Cultura

Personalidad disruptivaLa pintora que se consagró dos veces: de alumna de Miguel Ángel a los museos modernos

Italia, 1554. La enorme mayoría de las mujeres de clase alta tenía como destino el matrimonio o el convento. La pintora Sofonisba Anguissola, no.

Tenía 20 años cuando viajó de su Cremona natal a Roma para conocer a Miguel Ángel. Imagínense los nervios. Venía recomendada por artistas, con el dibujo de una nena sonriente, y el creador de la Capilla Sixtina decidió probarla: le pidió que recreara un nene llorando. Ella retrató a su hermanito Asdrubale mordido por un cangrejo y el maestro no tuvo dudas de que valía la pena acompañarla. Durante dos años, le dio lecciones informales, que incluyeron bocetos de él para que ella los pintara.

Sofonisba ya había creado maravillas antes. Por ejemplo, Autorretrato con Bernardino Campi, su maestro desde los 14 años, que brilla en la Pinacoteca de Siena. Es el cuadro de un hombre que pinta a una mujer pintado por una mujer; pura osadía sin estridencias, plácido. Y en 1555 terminó otra pintura soñada, que la consagró: Partida de ajedrez, un juego de miradas entre sus hermanas Lucía, Minerva y Europa y una niñera anciana.

Sobre esa obra, el gran crítico de arte del Renacimiento, Giorgio Vasari, escribió que muestra “tanta diligencia y prontitud, que -sus protagonistas- parecen vivas y no les falta más que la palabra”.

Partida de ajedrez. Sus hermanas Lucía, Minerva y Europa y una niñera, pintadas por Sofonisba. Foto: Museo Nacional, Poznan, Polonia.Partida de ajedrez. Sus hermanas Lucía, Minerva y Europa y una niñera, pintadas por Sofonisba. Foto: Museo Nacional, Poznan, Polonia.

Sofonisba no pudo estudiar como lo hacían los varones de su época. Los desnudos le estaban vedados. Y el rol de su papá, Amilcare Anguissola, fue fundamental para romper las barreras de género que hubieran clausurado su carrera. De hecho, las seis hermanas Anguissola aprendieron pintura, música, latín y ajedrez, además de bordado, y Vasari vio su obra sobre el ajedrez en la casa familiar porque Amilcare lo invitó.

Para Miguel Ángel. El dibujo de Sofonisba que conquistó a Miguel Ángel. Foto: archivo
Para Miguel Ángel. El dibujo de Sofonisba que conquistó a Miguel Ángel. Foto: archivo

En 1558 Sofonisba retrató al duque de Alba, quien la recomendó a Isabel de Valois -fanática del dibujo- tras su casamiento con Felipe II de España. A los 25 años ya pintaba a la corte hispana. Allí Alonso Sánchez Coello, su jefe, imponía el estilo y durante mucho tiempo un retrato de Felipe II que ella pintó se le atribuyó a él. Hoy se investiga si La dama de armiño que conocemos como de El Greco -no la de Leonardo Da Vinci- fue obra de ella también.

La dama de armiño, atribuida a El Greco. Investigan si lo pintó Sofonisba Anguissola. Foto: archivoLa dama de armiño, atribuida a El Greco. Investigan si lo pintó Sofonisba Anguissola. Foto: archivo

En 1573 Sofonisba se casó con un noble siciliano. Enviudó. Volvió a casarse. Felipe II -famoso por lo macabro- quiso oponerse a la segunda boda con un hombre menor que ella pero Sofonisba le escribió que su negativa había llegado cuando el matrimonio ya estaba consumado. Punto. Se instaló en Génova y siguió pintando pese a las cataratas. Allá la retrató otro artista célebre, Anthony van Dyck, cuando tenía 91 años. Murió dos años después.

Autorretrato con Bernardino Campi, pintado por Sofonisba en 1550, está en la Pinacoteca de Siena. Foto: archivo
Autorretrato con Bernardino Campi, pintado por Sofonisba en 1550, está en la Pinacoteca de Siena. Foto: archivo

Se dice que los gestos que Sofonisba plasmó en el dibujo que convenció a Miguel Ángel de su talento, la mueca de dolor del bebé, sus manitos aleteando, inspiraron unas 6 décadas más tarde Niño mordido por un cangrejo, de otro genio, Caravaggio. Antes, le abrió las puertas de talleres y cortes a otras mujeres. Pero no todo depende solamente de uno, su familia y sus contactos. Ni siquiera de si estudiaste con el mismísimo Miguel Ángel. Recién en 2019 la artista protagonizó una muestra clave en el Museo del Prado de Madrid -que celebraba sus 200 años- junto a Lavinia Fontana, una de sus primeras discípulas. Por segunda vez, la consagraron.

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