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Pedro Castillo asume el poder en Perú en medio de incógnitas sobre su agenda

El maestro de escuela jurará como jefe de Estado de un país políticamente inestable y con un discurso que pasó de extremista a moderado, pero sin despejar dudas sobre la orientación de su gobierno

El dirigente de izquierda Pedro Castillo asumirá hoy la presidencia de Perú, inaugurando un nuevo período tras un tumultuoso ciclo comenzado en 2016 que vio cuatro mandatarios en cinco años.

Castillo jurará la jefatura del Estado como vencedor de una carrera presidencial de dos vueltas en la que fue finalmente declarado ganador la semana pasada por el Jurado Nacional de Elecciones, que convalidó su victoria del ballottage.

La asunción coincidirá con la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Perú, proclamada el 28 de julio de 1821 por el general José de San Martín, durante su campaña libertadora.

Tras la toma de mando de hoy, Castillo viajará mañana a la ciudad de Ayacucho, 350 kilómetros al sudeste de Lima, para realizar un juramento simbólico en la pampa de la Quinua, lugar de la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, que determinó la independencia.

Más de 2000 policías tendrán la tarea de proteger a los dignatarios extranjeros que participarán de la ceremonia de asunción de esta mañana en Lima, entre ellos el presidente Alberto Fernández y otros líderes latinoamericanos, así como el rey Felipe VI de España.

“Quiero reiterar mis felicitaciones a Pedro Castillo, quien fue elegido democráticamente y proclamado presidente de nuestros hermanos del Perú”, señaló el argentino.

El nuevo mandatario, docente rural y líder sindical sin experiencia en la dirigencia política, consiguió la adhesión de millones de votantes postergados durante la onda expansiva del país de más de dos décadas, y que vieron agravarse sus dificultades con la pandemia.

Tras presentar un ideario de reivindicación social expresado en proclamas, como la “nacionalización” de las riquezas, y la promesa de reformar la Constitución para darle más peso económico al Estado, Castillo moderó su discurso y lo acercó más al centro.

Expectativas
La expectativa sobre el curso que tomará su gobierno está ahora puesta en la designación de sus miembros de gabinete, en especial del titular del Ministerio de Economía, que al menos en principio se vislumbra está en manos de un moderado.

La semana pasada, Castillo, de 51 años, se desmarcó del presidente venezolano Nicolás Maduro al descartar que su gobierno fuera a copiar “modelos” extranjeros. “Rechazo rotundamente que vayamos a traer modelos de otros países. No somos chavistas, no somos comunistas, no somos extremistas, menos somos terroristas”, dijo Castillo, en respuesta a las especulaciones sobre un remake chavista.

El programa del flamante presidente no tiene “nada que ver con la propuesta de Venezuela”, dijo su principal asesor económico, Pedro Francke. Los temores, sin embargo, subsisten por la potencial e imprevisible influencia de Vladimir Cerrón, jefe del partido Perú Libre que lo llevó al poder, de línea declaradamente marxista-leninista (ver aparte).

“El desafío más grande de Castillo es no defraudar a la gente que necesita respuestas rápidas, porque está sin trabajo y tiene hambre, o corre peligro de muerte por el Covid-19”, señaló el analista Hugo Otero.

Perú fue duramente golpeado por la pandemia: acumula más de dos millones de contagios y casi 200.000 muertos, siendo el país con mayor tasa de mortalidad del mundo por el coronavirus, con 603 decesos cada 100.000 habitantes.

Además, las largas restricciones decretadas en 2020 causaron la pérdida de dos millones de empleos y sumieron al país en la recesión. El PBI cayó 11,12%.

También está en el aire qué dirección tomará su política exterior, luego de largos años de gobiernos conservadores cercanos a la derecha regional y a Estados Unidos. El jefe de la diplomacia norteamericana, Antony Blinken, felicitó a Castillo en una llamada donde le expresó el deseo de la Casa Blanca de que tenga “un rol constructivo” respecto de Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Blinken “felicitó al pueblo de Perú por su proceso electoral, indicio de una democracia fuerte y vibrante”, dijo el vocero del Departamento de Estado, Ned Price. También “agradeció a Perú por su apoyo respecto de la crisis de Venezuela y expresó su esperanza de que Perú continúe jugando un rol constructivo al abordar las deterioradas situaciones en Cuba y Nicaragua”.

El nuevo jefe del Estado, que siempre luce un sombrero blanco de copa alta típico de los campesinos de su natal Cajamarca, en el norte del país, es un conservador católico contrario al aborto y las uniones entre personas del mismo sexo.

Esa moral conservadora fue su único punto de coincidencia con la derechista Keiko Fujimori, su rival derrotada de la segunda vuelta, que de ahora en adelante será probablemente una de sus más aguerridas detractoras desde la oposición.

La gobernabilidad será otro reto del nuevo gobernante, tras una polarizada campaña electoral y las convulsiones políticas del último quinquenio, que condujeron a Perú a tener tres presidentes en cinco días de noviembre de 2020.

“Castillo tiene que posicionarse rápidamente como presidente de todos los peruanos y ya no como el presidente de la mitad de los peruanos”, dijo la politóloga Jessica Smith. “Gobernar para un país llamando a la unidad va más allá de los discursos; eso tiene que traducirse en hechos y gestos concretos”, agregó la analista.

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