Opinión

AnálisisPeriodismo, espionaje y libertad de expresión

Por Carlos Pagni

Se está discutiendo en la Argentina un problema que es muy antiguo entre nosotros, que recorre buena parte del período democrático, por lo menos desde los últimos 20 años: la relación entre el espionaje y la política. Ahora, dentro de ese marco de discusión, el papel de la prensa, el funcionamiento de la prensa en relación con la política.
Voy a mencionar una historia que no están obligados a conocer. Daniel Ellsberg es un técnico que en 1971 trabajaba en Washington, en una agencia técnica, ligada al Pentágono. En ese año tomó la decisión de compartir con los periodistas de The New York Times más de 40 legajos con información sobre todo lo que había estado ocurriendo en el comportamiento de los Estados Unidos, del Pentágono, de las fuerzas militares estadounidenses en la guerra de Vietnam. Era un inventario importantísimo de irregularidades.
Al recibir estos documentos, The New York Times fue publicando notas en una serie que pasó a la historia como «Los papeles del Pentágono». Estamos hablando de un país en guerra y un periodismo que reveló irregularidades del propio país durante esa guerra. Aquello hizo tambalear al gobierno de Richard Nixon y terminó en la Justicia convirtiéndose, probablemente, en la causa más importante de la historia acerca de las relaciones entre el poder y la prensa, el estado y la prensa, la política y la prensa. La causa fue caratulada «Estados Unidos vs. The New York Times» y los jueces sentenciaron que el diario tenía derecho a dar esa información.
En aquel fallo hay un voto ejemplar, muy interesante de leer, que es el del juez Hugo Black. Entre sus muchos argumentos, hay dos que llaman la atención por lo extremos, por lo exagerados. O por lo utópicos. El primer argumento de Black es que la civilización occidental, en los últimos 300 años, imaginó un proyecto de ser humano, un proyecto antropológico cuyo horizonte utópico es que podamos pensar lo que queremos y decir lo que queremos, en términos absolutos. A esto aspira, según Black, la sociedad que fundó Occidente, sobre la base de los derechos y garantías otorgados a los ciudadanos frente al poder del Estado. Por eso, es problemática toda restricción a publicar o a decir lo que se quiere. El otro argumento del juez Black es más audaz que el anterior. Él sostiene que no hay nada que garantice más la seguridad del pueblo americano que la libertad de expresión. ¿Qué está diciendo este fallo? ¿Cuáles son los principios o las premisas que están detrás de las afirmaciones de Black?
Se le otorga al periodismo una cantidad de prerrogativas, si queremos de fueros, que no son privilegios para los periodistas. Son garantías que la sociedad se da a sí misma, porque en la medida en que se restringe la capacidad de expresión del periodismo lo que sucede es que se apaga la luz y la sociedad empieza a funcionar como si estuviera en una habitación a oscuras. Por lo tanto, como cuando uno está a oscuras, cualquier cosa puede pasar.
Es decir, que los derechos que se le asigna en las constituciones a la prensa, respecto de las garantías para poder expresar lo que quiere y garantizar el secreto de la fuente, son prerrogativas que se da la sociedad en sí misma frente al Estado, que tiende siempre a restringir.
¿Por qué estamos hablando de esto? Porque está en discusión la actividad periodística de Luis Majul, a quien un sector del kirchnerismo acusa de haber dado información que afectaba a Hugo Moyano proveniente de los servicios de inteligencia durante el gobierno de Mauricio Macri.
Majul explica que nunca trató con servicios de inteligencia. Eso no importa. Tampoco importa quién le daba la información o qué intención tenía él al publicarla. Lo que importa es que Majul, como cualquier otro periodista, está en todo su derecho de recibir info

Se está discutiendo en la Argentina un problema que es muy antiguo entre nosotros, que recorre buena parte del período democrático, por lo menos desde los últimos 20 años: la relación entre el espionaje y la política. Ahora, dentro de ese marco de discusión, el papel de la prensa, el funcionamiento de la prensa en relación con la política.
Voy a mencionar una historia que no están obligados a conocer. Daniel Ellsberg es un técnico que en 1971 trabajaba en Washington, en una agencia técnica, ligada al Pentágono. En ese año tomó la decisión de compartir con los periodistas de The New York Times más de 40 legajos con información sobre todo lo que había estado ocurriendo en el comportamiento de los Estados Unidos, del Pentágono, de las fuerzas militares estadounidenses en la guerra de Vietnam. Era un inventario importantísimo de irregularidades.
Al recibir estos documentos, The New York Times fue publicando notas en una serie que pasó a la historia como «Los papeles del Pentágono». Estamos hablando de un país en guerra y un periodismo que reveló irregularidades del propio país durante esa guerra. Aquello hizo tambalear al gobierno de Richard Nixon y terminó en la Justicia convirtiéndose, probablemente, en la causa más importante de la historia acerca de las relaciones entre el poder y la prensa, el estado y la prensa, la política y la prensa. La causa fue caratulada «Estados Unidos vs. The New York Times» y los jueces sentenciaron que el diario tenía derecho a dar esa información.
En aquel fallo hay un voto ejemplar, muy interesante de leer, que es el del juez Hugo Black. Entre sus muchos argumentos, hay dos que llaman la atención por lo extremos, por lo exagerados. O por lo utópicos. El primer argumento de Black es que la civilización occidental, en los últimos 300 años, imaginó un proyecto de ser humano, un proyecto antropológico cuyo horizonte utópico es que podamos pensar lo que queremos y decir lo que queremos, en términos absolutos. A esto aspira, según Black, la sociedad que fundó Occidente, sobre la base de los derechos y garantías otorgados a los ciudadanos frente al poder del Estado. Por eso, es problemática toda restricción a publicar o a decir lo que se quiere. El otro argumento del juez Black es más audaz que el anterior. Él sostiene que no hay nada que garantice más la seguridad del pueblo americano que la libertad de expresión. ¿Qué está diciendo este fallo? ¿Cuáles son los principios o las premisas que están detrás de las afirmaciones de Black?
Se le otorga al periodismo una cantidad de prerrogativas, si queremos de fueros, que no son privilegios para los periodistas. Son garantías que la sociedad se da a sí misma, porque en la medida en que se restringe la capacidad de expresión del periodismo lo que sucede es que se apaga la luz y la sociedad empieza a funcionar como si estuviera en una habitación a oscuras. Por lo tanto, como cuando uno está a oscuras, cualquier cosa puede pasar.
Es decir, que los derechos que se le asigna en las constituciones a la prensa, respecto de las garantías para poder expresar lo que quiere y garantizar el secreto de la fuente, son prerrogativas que se da la sociedad en sí misma frente al Estado, que tiende siempre a restringir.
¿Por qué estamos hablando de esto? Porque está en discusión la actividad periodística de Luis Majul, a quien un sector del kirchnerismo acusa de haber dado información que afectaba a Hugo Moyano proveniente de los servicios de inteligencia durante el gobierno de Mauricio Macri.
Majul explica que nunca trató con servicios de inteligencia. Eso no importa. Tampoco importa quién le daba la información o qué intención tenía él al publicarla. Lo que importa es que Majul, como cualquier otro periodista, está en todo su derecho de recibir información de quien quiera. Fíjese lo que dice el juez Black: no hay ningún secreto, ni aquel que podría establecerse en función de la seguridad de una Nación en guerra, que pueda anteponerse a la libertad de expresión que se canaliza en el trabajo de la prensa.
La formas en que se ejerce esta crítica o este ataque sobre Majul también son importantes ¿Por qué? Porque se realizan desde un medio, que es C5N, cuyo propietario es Cristóbal López, un hombre que tuvo y tiene un gran enfrentamiento con el gobierno anterior y que estuvo detenido con prisión preventiva.
A través de un programa de ese medio se realiza esa crítica, donde la presencia de Hugo Moyano es muy visible, entre otras cosas porque está como columnista el abogado de Moyano.
¿Cuáles son las relaciones entre Moyano y Cristóbal López? Las ignoro. Lo único que sé es que en el mercado del correo dicen que ambos podrían asociarse para capturar OCA, un correo privado con graves problemas en la AFIP, como los que tiene López, y que debe ser rescatado de alguna u otro manera, y donde Moyano tiene intereses muy importantes.
¿Pero adónde estoy yendo con todo esto? A que parecería que hay una asociación entre Moyano y López para fundar algo que el líder sindical pidió y no le dieron: el ministerio de la venganza. Tendrá que hablar con Cristina Kirchner y Alberto Fernández sobre por qué no le dieron un ministerio. Pero lo que sí parece tener es el canal de la venganza.
¿Hasta dónde esto tiene que ver con la utilización de un juez? No lo conocemos, lo sabremos con el paso del tiempo. Lo que sí sabemos es que hubo un juez, Federico Villena, que comenzó a investigar el comportamiento de la AFI, la antigua SIDE, en tiempos de Macri, en una línea muy asociada a las necesidades procesales de Moyano para demostrar que lo que sobre él había era una persecución en la que intervenía el gobierno anterior y los servicios de inteligencia del exmandatario.
Villena realizó allanamientos, detuvo personas que eran filmadas mientras eran detenidas, del mismo modo que le ocurrió al exvicepresidente Amado Boudou aquella vez que lo mandó a detener el juez Ariel Lijo.
Se detuvo gente y se hicieron procedimientos que no se le comunicaron a la fiscal, Cecilia Incardona. Y todo esto era festejado por un sector importante del kirchnerismo. Ahora vamos a ir ingresando en una zona de grandes contradicciones. El juez federal de Lomas de Zamora Federico Villena, subrogante de ese juzgado, porque concursó para uno de Moreno, se convirtió en una especie de héroe del kirchnerismo y siguió avanzando en la investigación. Hasta que se empieza a notar que investigando a una banda de espías, que eran los que aparentemente perseguían a Moyano y realizaban otras tareas de espionaje, el juez Villena iba a terminar investigándose a sí mismo.

¿Por qué? Porque estaba sospechado de haber trabajado con esa banda de espías para introducir cámaras de televisión en los pabellones de la cárcel de Ezeiza donde estaban alojadas figuras del kirchnerismo, por ejemplo, con la excusa de filmar a un narcotraficante, Segovia, que también estaba en ese pabellón.
Asimismo, Villena está acusado de haber realizado escuchas en el teléfono de ese pabellón, por donde hablaba el narcotraficante, pero donde también lo hacían los demás presos ligados a la administración de Néstor y Cristina Kirchner. Todo este material habría ido a la AFI y no habría sido destruido como correspondía que se hiciera, si es que se trataba de escuchas que estaban afuera de cualquier marco legal.
Curiosamente estas debilidades, irregularidades, no sabemos si delitos de Villena produjeron un gran escándalo en la época de Macri y mucha gente del kirchnerismo se indignó frente a esto. Un tema del cual hablamos en Odisea, mientras ocurrían los hechos, es decir, durante el gobierno anterior.
Hay algo curioso: nadie llevó a Villena al Consejo de la Magistratura con una denuncia. Cuando el kirchnerismo llegó al poder da la impresión de que, con la fuerza que otorga el poder, pretendió aprovechar las debilidades del juez.
Y, aprovechando la fragilidad de Villena por todas estas irregularidades, lo dieron vuelta y lo usaron para investigar lo que hacía la AFI de Macri. No estoy diciendo que lo que hacía la AFI de Macri fuera correcto, lo que digo es que la debilidad y, si voy incluso a un extremo, la corrupción de los jueces parece estar en función o ser aprovechada por la guerra política.
Un problema habitual. Antes que tener un juez transparente e independiente, se prefiere a un magistrado débil, porque así es más dócil y lo puedo usar un día para atacar a mi rival. Y el día que mi rival obtenga el poder va a usar el mismo magistrado para atacarme a mí. Algo que viene ocurriendo desde hace tiempo en la democracia argentina, eminentemente en Comodoro Py.
Villena finalmente fue correctamente desplazado, por la Cámara Federal de La Plata. ¿Qué se dice de él ? «Cuidado porque si Villena está investigando esta causa se va a terminar investigando a sí mismo». Porque además de darle legalidad o hacer esas operaciones clandestinas de espionaje sobre los presos, que eran filmados hasta en escenas íntimas cuando recibían visitas familiares, espiaba también con la excusa del G-20 al Instituto Patria y a la expresidenta en ese momento, hoy vice, Cristina Kirchner.
Lo curioso de todo esto es que no solamente el kirchnerismo se olvida de los pecados de Villena y pretende utilizarlo o aprovechar la necesidad que tiene de salvarse a sí mismo para conservar su juzgado, que lo tiene de modo provisorio, sino que gente ligada a Macri dice que Villena no puede investigar porque no es un juez probo, sino uno que espiaba a la expresidenta y a presos del gobierno anterior.
Estamos hablando del nivel menos diez de la institucionalidad argentina. Ahora, hay algo en todo esto que me interesa destacar, probablemente lo más relevante. Básicamente los principios, las reglas, las leyes están pensados para que tengan carácter universal. Es decir, para que valgan siempre y para todas las personas. Lo que está mal que hiciera Villena durante el gobierno de Macri está mal que lo haga durante la administración de Fernández.
Y en otras palabras, lo que estaba mal que hiciera Macri durante su gobierno, también lo estuvo con Néstor o Cristina durante sus mandatos anteriores. Está mal perseguir periodistas por parte del kirchnerismo, que tiene con la prensa una relación muy conflictiva, que inclusive en muchos casos viene de una raíz ideológica. Hay toda una corriente de pensamiento que supone y cree que la libertad de prensa es un ideologema, una coartada de los grupos dominantes para ejercer el poder. Es una teoría. Hay mucha gente ligada a Cristina Kirchner que piensa esto, que piensa que es un mérito pelearse con la prensa. Pero admitamos que la libertad de prensa está garantizada por la Constitución y es una regla general hoy en la Argentina.
Lo que se le reprocha a los Kirchner en términos de libertad de prensa se le tiene que reprochar también a Mauricio Macri, si es que cometió alguna irregularidad en ese sentido o algún agravio a la libertad de expresión.

Me quiero referir a un caso del que lamentablemente se habla poco, que es el de Hugo Alconada Mon, un gran periodista de investigación, que fue seguido, filmado, investigado en su domicilio en La Plata. Se hicieron controles también sobre el domicilio de sus padres. Y todo esto forma parte y hay constancia en un expediente judicial que es el que fue constituyendo el juez Villena hasta que lo relevaron. Lo más importante de lo que le ocurrió a Alconada es que, en ese momento, estaba investigando a Gustavo Arribas, el jefe de la AFI. Investigaba qué conexiones podría haber entre el Lava Jato brasileño y Arribas (que vivió en Brasil durante más de 15 años).
La teoría que está circulando en algunos medios y en el ambiente político de estos espías que seguían a periodistas, a la oposición, a Cristina Kirchner, a políticos del propio Juntos por el Cambio como Larreta, Vidal, Monzó, Massot, Santilli, es que eran cuentapropistas. En el caso de Alconada, hay que dudar mucho de que lo fueran porque daría la impresión de que había un interés muy marcado de parte de Gustavo Arribas, íntimo amigo de Macri, de seguir a Alconada y saber qué estaba haciendo. No sabemos si para descubrir cuáles eran sus fuentes o para encontrarle alguna mancha en la camisa y después extorsionarlo. Importantísimo: lo hacían con nuestros impuestos. Esos fondos reservados que no sabemos ni cuántos son, lo pagamos nosotros. Lo de Majul es grave y lo de Alconada es gravísimo. Las dos cosas son gravísimas.
Lo interesante políticamente de este problema es que genera una contradicción, un ruido mental en un país dividido en dos. Pero, ¿cómo? El kirchnerismo, Néstor y Cristina Kirchner, tan distinto de Macri. Macri tan distinto de Cristina Kirchner. Son enemigos, los tengo en dos lugares distintos del cerebro, son blanco y negro. ¿Hay un punto donde se parecen? Un punto delicado, las relaciones con la prensa o con algún sector de la prensa o la reacción cuando están incómodos frente a la prensa. ¿Pueden ser parecidos? Sí.
El domingo salió una nota muy interesante de un gran intelectual mexicano, Enrique Krauze, en The New York Times, hablando de la visita que va a realizar López Obrador a Estados Unidos. Krauze dice: «Es difícil entender este tema, porque lo que estoy contando en esta nota es el parecido entre López Obrador y Trump, parecido que nadie da por supuesto porque damos por sentado que están en mundos muy distintos, que son el día y la noche». Bueno, estas continuidades entre cosas que en la superficie parecen tan distintas, son muy difícil de capturar y muy perturbadoras porque hay una manera muy fácil de estar tranquilo, que es: «Todo el mal lo hace el otro, en mi grupo no hay contradicción. Mi grupo es todo bien, el otro todo mal. Que haya una salpicadura de lo otro en lo mío me genera un ruido con el que no quiero convivir, que no puedo tolerar». Este es un problema de muchas sociedades. También de la argentina. Entonces, a las reglas generales las suspendemos. A los principios los ponemos entre paréntesis, y seguimos personas, o armamos facciones donde nos atribuimos como grupo una superioridad moral respecto del otro grupo.
De todo esto que pasó, todos los seguimientos me llama la atención algo: aparentemente, según lo que estarían investigando los jueces, había seguimientos o vigilancias sobre la hermana del presidente Macri. Yo me pregunto: ¿Hay algún cuentapropista tan audaz de ir a curiosear en la casa de la hermana del presidente sin que nadie con mucho poder lo mande? Me queda la sospecha. No sé qué piensa usted.
Esto es delicado porque a Macri se le advirtió todo esto. Me consta. A Arribas se le advirtió todo esto. Me consta. Hay una causa judicial, por supuesto dormida, en el juzgado de Rodolfo Caniboca Corral donde se acusa a la AFI y la AFI además pide ser autoinvestigada por espionaje clandestino. Es decir: si hubieran prestado atención a aquello que se les decía en 2017, tal vez se hubieran salvado de esta investigación sobre lo que estaba sucediendo en 2018. María Eugenia Vidal fue a hablarle a Macri de que había detectado, en escuchas de narcotraficantes que hacía la Policía en el conurbano, a gente de la AFI mezclada en esas escuchas. ¿Eran estos que ahora aparecen asociados a narcotraficantes en la causa que seguía el juez Villena y ahora sigue con la fiscal Incardona y el juez Auge? Todo esto se sabía y hubo una irresponsabilidad total y una impericia total.
El fundador del Mosad, Reuven Shiloah, decía algo muy interesante: «Lo peor hay que hacerlo con los mejores». La zona del espionaje es una zona sin control. Hay fondos reservados, secretos de Estado, es como una caja negra donde lo legal se convierte en ilegal y lo ilegal en legal. Es una zona secreta, subterránea de la democracia, que, salvo que haya un control político muy marcado y que esté manejado por gente muy honorable, tiende a desbordarse. Esto es lo que pasó. Cuando Macri le explicó a Laura Di Marco en aquel libro-reportaje por qué lo había puesto a Arribas al frente de la AFI, dijo: «Porque se sabe todas las trampas». Y no hacían falta trampas. Trampa es lo que sobra. Hacía falta ley.
Ahora es casi cómico todo esto. Estos espías tan poco presentables que dejaron toda la información en los celulares, para que el próximo gobierno lo pudiera ver. Parece una película del Super Agente 86. Pero no es cómico. Porque en el fondo de este problema de la calidad del espionaje, y de las garantías de investigación y de corrección que pueda ofrecer la Justicia Federal en la Argentina, hay dos atentados terroristas (el de la Embajada y el de la AMIA); hay avance del narcotráfico; hay todo tipo de delito complejo, sobre todo en las grandes áreas urbanas; hay la corrosión de la droga, sobre todo entre los más pobres. Todo esto tiene que ver con un sistema de seguridad, de Inteligencia, de Justicia Federal tan deficiente que se va convirtiendo de a poco en una ciénaga. Entonces no es un problema solamente de la clase política, o de los periodistas que están mirando detrás de una cerradura. Es un problema de la sociedad y sobre todo de los sectores más vulnerables.
Estas fragilidades se utilizan normalmente, como señalamos en el caso de Villena, para ejercer venganza, no para ejercer justicia. Raúl Alfonsín decía algo muy sabio: «La política se dedica al presente, eventualmente al futuro. La Justicia, al pasado. Cuando la política se dedica al pasado estamos en problemas, porque normalmente lo que hace es buscar venganza a través de resortes judiciales que están flojos». Nosotros tenemos una política dedicada a la venganza a partir de la operación judicial desde hace demasiado tiempo en la Argentina.
En este clima se genera, por supuesto, una tensión creciente. Todo lo que entra en esta escena, en esta dinámica discursiva se clasifica como blanco y negro. Todo pasa a ser sospechoso. El último episodio: el asesinato de Fabián Gutiérrez, el exsecretario de Cristina Kirchner, que fue denunciado por la oposición inmediatamente como si fuera un crimen de Estado. Y cuando el Gobierno dice que es un crimen común, un caso policial, la oposición contesta: «Ustedes nos acusaron de lo mismo con el caso Maldonado». Es casi una chiquilinada. Jugando con muertos.
Estas tensiones, esta dramatización del debate tiene un efecto político. Favorece a Mauricio Macri y a Cristina Kirchner en una gran polarización. Y perjudica obviamente a Alberto Fernández, en la medida en que el poder de Cristina se potencia, y a todos aquellos que, como parte del radicalismo, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, etc., quieren introducir dentro de Juntos por el Cambio un debate respecto de la experiencia Macri.
Macri va a hacer probablemente esta semana, tengo entendido que el miércoles, un relanzamiento de su persona con una entrevista que va a ser muy interesante de leer, de presenciar. Se la va a hacer Mario Vargas Llosa. Se relanza el expresidente en un momento en el que está muy acosado por el oficialismo. Todo el embate sobre él empezó hace más o menos cuatro jueves, en aquella reunión de tres horas de Cristina Kirchner con Alberto Fernández, cuando la vicepresidenta le dijo al Presidente: «Mirá, hace seis meses que estás en el poder, mis causas siguen abiertas, mis hijos tienen las cuentas inmovilizadas, yo sigo bajo el escarnio, y no hay ningún macrista pisando los tribunales». A partir de ahí empezó curiosamente toda esta avalancha judicial.
Mientras la clase política está enredada en este juego, la sociedad argentina ya está en una crisis económica delicadísima. Hay dos formas de organizar el tiempo que resultan engañosas. La primera es decir que «vamos hacia una crisis». No, la crisis ya está. La otra es decir «cuando llegue la pospandemia». No sabemos cuándo va a llegar la pospandemia. No sabemos qué es la pospandemia. No sabemos si no vamos a entrar y salir de la cuarentena todo el tiempo. Lo que sabemos es que hay un derrumbe de la economía, del empleo, y que el pico todavía no llegó, pero empieza a asomarse en zonas complicadas como la provincia de Buenos Aires donde hoy hubo más de 50 muertos.
Sobre todo ahí se está sintiendo la caída de la actividad y el empleo. La información oficial de empleo que surge de la Anses indica que, de abril del año pasado a abril de este año, ha habido una caída de 400 mil puestos de trabajo. En abril, contra marzo de este año, cayeron 140 mil puestos de trabajo en relación de dependencia: 128.000 pertenecen al sector privado. Hubo 10 mil puestos de trabajos perdidos relacionados a trabajos domésticos. En el sector público hubo solo 2 mil casos de caída del empleo.
Estamos en la crisis, la pregunta es no solo cuándo se sale sino, como me dijo un amigo economista, qué velocidad tendrá la Argentina en la recuperación. En estos días se está discutiendo el arreglo de la deuda, que es una condición importantísima.

Uno de los economistas más importantes para los que siguen de cerca los mercados emergentes, que es Mohammed El-Erian, publicó una nota en Bloomberg elogiando la propuesta de Martín Guzmán. Aclara con toda honestidad que él es asesor del fondo Gramercy, que es uno de los que aceptó.
Hoy hubo una reunión en New York, no sabemos el resultado, de los otros fondos, como BlackRock, Fidelity, Templeton, Pimco, que son los que tienen una posición muy importante de bonos y pedían más.
Hay que decir que los fondos que aceptaron habían empezado pidiendo 62 dólares de Valor Presente Neto (NPV), y retrocedieron hasta 55, lo que es un mérito de la negociación. Pero, ¿los grandes van a aceptar ese valor? ¿Tienen algún estímulo tan importante como para romper e ir a tribunales en vez de incorporarse al acuerdo que ofrece Guzmán? Signo de pregunta.
¿Qué importa de todo esto? Que al ceder 15 mil millones de dólares en la negociación la Argentina se puso fuera de lo que el FMI decía que era el margen de sustentabilidad para la deuda. El Fondo establece que el país tiene que hacer un ahorro en su deuda entre 80 mil y 50 mil millones de dólares. Para toda su deuda: la de jurisdicción local y la de jurisdicción New York.
Pero, según los especialistas, ahora estaría en un ahorro menor a los 50 mil millones de dólares. Alrededor de 45.000 millones. Esto preocupa al Fondo porque, además de ser árbitro, también es acreedor. En el Fondo se preguntan de dónde van a salir esos 5 mil millones restantes. Posiblemente Guzmán se diga a sí mismo: «De ustedes». Ustedes van a tener que desembolsar 5 mil millones de dólares más de aquellos que se habían desembolsado con Macri.
Y allí empieza la gran discusión que abre los siguientes interrogantes: ¿Cuál es el plan económico? ¿Cuáles son las reformas que le permitirían a la Argentina acceder a ese financiamiento del Fondo y renegociar los vencimientos con ese organismo?
La incógnita más inquietante es: si ese programa que va a incluir una reforma previsional, ajustes impositivos, o recortes en el gasto para alcanzar metas de déficit, va a ser aprobado por el Instituto Patria. Guzmán calcula que la del FMI es una negociación de, por los menos, cuatro meses. Detrás de esa discusión asoma la pregunta sobre quién manda.
Si manda Cristina con una economía con más Estado, o lo hace Fernández con un modelo que, se supone, está más a favor de la inversión privada. Si la cuerda de la política se tensa y se fortalecen Cristina y Macri, la discusión con el Fondo la va a manejar la vicepresidenta y no Fernández. Acá es justamente donde se cruza la economía con el poder, con la política y con la polarización que sigue o

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