Se había tomado cinco para días para reflexionar su futuro político.
El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, se queda. Después de haber dado pie a todo tipo de especulaciones durante los cinco días más extraños de la política española en décadas, Sánchez compareció ante la Moncloa para explicar a la ciudadanía que el periodo de reflexión que abrió de manera inesperada el pasado miércoles ha desembocado en la decisión de continuar en el cargo para liderar “la regeneración de España”, cuya política se ha visto marcada por “las mentiras y la difamación”, y de la que habría sido víctima su esposa.
Antes de anunciar solemnemente su decisión final, seguir “con más fuerza si cabe”, Sánchez lamentó que en España se haya confundido la “libertad de expresión” con la “libertad de difamación”, y que su familia lleve siendo víctima de este fenómeno desde hace diez años. “La campaña no parará, pero no es lo más relevante. Podemos con ella”, dijo en la primera frase que ya dio una señal clara de qué camino iba a emprender.
“El pasado miércoles escribí una carta dirigida a la ciudadanía, me planteaba si merecía la pena. Tengo la respuesta clara. Si permitimos ataques a personas inocentes, entonces no merece la pena. Si permitimos que las mentiras sustituyen el debate, entonces no merece la pena. Necesitaba para y reflexionar. La carta puedo desconcertar porque no obedece a cálculo político. He reconocido antes quien buscan quebrarme, que duele vivir estas situaciones. He actuado desde una convicción clara. Esto no es una cuestión ideológica.”, dijo desde la Moncloa.
“Asumo la decisión de continuar, con más fuerza si cabe. Esto no va del destino de un dirigente particular. Se trata de decidir qué tipo de sociedad queremos ser. Nuestro país necesita esta reflexión. Llevamos demasiado tiempo dejando que el fango contamine nuestra vida pública”, continuó.
Una vez más, Sánchez volvió a sorprender, pero esta vez por lo previsible de su anuncio. Toda la puesta en escena de los últimos cinco días, en los que se encerró con su familia en la Moncloa, y ni tan siquiera se comunicó con sus más estrechos colaboradores, hacían pensar en alguna decisión de calado. Quizás una cuestión de confianza o elecciones anticipadas, si decidía quedarse. Quizás, una dimisión y la filtración de alguna razón de mayor peso a la esgrimida en público, el amor a su esposa. Al final, nada de eso sucedió. A un contexto excepcional, le siguió una declaración de los más convencional. Pedro Sánchez sigue, sin más.
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