Opinión

AnálisisReforma Sanitaria, una invitación al diseño de políticas de la salud

Mateo Saravia

Por Mateo Saravia*

“La enfermedad es el lado nocturno de la vida, una ciudadanía más onerosa. Todos los que nacen tienen doble ciudadanía, en el reino de los sanos y en el reino de los enfermos. Aunque todos preferimos usar solo el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno de nosotros se ve obligado, por lo menos por un tiempo, a identificarse como ciudadano de ese otro lugar”, Susan Sontag

Todo hombre, es un enfermo potencial. El dolor, el padecimiento de una enfermedad, son experiencias conscientes e intransferibles, limitaciones que persiguen al hombre desde los albores de la humanidad. Un prójimo compasivo no tardó en dar lugar a la empatía por el padeciente y una incesante búsqueda del alivio en la asistencia del dolor ajeno, por contraposición, darán significancia al concepto de Salud, condición esencial para el goce de la vida.

Indudablemente y parafraseando al Dr. Florencio Escardó , el medico es un ser de democracia, por su origen por su formación y por el tipo de actividad social que realiza, las direcciones de su espíritu están tendidas inevitablemente hacia el prójimo y en cuanto medico libre y actuante en estado de pureza, la contaminación con la burocracia, con el funcionarismo, con la política, con la espectabiliad, con la riqueza o con el escepticismo, lo tara de mutilación y al dejar de ser médico de una manera total se limita a su nueva condición perdiendo la calidad irradiante que lo clasifica esencialmente como democrático. Y es en estos casos que pareciera como si en la aleación, el metal más inferior predominara sobre el resultado final. Sin embargo el ejercicio profesional en nuestro país viene siendo condicionado y limitado por el propio sistema de salud a partir de gestiones fundadas en meras consignas ideológicas-partidarias, desoyendo así principios esenciales de la planificación sanitaria.

La hibridación de nuestro sistema de salud conformado por subsectores (público, prepagas y privado) que operan en la orfandad por la ausencia u omisión de un estado que asegure la sinergia y el gobierno, la dirección y el control de dichos subsectores, conllevan indefectiblemente al divorcio ejecutivo de las partes sin más derrotero que los intereses de los dividendos gananciales. E aquí la disyuntiva de asumir a la salud como un “servicio” o como un “derecho”, lo cual conlleva necesariamente a plantear conceptos disimiles, tanto en su filosofía como en su aplicación al diseño de programas sanitarios. La primera concepción equipara al ejercicio médico como una actividad.

inspirada y sometida a las reglas de mercado tornándolo en un mero servicio comercial, condición esta que le quitó al médico gran parte de sus capacidades terapéuticas al tomar elementos del acto de comercio, y haciendo de la salud un privilegio de pocos. Mientras que en la segunda, la salud deja de ser un privilegio para pasar a ser un bien social, haciendo del acto médico un ambiente de comunión espiritual donde confluyen los hallazgos materiales y espirituales que ineludiblemente convergen en todo enfermo, siendo para ello necesario que el galeno luzca no solo capacidades científicas, sino también morales, ya que ambas condiciones poseen dones terapéuticos insoslayables.

Ya Platón en la Apología de Sócrates decía que los médicos debían tener dos condiciones: una la aptitud que le daban sus conocimientos y habilidades para curar la enfermedad, y a esta la llamó tekné (“tecnología”), con lo cual era un buen técnico. Pero para ser un buen médico tenía que tener además la actitud de una persona que cuida a otra persona, y decía esto es el medeos. Por lo que etimológicamente médico es la persona que cuida a otra persona, y además la cura.

En este sentido, es innegable la contribución a la ruptura de la relación médico-paciente la incorporación de nomencladores que reemplazan “honorarios” por “precio” y que condicionan una relación siempre regida tanto por la angustia explicita del paciente como la del propio médico al impregnarse de conductas propias del mercantilismo, tan legítimas en el ámbito comercial como perjudiciales en la terapéutica.

La anomia y los bajos salarios en el ámbito público para quien se ve forzado a ejercer en más de un subsector de la salud, compelen al profesional a un ejercicio ambiguo, que en no pocos casos revelan una medicina especulativa, esquiva a los compromisos hospitalarios y más enfocada a la prestación privada. Así es que aquellos prestadores médicos que castigados por vivir y ejercer su vocación conviven con aquellos profesionales ejecutivos que supieron adaptarse a la corrupción del sistema.

Nuestro sistema público de salud no dista de ser una estación de paso para el profesional que abreva de su casuística para adquirir experiencia (tekné), relegando a un segundo plano la empatía (medeos) y su sentido de correspondencia en pos de “triunfar” en el orden particular/privado. Una ley histórica, de meollo netamente democrático como lo fue la Ley Oñativia, constituye el antecedente que inspirara los grandes equívocos de nuestras políticas sanitarias que disiparan la filosofía del “bien social” a partir de un golpismo que dará prioridad a los grandes grupos económicos en desmedro de aquel entronque filantrópico.

Por otra parte las conductas políticamente correctas por parte de los responsables de nuestras instituciones de salud son el sesgo que desvirtúa la gestión de la salud y legitima conductas aberrantes en una corporación médica aturdida y desorientada ante la falta de ejemplaridad y serias políticas sanitarias. Tales circunstancias explican el previsible malestar por parte de los trabajadores del ámbito de la salud que al expresarse en un mero reclamo salarial, distara de alcanzar la concreción de sus exigencias, las cuales solo serán asequibles si a la par de tales petitorios no aceptamos un sinceramiento de la realidad sanitaria y las debilidades de nuestro sistema de salud. Así mismo es imperativa la participación de toda la corporación médica/sanitaria en su enmienda, como protagonistas responsables del diseño de una planificación ajustada a la realidad sanitaria que la hagan perfectible, sustentable y accesible, garantizando así tanto el derecho a la salud como la dignificación profesional.

 

*Mateo Saravia es médico de  los hospitales Papa Franciscoy San Bernanrdo  de Salta y en el Joaquín Castellanos de General Güemes  

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