A pesar de encontrase prófugo de la Justicia, sigue violentando a la gente en Anta. Sumó una nueva denuncia a su suntuoso prontuario, esta vez le partió la ceja a un examigo.
Vinculado al entramado de poder -político/judicial- de Anta, Carlos Ferro Podestá sigue agrediendo física y verbalmente a la gente. En esta oportunidad la nueva víctima fue un ahora examigo, un hombre de 42 años, comerciante de Joaquín Víctor González a quien Podestá le partió la ceja con un palo y le propinó golpes de puño y patadas en todo el cuerpo. Sumó una nueva denuncia, sin embargo sigue gozando de impunidad.
Con múltiples denuncias en su contra, incluso condenas firmes, el hijo de un exintendente de General Pizarro, sobrino del exsenador Sandez y primo del fiscal Gómez Amado -exfiscal en Anta, actualmente en Metán- volvió a burlarse de la Justicia salteña. En más de dos oportunidades fue detenido y siempre se terminó fugando, actualmente está prófugo de la Justicia en Salta.
La última vez que los magistrados fallaron en su contra fue en febrero del año pasado, los jueces de la Sala III del Tribunal de Impugnación, Eduardo Barrionuevo y Guillermo Polliotto, confirmaron la sentencia que lo condenó hace unos años a la pena de seis meses de prisión efectiva y ordenaron su detención. Desde entones, y como suele ser habitual, se mantuvo prófugo sin esconderse demasiado dado que «en J. V. González todos saben que anda como si nada», sostuvo el examigo de Ferro Podestá, a quien golpeó el viernes 4 del corriente mes.
Acerca de ese último hecho, en diálogo con El Tribuno la víctima contó que todo comenzó por una supuesta deuda que Ferro Podestá le adjudicaba. «No le debo un peso, nunca le debí nada. Él compró unas chapas y después yo le pagué con trabajo, yendo y viniendo haciendo actividades para él. Con eso estaba todo saldado», contó el comerciante anteño, última víctima de violencia física y verbal de Ferro Podestá.
El hombre agredido sostuvo que durante varios años mantuvieron una relación de amistad, «en algún momento él quería cobrarse la supuesta deuda y en esa oportunidad medio que discutimos y quedó todo ahí, lo habíamos solucionado y no pasó más nada. Seguíamos siendo amigos pero no como antes, como cuando le mandaba sándwiches y esas cosas -tiene un comercio gastronómico-, después de esa discusión hubo distancia».
Un millón de pesos
«De un momento a otro me llamó una noche pidiéndome la plata, diciendo que le debía y le tenía que pagar. Según él le debía un millón de pesos pero jamás le debí nada», apuntó el damnificado y explicó que las cosas que él compraba para su casa, Podestá pedía «la factura y con eso decía que el material era suyo. Le dije que lo que había en mi casa era mío y si consideraba que había algo suyo que entrara y se lo llevara, pero nunca pasó nada».
Podestá no está con libertad ambulatoria, dicha situación la resolvió el Tribunal de Impugnación de Salta y se encuentra prófugo con pedido de captura.
«A mi señora y a mi suegra las volvió locas, las llamó un montón de veces para decirles que yo le debía plata y para difamarme», sostuvo el denunciante. Aquella noche del viernes 4 de este mes, luego de amenazar telefónicamente se trasladó hasta la casa del examigo. «Se bajó de la camioneta -Amarok color azul- y empezó a pegarme, con un palo me rompió una de las cejas, tengo golpes en la rodilla, en los brazos, me tiró para el piso. Pasa que cuando recibí el palazo perdí el conocimiento, cuando regresé ya estábamos en otro sector, mi hijo lloraba a la par de la golpiza que me estaban dando. Le dije que llamaran a la Policía y ahí él paró de golpear y comenzó a pedirme por favor que no llamáramos a la Policía».
Ferro Podestá se mostró arrepentido del salvaje ataque, antes de subir a su camioneta le insistió al denunciante que no llamara a los uniformados, «dale amigo, no me debes nada no llamés a la Policía, volvamos a ser amigos», sostuvo el impune sujeto de Anta, según su víctima.
Con la impunidad a cuestas, fue penado en dos causas que se unificaron, por violencia de género contra su expareja y por golpear a un abogado, con lo cual debería cumplir la condena efectiva de un año y cuatro meses. Sin embargo, sigue libre como cualquier mortal.
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