Opinión

AnálisisPfizer y Sputnik, los símbolos de la mala praxis K con las vacunas

Por Eduardo van der Kooy
Tras un año de idas y vueltas celebran el acuerdo con el laboratorio estadounidense. La apuesta rusa, más ideología que sanitaria, cruje ante la falta de segundas dosis. La tercera ola golpea la puerta pero hay elecciones y todas las restricciones quedan de lado.

Dos episodios que sucedieron en los últimos seis días resultan reveladores de la mala praxis en la gestión sanitaria del gobierno de Alberto Fernández. El jueves pasado se conoció una carta de la asesora presidencial, Cecilia Nicolini, que reclamó a Moscú la falta de envío de segundas dosis de la Sputnik V. En la Argentina existen casi 7 millones de personas que la esperan. Este martes, la ministro de Salud Carla Vizzotti comunicó que se firmó -tras doce meses de raros cabildeos- el acuerdo con el laboratorio estadounidense Pfizer.

Serán 20 millones de dosis que arribarían en los últimos meses del año. Aquel reclamo de Nicolini descubrió dos cosas. La emergencia que atraviesa la campaña de vacunación signada por la lentitud y la falta de las segundas dosis. Reaseguro, se afirma en el mundo, para enfrentar la nueva ola que representa la variante Delta del COVID. También la fallida apuesta por Moscú para disimular el primer fracaso con AstraZeneca (elabora la vacuna de Oxford) y el prejuicio ideológico de acordar con la industria farmacéutica tradicional de EE.UU.

El acercamiento con Vladimir Putin fue una iniciativa de Cristina Fernández y Axel Kicillof. A la cual se sumó el Presidente ni bien detectó que el abastecimiento de vacunas corría serio riesgo de naufragio. La seducción política que esa presunta estrategia geopolítica ejerció sobre el kirchnerismo impidió el Gobierno calibrar adecuadamente las cosas. Rusia es potencia militar y energética. Con notable avance en el campo de la investigación científica. Esas herramientas indujeron a Putin a lanzarse a la competencia internacional con EE.UU., Europa y China por la fabricación y venta de vacunas.

Sucedió que la Sputnik V fue diseñada con dos plataformas distintas. Complementarias. Rusia se dedicó a la fabricación millonaria de primeras dosis para expandirse en el mundo (de hecho está en el tercer lugar del ránking, luego de Pfizer y Oxford) pero colmó su capacidad productiva. Le faltó estructura para fabricar la segunda dosis y tuvo un traspié que no esperaba: el colapso de la India por la pandemia. Allí Moscú pensaba completar el desarrollo de la SputniK V.

Cuando el Gobierno advirtió tal dificultad salió a la búsqueda de China. Cerró trato por Sinopharm que, aún con los baches propios de una situación excepcional, alcanzó a cumplir en tiempo y forma con los envíos. Beijing no tiene problemas en su capacidad productiva. Por ese motivo es la potencia que es. En otro andarivel podrá debatirse la mayor o menor efectividad de las dosis que distribuyó en el planeta.

Doce meses después del primer anuncio sobre Pfizer (para cuya investigación la Argentina aportó 6 mil voluntarios) Vizzotti celebró el acuerdo. Sin que, como tuiteó con sarcasmo la titular del PRO Patricia Bullrich, haya sido necesaria la entrega de los glaciares. Queda claro que la demora, irresponsable en medio de la pandemia, obedeció a la puja política interna del Gobierno y su coalición, el Frente de Todos.

Las trabas que perduraron con los laboratorios estadounidenses fueron utilizadas por la oposición para martirizar al Gobierno. El impedimento de Pfizer fue símbolo por una razón: se trata de la primera vacuna habilitada para inmunizar menores que padecen comorbilidades.

El kirchnerismo supo responder a ese acoso con relato. Nunca tuvo corroboración en ningún plano. El ex ministro Ginés Gonzalez Garcia fue el primero en afirmar que Pfizer se había “portado mal”. Luego el propio Presidente confesó, acongojado, que firmar el acuerdo hubiera significado para él un “acto de violencia”. Incomprensible. Sonó a la “sarasa” que hizo célebre, en un descuido, el ministro de Economía, Martín Guzmán.

El Frente de Todos obstaculizó varias veces en el Congreso la modificación de la Ley de Vacunas que impedía progresar en tratos con los laboratorios estadounidenses. Solo para no darle el gusto a la oposición que promovió aquellos cambios, Alberto firmó el 2 de julio un DNU que reguló la posibilidad de acceder a Pfizer, Moderna y Johnson&Johnson. El agua estaba llegando al cuello.

La jugada fue aceptada a disgusto por los K. Ese DNU resultó convalidado por el Senado, con la ausencia de la vicepresidenta. Y críticas del oficialista Mariano Recalde. Incluso fue posible escuchar en Diputados una inolvidable exposición de Máximo Kirchner. Ofendido por la presunta falta de “autoestima” nacional que necesitaría de la venia de la ciencia internacional para animarse a utilizar las vacunas. Refería a Sputnik V. Al diputado parece que se le mezclan con facilidad alguna de sus lecturas.

«Vamos viendo»
La Argentina recibió 3.5 millones de dosis de Moderna que usaría para vacunar a los menores de 18 años con comorbilidades. Serían una 900 mil personas. Con el resto bascula entre aumentar el número de primeras dosis o experimentar como complemento de la Sputnik V. El repetido “vamos viendo”. La campaña de vacunación sigue sin exhibir la aceleración adecuada. Ante la posibilidad de una tercera ola existe –según datos oficiales—una brecha de 10 millones entre las vacunas recibidas y las inoculadas.

La Argentina pareciera andar con los tiempos cambiados. La segunda ola decrece, aún con estándares altos. Los muertos por día arriman la gran tragedia a las 110 mil víctimas. La tercera ola estaría al caer. Pero repentinamente parecen cesar casi todas las restricciones.

Hasta desapareció la batalla (política, cultural y jurídica) entre la Ciudad y Buenos Aires por la Educación. Kicillof, el gobernador de la Provincia, anunció, como Horacio Rodríguez en la Ciudad, que después de las vacaciones de invierno vuelven las clases presenciales en todos los niveles. En el caso bonaerense, en los 135 distritos. No hay estadística epidemiológica, ahora mismo, que pueda resistirse.

¿Algo ha cambiado de repente y nadie se ha dado cuenta? Una sola cosa. El fin de semana pasado fue el cierre de listas para las PASO de septiembre. La campaña electoral toma hervor. Se nota en las palabras de la clase política. ¿Hace falta otra explicación?

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