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Rugby ChampionshipLos Pumas se desplomaron en el segundo tiempo y cayeron ante los Wallabies

Ganaban 31-7 en el primer tiempo con un gran nivel. Pero se quedaron en el complemento y reacionó Australia quedándose con el triunfo 45-34.

¿Cómo se puede cambiar tanto de un tiempo a otro? ¿Cómo puede un equipo tener dos caras tan diferentes y mostrar 40 minutos tan buenos y otros 40 tan malos? ¿Cómo se puede ser tan irregular como para desperdiciar una ventaja de 24 puntos y terminar perdiendo por 11? ¿Cómo se puede pasar de dominador a dominado en un suspiro? Todas esas preguntas surgieron en la noche salteña. Y todas ellas tienen una explicación -o muchas- tras el 45 a 34. Esa única respuesta hay que buscarla por el lado de la inestabilidad mental de Los Pumas que fue, otra vez, alarmante. Y peligrosa.

Aunque lo que se busca en este inicio del proceso de Mario Ledesma es la consolidación de una idea y de un sistema de juego, el resultado, en este caso, no puede quedar sólo en una anécdota. Porque se perdió un partido que se tenía ganado. Porque se manchó todo lo bueno que se había hecho (victorias ante Sudáfrica y Australia como visitante incluidas). Y porque la derrota, indudablemente, es una de las más dolorosas de los últimos tiempos para el seleccionado argentino. En el Rugby Championship hay que compararla con aquella de Soweto. Es cierto que aquel 73-13 de la primera fecha del torneo de 2013 fue una paliza desde el resultado, pero esta fue una piña de nocaut tan efectiva y demoledora como aquella ante Sudáfrica, y de la que no resultará sencillo recuperarse.

La imagen del final, con el cuarto puesto consumado en el torneo cuando Argentina tenía todo para terminar tercera por primera vez con un formato a seis partidos por equipo, fue lapidaria. Nadie se quedó a saludar a los más de 20 mil hinchas que colmaron el Padre Ernesto Martearena. Todos los jugadores quisieron dejar rápidamente el campo para repasar con la almohada lo sucedido. Sí lo pudieron hacer, debe haber resultado tremendo.

Ante la falta de tiempo, los ingleses acostumbran decir que “una semana es muy larga”. Y una semana les demandó a Los Pumas cambiar radicalmente su imagen después de la pobre actuación que habían tenido ante los All Blacks en Vélez. Porque más allá de la endeblez llamativa mostrada por Australia, el seleccionado argentino cumplió una excelente actuación en ese primer tiempo.

Los Pumas golpearon de entrada. Y golpearon dos veces. Sólo habían pasado cuatro minutos y ya Pablo Matera y Emiliano Boffelli habían aterrizado en el ingoal visitante. El equipo funcionaba a pleno, los peligrosos wines Folau y Koroibete eran anulados, los ataques eran con variante, con buenos ángulos y con jugadores lanzados, De la Fuente, Orlando y Moroni resultaban incontenibles, Bertranou ofrecía ubicación, visión y ejecución en sus movimientos, los forwards hacía un partido perfecto en el que sólo el scrum no aparecía firme, se jugaba suelto y sin presión generando rucks de no más de tres segundos de duración, la posesión alcanzaba el 65 por ciento… Todo era a favor de Los Pumas. Que además aumentaban la ventaja con dos tries fenomenales conseguidos por Matías Orlando y Santiago González Iglesias, el reemplazante de Sánchez que ilusionó para convertirse en el sucesor del tucumano en Jaguares.

Pero en el entretiempo, la cámara de la TV instalada en el vestuario de los Wallabies trajo dos imágenes: las de un Hooper enojadísimo con sus compañeros y de un Michael Cheika desencajado. El capitán y el entrenador empezaron a dar vuelta la historia en ese momento y en ese lugar. Cheika hizo cirugía mayor. Por lo que se vería enseguida pidió “atacar todo lo ancho que se pueda” y al rato de haberse reanudado cambió completa a su primera línea. Kepu, Latu y Alaalatoa prevalecieron en el contacto y “rompieron” todo en el juego suelto. Y sus compañeros se contagiaron. En 7 minutos Australia llegó tres veces al try por intermedio de Rodda, Folau y Haylett-Petty y del 31-7 con el que había terminado el primer tiempo se pasó al 31-28 de los 11 del segundo.

Lo que se vio después fue un equipo derrumbado en actitud. Esos Pumas no fueron Pumas. Las nuevas conquistas de Hooper y del bueno de Haylett-Petty decretaron el final. Llamativo por cómo venía la mano. Doloroso por cómo se dejó escapar. Preocupante por cómo se bajaron los brazos sin ofrecer el más mínimo intento de recuperación

 

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