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En la cancha de LanúsEstudiantes, campeón por primera vez de la Copa Argentina: del gol ‘anónimo’ a la emotiva despedida de Andújar y Boselli

Ante una multitud en la cancha de Lanús, el Pincha se impuso 1 a 0. Los dirigidos por Eduardo Domínguez clasificaron directamente a la Copa Libertadores.

Estudiantes sumó una de las que le faltaba a la vitrina: la Copa Argentina. Con paciencia logró la ventaja después de padecer a Defensa y Justicia, que sin el gol -lo más importante- había mostrado aplomo para ser quien festejara al final en una abarrotada cancha de Lanús. Pero no, el Pincha se dio el lujo, además, de despedir a Mariano Andújar y Mauro Boselli con una vuelta olímpica. Con momentos de buen fútbol y sin arriesgar demasiado, de yapa se metió en la Copa Libertadores.

Junto a los cantitos que nunca se olvidan que es “equipo del Narigón”, que “desde La Plata salió el nuevo campeón” y el “Estudioooooo, Estudioooooo”, de rigor, se mezclaron los cantitos ofrendados a Andújar, primero, y a Boselli, después. Y por su puesto, el recuerdo para Gimnasia y el minuto de silencio, que tuvo al plantel en pleno, para que la coreografía fuea completa.

Era la primera vez para la Estudiantes y Defensa y Justicia en la final de la Copa Argentina, debut para la definición de ese certamen en la provincia de Buenos Aires y de Lanús como anfitrión. Tantas novedades y sin embargo lo mismo de siempre: espacios colmados, más gente que metros cuadrados disponibles y pulmones vacíos. Faltaba poco más de una hora para el comienzo y la gente que llegó de La Plata ya pedía a través de cantitos que abrieran uno de los portones para ampliar la cabecera. Oídos sordos, hacinamiento y el carácter milagroso para explicar que todos terminaron sanos y salvos.

Junto a los cantitos que nunca se olvidan que es “equipo del Narigón”, que “desde La Plata salió el nuevo campeón” y el “Estudioooooo, Estudioooooo”, de rigor, se mezclaron los cantitos ofrendados a Andujar, primero, y a Boselli, después. Y por su puesto, el recuerdo para Gimnasia y el minuto de silencio, que tuvo al plantel en pleno, para que la coreografía fuea completa.

Era la primera vez para la Estudiantes y Defensa y Justicia en la final de la Copa Argentina, debut para la definición de ese certamen en la provincia de Buenos Aires y de Lanús como anfitrión. Tantas novedades y sin embargo lo mismo de siempre: espacios colmados, más gente que metros cuadrados disponibles y pulmones vacíos. Faltaba poco más de una hora para el comienzo y la gente que llegó de La Plata ya pedía a través de cantitos que abrieran uno de los portones para ampliar la cabecera. Oídos sordos, hacinamiento y el carácter milagroso para explicar que todos terminaron sanos y salvos.

El partido se jugó como si ninguno apostara a los penales, pero le faltaba una chispa para terminar de encederse y fue Estudiantes el que lo hizo posible con el tanto de Guido Carrillo -y la duda si Pablo Piatti, después expulsado, también la tocó-. Además de ponerse en ventaja, le dio al partido una dinámica que en toda la primera parte y mientras duró el empate en el segundo, apenas habían insinuado.

Porque ninguno se guardó nada, pero tampoco lograban la puntada final. Los dos planteos fueron ambiciosos. Se animaron a jugar y tuvieron un idea y vuelta que, aunque esporádico, daba cuenta del interés de ambos por jugar al fútbol. En la primera parte Defensa y Justicia estuvo más cerca de romper el cero, tuvo la primera -travesaño- y la última -la pelota bailó por la línea de fondo- pero no estuvo fino.

Estudiantes se aprovechó de los errores defensivos del Halcón -Bologna se quedó con un mano a mano frente a Zapiola-, porque le costaba llegar con claridad al fondo rival. Tuvo la chispa, entonces, que encendió el partido tras el reinicio. Pegó en la primera que tuvo. Llevó su ataque por la derecha y Leonardo Godoy le ganó la cuerda a Alexis Soto, que pareció más preocupado por no hacerle falta dentro del área, que por evitar el desborde, y metió el buscapié que cortó Bologna con rebote pero Carrillo logró conectarla y romper la igualdad.

Los 31 minutos -más los adicionados- que siguieron fueron electrizantes, aunque al borde del descalabro. Porque junto al ritmo que cobró el partido se sucedieron las guapeadas típicas de los futbolistas que se empujan, se amontonan, se prometen buscarse a la salida, para ganarse apenas alguna amarilla.

En desventaja y con el correr de los minutos, el Halcón se volvió más impreciso. Se repitió en pelotazos, equivocó los pases y perdió profundidad. Uvita Fernández retrocedió unos cuantos metros para trasladar la pelota, que inevitablemente terminaba perdida.

Estudiantes se volvió más prolijo, algo más amarrete en sus intentos y se conformó con cuidar la ventaja y apuntarle a algún contragolpe para cerrarlo. Así Boselli, que ingresó en la segunda parte, pudo ensayar una media chilena que hubiese sido genial para su despedida.

En los últimos cinco el Pincha no aprovechó del espacio que dejó la exulsión de Soto -una amarilla en cada tiempo- y no pudo sentirse campéon hasta el pitazo final, demorado por los hinchas de Defensa en el alambrado y la pavada de Piatti, que fue amonestado por segunda vez por intentar demorar el partido. Eso sí, cuando Nicolás Ramirez pitó el final, esa chispa que había animado el partido fue una explosión.

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