Opinión

AnalisisLos Idus de Marzo

Isabel Perón y López Rega

Por Carlos Saravia Day

El gobierno de la presidente Isabel Perón, elegido en comicios inobjetables,en aquél 24 de marzo era derrocado por la decisión de una asamblea de espadas y así se sustituía el principio de legitimidad democrática por la dictadura perpetua, apelando a la fuerza desnuda. Esto no constituía ninguna novedad en el procedimiento, que desde 1930 renovaba espasmos institucionales convertidos en usos. Lo grave resultó en este caso el uso, y no tanto el abuso, que siempre se mira y se siente como excepción, sino el uso del golpe de Estado por su frecuencia y habitualidad, que terminaron formando parte de  la  manera natural de sucederse los gobiernos. La legitimidad electiva no era suelo  seguro para asentar el mando. Se transitaba de la democracia decadente al golpismo aceptado.

Isabel Perón gobernaba como el recuerdo de la mitológica Pentesilea, reina de las amazonas, sentada en un trono de vértigo y marea. En 20 meses vio pasar 38 ministros, en 3 años el terrorismo asesinó a 1.358 personas, a las que había que sumar 445 militantes armados caídos en la lucha. Aproximadamente tres muertos cada dos días.

En su interinato a cargo del Poder Ejecutivo Italo Luder había ordenado aniquilar la subversión. En tanto, la Triple A, creación paramilitar de López Rega, Ministro de Gobierno justicialista. Este nefasto personaje, por un juego del azar y la fortuna, reeditaba al Valido o al favorito de las monarquías. Ana María de Austria tomó por confidente en España a un oscuro personaje llamado Valenzuela, al que le llamaron el “Duende de la reina” o “El espíritu travieso de la reina”. Acá fue conocido como “El Brujo”.

El terrorismo de Estado fue expresión consagrada pero ambigua: había empezado entonces y se encontraba respuesta en el terrorismo de la sociedad. Inicuas simetrías: a la crueldad del cosaco, se oponía la barbarie de la dinamita.

De allí en más se produce una aceleración de la “dramatis personae” y el golpe de Estado se convertía en fatalidad. “Queremos explicar este 7 de marzo por qué el golpe de Estado se nos antoja previsible, aunque  no inevitable y las razones que nos mueven a considerarlo indeseable” decía la revista “Criterio”

La destitución de Isabel Perón era una cuestión de oportunidad: la constelación del poder la había dejado sola. Para los militares el  vacío  de autoridad se confundía con la crisis del Estado. Para la guerilla era una oportunidad de explorar las vías que conducían al poder. Para la Argentina de los partidos políticos no había propuestas alternativas y para la sociedad económica, incluyendo el poder sindical, no había interés en sostener la situación.

La popularidad tiene sus caprichos, le gusta contradecir a sus ídolos.

En un pasaje de sus Memorias, Ángel Gallardo, ministro de Marcelo T. de Alvear, a propósito de la asunción de la segunda  presidencia  de  Yrigoyen, comenta así: “Parece que Alvear lo felicitó al Peludo, porque no disminuía su popularidad, a juzgar por la muchedumbre que rodeaba la Casa Rosada vivándolo. Entonces Yrigoyen le contestó con estas palabras misteriosas que resultaron tristemente proféticas; ‘Pensar que toda esta gente que me aplaude, pronto me odiará’. Alvear me refirió esto después, muy intrigado por lo que quería decir el Peludo al hacer este anuncio”.

Yrigoyen fue recordado, Isabel Perón no.

La gratitud tiene poca memoria con sus ídolos.

Tampoco tiene memoria con la historia. Hoy en día Isabelita ha asumido el papel de cartuja escarmentada en su silencio; ya nadie da la vida por Isabel ni tampoco la recuerda.

En ese momento pocos se sintieron interpretados por el doctor Ricardo Balbín, que se reservaba el derecho de clamar al cielo frente a la  fatalidad del golpe de Estado puesto en marcha. Cumplía así con su palabra de sostener la institucionalidad, que había asumido durante las honras fúnebres de su adversario, y no hacía otra cosa que mantener la misteriosa virtud de  la legitimidad democrática afirmándose en la palabra empeñada.

Después de la asamblea de espadas envainadas vino la tempestad de espadas desnudas y mojadas, hasta convertirse en la asamblea del pandemónium casi por una década.

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