, una organización no gubernamental que concientiza sobre el envío de información e imágenes privadas. La experta explica que, una vez que algo llega a Internet, es imposible borrarlo. “Antes de enviar una foto, de-bemos pensar a quién se la mandamos. Si vamos a fo-tografiar partes íntimas de nuestro cuerpo, deben ser lo más anónimas posibles: hay que tratar de que no se vean la cara, los tatuajes ni las marcas de nacimiento”, recomienda Fainboim.

Florencia, de 42 años, admite que alguna vez incursionó en el sexting. “Estuve casada once años y durante los últimos cuatro, después de tener a los mellizos, nuestra vida sexual se fue a pique”, admite. “Compré un teléfono con otro chip y me anoté en redes sociales y sites de búsquedas de pareja. Usaba sobrenombres y fotos en las que no se veía bien mi cara. Todos sabían que yo estaba en pareja, pero igual se prendían en ese histeriqueo virtual. De noche, cuando mi marido dormía, mandaba imágenes mías ‘picantes’. No me parecía una infidelidad, aunque hoy no haría algo así ni me gustaría que mi pareja lo hiciera”, dice. Florencia asegura que ninguna de esas charlas trascendió la pantalla del celular.

¿Puede funcionar como un estímulo sexual para la pareja? “Podría ser un recurso efectivo, siempre y cuando no se transforme en un hábito. Cuando no hay una buena relación y se necesita un ‘extra’ en la intimidad, el problema no se soluciona con un chat. Hay que evaluar la situación más a fondo”, afirma la sexóloga clínica Claudia Guilloret.

MÁS FACIL, ¿MÁS LIBRE?

En las últimas décadas, algunas instancias se modificaron radicalmente. “De acuerdo con el nuevo Código Civil, la infidelidad ya no es causal de divorcio. Y la sexualidad ha comenzado de dejar a ser un tabú”, ejemplifica Mariana Kersz.

La red social SecondLove (www.secondlove.com) se nutre de personas que desean tener una relación pa-ralela. En la Argentina tiene más de 250.000 usuarios, de los cuales un 30% son mujeres (es uno de los países con más participación del sexo femenino). El horario de mayor actividad se da entre las 16 y las 18 horas durante los días de semana, con una frecuencia de conexión promedio de entre dos y tres veces por día.

“La cuestión del anonimato y la facilidad con que se puede abrir un falso perfil permiten que muchas infidelidades se den en ese espacio facilitador que es la Web. Rápido, simple, sin complicaciones ni compromiso”, sintetiza Kersz. Un touch and go virtual.

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