Por Carlos Saravia Day
Yo tengo derecho a escribir lo que se me da la real gana (aludiendo a la inapelable decisión del rey) que a modo de Luis XIV podía decir sin temer a equivocarse,”L’Etat ce moi” (El Estado soy yo). Desde el lector también invoco la libertad: “Yo tengo derecho a leer todo.
Un escritor no tiene derecho a escribir lo que le da la gana ni un lector a leer lo que le da la real gana, pero tampoco a prohibírselo.
Las leyes políticas y disposiciones de la autoridad deben tender a libertar al ciudadano de la tiranía de la naturaleza, de lo contrario, el hombre primitivo sería más libre que el hombre moderno y civilizado.
El poeta alemán Goethe decía “sólo merece la libertad y la vida aquel que día a día sabe conquistarla”.
El origen de la libertad está en el conocimiento cuando avanza. No es un acto despótico vacunar por la fuerza al individuo sino lo hace de grado.
Vamos a la censura, la censura es una imbecilidad, los gobiernos acuden a la censura cuando están débiles, que esto significa “imbecilistas” y piensan como Otelo, que acometido por los celos exclama: “Si al menos yo ignorase, podrían haber pasado todos los soldados de mi hueste sobre su blanca carne e ignorandolo yo seré feliz”. La ignorancia no suprime el problema.
De muy distinto linaje es la censura intelectual la que rodea con lindes circunstanciales y caprichosas el campo siempre abierto a la información y a la libertad de opinar. Esto si es la censura imbécil, ya que el conocimiento se integra de información y opinión, de conjunto de hechos y de juicio o valoración de ello.
Hubo momentos en que los negocios de gobierno se reputaban materia hermética, Anatole France en un personaje se explica así: “El Estado como el cuerpo humano, está sometido a necesidades bajas y repugnantes, las cuales no es decente satisfacer en público sino en retirado rincón. Pero France se refería a la época que se decía el estado soy yo. Antes, el romano Druso , cuando el arquitecto Vitrubio le preguntaba si quería que la casa estuviera defendida de la curiosidad pública le respondió: “Si tienes arte para tanto, construye mi casa de manera que cuanto yo haga dentro lo puedan ver todos”.
Todos los gobiernos en el estado republicano moderno, respetan la publicidad de los actos de gobierno y la consiguiente responsabilidad que es su consecuencia.
Hubo tiempos en que las bárbaras naciones colgaban de la cruz a los ladrones.
Ahora en el tiempo de las luces, del pecho del ladrón cuelgan las cruces.
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