Opinión

AnálisisMama Coca, blanca y radiante

Por Mateo Saravia*

Lo que otrora representaba una planta sagrada para la civilización prehispánica de los incas, hoy devino en una tragedia impensada para aquellas civilizaciones. La cocaína, alcaloide derivado de las hojas del arbusto de coca (erithroxylum coca), representa un flagelo no sólo por los consabidos efectos orgánicos que ocasiona, sino más bien por los graves efectos morales que viene despertando en nuestra sociedad.

El proceso de su producción como el largo peregrinar del producto hasta su comercialización y destino final hacen de esta sustancia, un instrumento social, económico y hasta político, en donde convergen todas las caras de una misma moneda. Así es que el avance del narcotráfico representa el retroceso de los estados soberanos y a su vez el surgimiento del narcoestado, perversa inspiración que viene modelando a los políticos latinoamericanos. No es el resultado de la mera incapacidad o impotencia por parte de quienes rigen los destinos de una nación, sino más bien producto de su inmoralidad. Donde hay estado ausente el narcopoder es quien se erige en benefactor del desvalido. Es por ello que su sustrato de acción es la pobreza, ya que sin ella no le es posible reinventar su legitimidad. Por ello su consustanciación con las políticas que invocan remanidas prédicas redentoras (“justicia social”), para hacer de este mecanismo de blanqueo operativo y financiero una depuración moral y patriótica al mejor estilo Escobar Gaviria (quien ofreció el pago de la deuda externa en su país).

Nuestro país no es ajeno al circuito del narcotráfico, si no que forma parte de su ruta, ya establecida desde hace varias décadas, siendo el norte argentino el portal que cedió a su paso. La provincia de Salta, es en parte responsable, directa o indirectamente, de lo que hoy es triste noticia en la ciudad de Rosario de Santa Fe. En el advenimiento de la democracia se vinculó al poder ejecutivo de la provincia con el narcotráfico, pero lamentablemente desde entonces, la construcción de un feudo que aún perdura y se reinventa detrás de mascaradas que responden a un mismo interés de origen, hacen de la política una herramienta concesiva al narcopoder.

La cooptación de los medios de comunicación, la desintegración de los partidos políticos y la abolición de la división de poderes, pilar imprescindible de toda república, dejan traslucir los signos y síntomas patognomónicos de una democracia enervada y sometida a las nuevas oligarquías del tercer mundo.

La liberación de nuestra frontera con el vecino país de Bolivia y Paraguay nos revela una deliberada intencionalidad que favorece la fluidez del comercio clandestino. La connivencia por parte de los controles fronterizos para con el narcotráfico hacen de la omisión una oportunidad de este sórdido negocio. La Radarización de la frontera durante la presidencia de Mauricio Macri fue un impulso decisivo que marcó con claridad la dirección de las políticas de soberanía nacional y la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, la Estación Radar Tartagal, hoy no vigila ni controla el espacio aéreo por no disponer del radar que se había instalado para detección de narcovuelos y vuelos ilegales. En sus últimas visitas a la provincia de Salta, la ex ministra de seguridad Patricia Bullrich destacó la permeabilidad de nuestras fronteras resultado del abandono y la desidia.

Ahora bien, Rosario de Santa Fe viene a mostrarnos la inobservancia que nutre y consolida una forma de vida cada vez más afianzada en nuestra sociedad. Son por ello llamativas, tal vez reveladoras, las recientes declaraciones del presidente Fernández quien, a meses de culminar su mandato, declama en tono imperativo y apremiante la convocatoria de la milicia para determinaciones más bien inspiradas en inquietudes de orden municipal o tal vez urbanísticas que a combatir el crimen organizado. Para colmo y de remate, haciendo honor a tanta riqueza de percepciones, el actual ministro de seguridad Aníbal Fernández, aquel a quien siendo intendente de Quilmes y encontrándose prófugo de la justicia por denuncias de corrupción, en una pesquisa se le halló medio kilogramo de cocaína, con patético cinismo hoy se declara vencido por el narcotráfico, expresión a la que bien cabría como respuesta otra letárgica declaración presidencial: “evidentemente algo más habrá que hacer…”

Todo lo expuesto debe sustraernos como sociedad a una profunda reflexión y hacer del soberano, el hacedor y responsable de sus destinos. Ello exige de un severo acto de contrición que permita alumbrar las habituales tinieblas del cuarto oscuro, para evitar la inminente transmutación de las urnas electorales en urnas cinerarias.

  • Mateo Saravia es médico y dirigente de la UCR

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