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Grave incidenteEscándalo en la Superfinal: postergan el partido River-Boca se postergó para el domingo

Lo anunció la Conmebol a través de su cuenta de Twitter. “La postura de Boca es no jugar en estas condiciones”, afirmaron desde el del club tras la agresión a los jugadores, Pablo Párez y Jara, los más afectados.

La expectativa tan grande derivó en lo que muchos temían. Todo se desbordó. Ni siquiera el promocionado operativo de seguridad para la Superfinal pudo evitar que se produjeran graves incidentes, dentro y fuera del estadio Monumental.

«Debido a los hechos sucedidos con el bus del club Boca Juniors, el partido ha sido postergado para las 19:15», informó la Conmebol en su cuenta oficial de Twitter.

La incógnita se extiende, aunque el panorama es oscuro.

Desde Boca ya le informaron a River y a Conmebol que no están en condiciones de jugar el partido: Pablo Pérez, capitán del equipo y Gonzalo Lamardo, juvenil que acompañó al plantel, fueron trasladados a un hospital para ser atendidos tras la salvaje agresión que sufrió el plantel boquense en su llegada al estadio Monumental. Hubo piedrazos al micro, gases lacrimógenos y varios futbolistas resultaron heridos.

El desmadre tuvo su epicentro en la llegada del micro con el plantel de Boca al Monumental. Y desde ese momento, alrededor de las 15.20, cuando faltaban menos de dos horas para que comenzara la gran final, todo fue caos, desorganización y preguntas sin respuestas.

Un grupo de hinchas de River que esperaba para entrar al estadio lanzó piedras contra el micro del plantel visitante. Fue una zona liberada, no había policías controlando esa zona aledaña al Monumental. O sí había, pero no fueron eficientes. Y llegaron tarde a la zona.

Para intentar dispersar a los hinchas fue peor el remedio que la enfermedad. Porque los policías empezaron a tirar gases lacrimógeno y todo se empeoró. El combo derivó en una imagen impresentable: los jugadores de Boca entraron al vestuario visitante heridos por los cortes de los vidrios rotos y con dificultades en la respiración por los gases.

La Superfinal, a esa altura empezó a correr riesgo.

Varias ventanillas del micro quedaron destrozadas; el chofer bajó desmayado y muchos futbolistas estaban visiblemente afectados.

Seis jugadores vomitaron y quedaron tirados en la antesala el vestuario: Carlos Tevez, Fernando Gago, Julio Buffarini, Agustín Almendra, Nahitán Nandez y Darío Benedetto.

El más afectado fue Pablo Pérez que sufrió un corte en el brazo y algunas astillas afectaron a su ojo izquierdo. También el juvenil Gonzalo Lamardo, que forma parte de la lista de buena fe en la Copa Libertadores y acompañaba al grupo en la cancha de River.

Pérez y Lamardo, tras ser revisados por los médicos de Boca y Conmebol, fueron trasladados en ambulancia al Sanatorio Los Arcos para realizarse estudios específicos.

El secretario general del club, Christian Gribaudo, dio un diagnóstico funesto de la situación: «Los jugadores están todos heridos, así no se puede jugar».

El anillo interno del estadio Monumental se transformó en un hormiguero. Dirigentes corriendo de un vestuario al otro. Allegados haciendo circular versiones contrapuestas. Y la sensación evidente de que no estaban dadas las condiciones para jugar un partido de fútbol.

Mientras tanto, en la calle, los miles de hinchas de River que no habían logrado entrar empezaban a producir disturbios y se enfrentaban con la Policía. Quedaron muchos espectadores con entradas en la mano y sin poder ingresar a la cancha.

Dentro del Monumental, el presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, asistió al vestuario de Boca para ponerse al tanto de la situación. Y también hubo reuniones con Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol y Claudio Tapia, presidente de la AFA.

A las 16, una hora antes de la hora señalada, los cinco médicos de la Conmebol que habían atendido en el vestuario a los jugadores de Boca heridos, se reunieron con Angelici y D’Onofrio para tomar la decisión de qué camino seguir.

Ante una incertidumbre generalizada, la Conmebol informó via Twitter que el partido se postergaba para las 18. Pareció más un manotazo de ahogado en su afán de querer disputar el partido que una decisión efectiva.

Desde allí se multiplicaron los tironeos.

Porque la entidad sudamericana quería sí o sí que se jugara el partido. Porque River acataba la palabra oficial y el plantel se preparaba para iniciar la entrada en calor. Y porque en Boca la postura era contundente: no podían ni querían jugar después de todo lo que había sufrido el plantel.

Y, vaya detalle: el capitán de Boca, Pablo Pérez, por ese entonces ya estaba siendo atendido en la Clínica Los Arcos. 

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