Cultura

Los pasos salteños de la gran escultora Lola Mora

Según vecinos, la artista vivió en Rosario de la Frontera, en una casa que se halla desde hace tiempo en ruinas. Los testimonios orales versus los documentales.

Fines de 1924. Los ojos de la imaginación deambulan en los insomnios. La escultura ha iniciado un mutis por el foro. La fortuna en los años de fama artística tartamudea. De reina a plebeya. Le piden sus consejos para embellecer San Salvador de Jujuy. El gobernador le ofrece un cargo. Lo acepta. Sin embargo, sus propuestas no caminan. Está un poco grande para tolerar la burocracia provincial. La acción es su motor. En una carta le anuncia al ministro de Hacienda que se retirará a Rosario de la Frontera, donde podrán buscarla, cuando “pueda ser útil mi entusiasta actividad para el embellecimiento de la hermosa Jujuy, lo que haré sin interés alguno, siempre que tenga ya (¿todo?) listo para trabajar de inmediato, y vendré con mucho gusto…”

Los desvelos le arriman sueños mineros que la vienen rondado desde 1919: de los esquistos bituminosos, lajas aceitosas, puede brotar el petróleo. Esas “piedras que arden” han enriquecido a empresarios estadounidenses, no a argentinos, timoratos a la hora de invertir. Necesita socios inversores. “Combustibles (problemas resueltos)” se titula el folleto que escribe en 1926, editado en Salta. Julio de 1927, vestíbulo del Hotel Plaza (Salta). “He perfeccionado un procedimiento para extraer y elaborar aceites lubricantes de los esquistos bituminosos”, le dice al poeta Rafael Arrieta, según este consigna, y le muestra luego el folleto, muy buscado por los investigadores.

Meses antes, el 25 de marzo, solicita a la autoridad minera de Salta, junto a Víctor J. Aráoz, el permiso para realizar el cateo de minerales de primera categoría en 1.970 hectáreas en las quebradas de El Toro y Pancho Arias; la búsqueda de las lajas aceitosas se extiende hasta la segunda mitad de 1931.

No existen pruebas

Las noticias que llegan de Rosario de la Frontera sostienen que ella vivió en esa ciudad entre 1926 y 1930, en una casa en Las Bateas, ubicada en la ladera este del cerro Termas. Dado su temperamento indómito, activo, enérgico, es difícil pensar que la escultora tucumana que habría ido a nacer en El Tala, Salta, según voces salteñas, residiera en forma permanente en un lugar que está a unos 11 km del entonces pueblo; sus constantes expediciones mineras a otros lugares habrían hecho complicada su permanencia. Tampoco existen pruebas documentales que testimonien su residencia allí, tanto que entre 1927 y 1930, el Archivo Municipal no la menciona, como tampoco el libro de registros del Hotel Termas, curioso porque dada su celebridad, su presencia no pasaría inadvertida. Sin embargo, sí tenía parientes. Solo relatos orales de antiguos moradores dan cuenta de que la artista vivió allí.

La lenta destrucción avanza impiadosamente en esa casa desde hace años, ante la indiferencia de los rosarinos por la gran artista, que siempre dijo que era tucumana y dejó constancia de ello en su acta de casamiento con Luis Hernández Otero. El lugar de nacimiento puede ser circunstancial y tampoco determinante. Julio Cortázar nació en Bruselas, pero nadie diría que es un escritor belga.

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