Es poco probable que Agustina Gallo, cuya renuncia a la Jefatura de Gabinete municipal se conoció este miércoles, se pronuncie públicamente sobre el tema o converse en off con algún periodista.
Por lo menos de aquí a fin de año o después también, se mantendrá fiel a esa conducta porque solo ella sabe cuánto daño podría infligir a la agonía de la gestión de Bettina Romero, si ventila los motivos que la llevaron a alejarse del equipo de gobierno municipal.
Agustina Gallo estaba dispuesta a hundirse con el Titanic y aguantar y soportar lo que sea necesario, para disimular hasta donde se pueda las turbulencias de un estertor que comenzó el 14 de mayo, con la derrota electoral y el fin del intento reeleccionista de Bettina Romero.
La dimisión de Agustina Gallo es la última que podría haber imaginado cualquier cercano o seguidor de la gestión comunal.
Es obvio que algún detonante precipitó la decisión y deben existir razones muy serias y profundas para que Gallo, que tiene una cercanía previa a la política con la intendente decida un paso al costado. Puso en juego el trabajo, para no perturbar la amistad.
Gallo no exhibía dotes de estratega, ni su figura alcanzó ribetes de exorbitante protagonismo, en una función que permitiría a cualquiera otro con expertise política, labrarse un camino más sólido desde esa posición.
Gallo, más bien articuló instancias internas para cohesionar mensajes, apuntalar ejes de gestión, pero, sobre todo actuó siempre en una función de protección de la intendenta y tuvo por cierto un papel protagónico en la comunicación pública que a la luz del resultado electoral fue poco eficiente.
Tras la derrota, salió a dar algunas explicaciones e impulsó una salida elegante, prolija y ordenada.
Logró poco y casi nada en ese plano. Consideró inadmisible que los gestos de la transición se demoren más allá de lo necesario y no compartió las dilaciones que comenzaron a generar reclamos públicos por parte de quienes fueron designados por el intendente electo para llevar la transición.
Esta semana, más precisamente entre el martes y miércoles, el vaso se colmó.
La intendente apareció encabezando una reunión del equipo municipal donde, tal parece, Gallo no fue tenida en cuenta. Tanto es así, que no está en la fotografía oficial, donde se ve a la intendente en la cabecera de una mesa donde todas las caras son de circunstancia, algunos rostros muy adustos y otros gesticulando de modo forzado para transmitir una imagen propia de otros días, más felices. En la imagen, hay funcionarios que ni siquiera tienen un anotador, en un gabinete renovado con viejas figuras recicladas y con escasa energía, no más que la necesaria para despedirse, apagar la luz y cerrar las puertas.
Fue una suerte de relanzamiento de la gestión, innecesario, inapropiado, efectista, inocuo, que no condice con el estado de cosas interno, donde la incertidumbre capea en cada organismo y la falta de fondos se advierte fácilmente.
Para no desentonar con su estilo, la intendente convirtió a un acto formal, simple, efectivo, democrático y leal, en un conflicto.
Después de las quejas públicas por la falta de definición para la transición, la Municipalidad produjo un comunicado insólito.
Después demorar innecesariamente un gesto vital para la continuidad y muy sano para la convivencia, expuso que “ a pesar de nuestros esfuerzos por fomentar un ambiente de colaboración y apertura, el intendente electo y su equipo han declinado la invitación para realizar la reunión en las instalaciones del CCM. En su lugar, han expresado su interés en llevar a cabo el encuentro de manera secreta en un hotel céntrico, a puertas cerradas, y han solicitado que no sea de carácter público”.
Agustina Gallo, dijo basta. Le pareció inapropiado, excesivo, de mal gusto e innecesario llevar ese aspecto a ese nivel y anuncio a muy pocos cercanos que dejaba el cargo.
Redacción: Cadena 365.com
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