Provinciales

Laguna Las PaicasLaguna Esmeralda: Tan bella como peligrosa

El espejo de agua que causa furor esconde una amenaza aluvional. Volcanes de barro forman al dique que se rompe con las lluvias y van al río Wierna.

Recomiendan mejorar defensas para proteger áreas poblada de Vaqueros y una escuela.

Una vista de la laguna Las Paicas, o Esmeralda, como rebautizaron los amantes del excursionismo al verde espejo de aguas de La Caldera.

Desde hace dos meses, un encanto oculto de Salta se convirtió en la atracción de senderistas, ciclistas y amantes del enduro y las travesías 4×4. Es un espejo de aguas verdes que causa furor en las nacientes del río Wierna, a unos 20 kilómetros al noroeste de la localidad de Vaqueros y a nueve de Yacones.

Miembros de la comunidad originaria Cóndor Huaira la llaman laguna Las Paicas, por la quebrada homónima que enmarca a los dos cursos tributarios de la alta cuenca del Wierna, los ríos San José y de Las Nieves, en los faldeos de Lesser. Con ese mismo nombre, concejales caldereños la declararon «patrimonio natural y cultural» el pasado 18 de octubre, aunque los excursionistas la rebautizaron como laguna Esmeralda.

El sitio se convirtió en un imán que llenó de aventureros -y también de basura- el agreste entorno de fincas privadas, puesteros criollos y nativos de la etnia kolla.

“Urgen defensas para proteger áreas pobladas de Vaqueros y la escuela de Yacones”. Omar Viera, geólogo

El paraíso momentáneo ahora tiene arancelado el acceso a $100, porque los ediles de La Caldera entregaron su administración a los comunitarios de Cóndor Huaira. Ellos, explicó la antropóloga Karla Pérez en una entrevista con Radio Nacional Salta, mantienen a pico y pala el camino que sube por el cauce del río hasta la promocionada laguna que está en su territorio ancestral.

La decisión es ciertamente discutible, porque ninguna comunidad originaria reconocida como tal debería depender de un permiso municipal para ejercer su autodeterminación. Ese, sin embargo, no es el punto más delicado. La encantadora laguna es, en realidad, un dique temporal que producen «volcanes de barro» que se encuentran activos en las nacientes del Wierna.

Los flujos de lodo (mudflow) son procesos de remoción en masa con enorme poder destructivo. De hecho, el cierre de la laguna, que muchos usan de playa, es un inestable muro de rocas y lodo seco. En las imágenes satelitales se ve la magnitud de las coladas que se desprenden de las empinadas y desnudas laderas de Las Paicas y que bloquean los cursos de los ríos San José y De las Nieves en ciclos de entre tres y siete años. Los fenómenos naturales, no obstante, son impredecibles y nadie puede pronosticar la magnitud de los flujos densos y el momento en que las lluvias, crecidas y procesos erosivos marcarán el fin del lago.

“Cuando los deslaves se ponen en movimiento no hay fuerza humana que pueda detenerlos”, Ricardo Alonso, geólogo.

En toda la cuenca quedaron vestigios de los estrepitosos rompimientos que vacían a la laguna, en un santiamén, sobre los crecidos cauces estivales del río Wierna.

Desde 2002 -último año del historial de imágenes satelitales que puede verse en Google Earth- la intermitente laguna no se mostró con la superficie y profundidad que alcanzó en esta primavera. Las coladas depositadas en la junta de los ríos San José llegaron a una altura de 10 metros y hay embalsados unos 90 millones de litros, según estimó el geólogo Omar Viera.

El exrector de la Universidad Nacional de Salta (UNSa) desarrolló en 2015 un exhaustivo estudio sobre la geología, la geomorfología y el riesgo hidrológico de la cuenca.

El catedrático advirtió que detrás del promocionado atractivo de La Caldera hay serios riesgos que deben prevenirse con obras indispensables y concientización.

Ya en las conclusiones del estudio de riesgo hidrológico publicado en julio de 2015, Viera había marcado la imperiosa necesidad de «brindar seguridad a las áreas pobladas de la ribera derecha del río Wierna con obras de defensa apropiadas». También recomendó «reparar y reforzar las defensas que protegen a los pobladores y la escuela de Yacones» con urgencia. Además, para evitar inundaciones en zonas pobladas de Vaqueros, aconsejó encarar, sin demoras, «la construcción de una línea de defensa 2.500 metros de longitud».

Desprotegidos

Lejos de lo esperado, niños y maestros de la escuela albergue de Yacones siguen desprotegidos. En igual situación se encuentran familias que están asentadas cerca de la junta con el río La Caldera, donde se desprendió del curso del Wierna un brazo que formó una isla que carece de resguardos. Una importante franja ribereña del noreste de Vaqueros también está expuesta a las crecidas.

Viera marcó que «existe una notoria asimetría entre las sólidas defensas que exhibe la línea de alta tensión que atraviesa el cauce», rumbo a Chile, «y los discontinuos y débiles terraplenes de grava suelta que pretenden proteger las áreas pobladas de la ribera sur».

El geólogo precisó que los volcanes de barro que forman el dique temporal en el Wierna son tan densos y enérgicos que «pueden transportar sin esfuerzo, en casi flotación, enormes bloques de piedra de varias toneladas». A la par, resaltó que desde la cabecera del río de Las Nieves (Nevado General Gemes) hasta la confluencia con el río La Caldera, el curso tiene un desnivel de 4.200 metros en solo 37 kilómetros. Este gradiente le confiere alta velocidad y gran energía a sus caudales. En una crecida máxima, según estimó Viera, el curso de montaña que detenta una cuenca mayor que la del río Arenales (393 kilómetros cuadrados contra 288) podría alcanzar caudales pico superiores a los 650 metros cúbicos por segundo. Por ello, en su opinión y en la de ingenieros con experiencia, deberían construirse líneas de gaviones (piedra embolsada) de al menos dos metros de altura, sobre colchonetas de seis metros, en remplazo de las endebles defensas que sucumbieron ante crecidas y de otras que quedaron enterradas por la progresiva elevación del cauce con materiales de arrastre.

Dos veces en su vida vio la laguna como está ahora

 En el estudio de geología, geomorfología y riesgo hidrológico desarrollado en la cuenca del río Wierna en 2015, los relevamientos de campo fueron realizados por Javier Cornejo, un vecino de Vaqueros de 67 años.

Desde los tiempos de su infancia, subió más 15 veces hasta la quebrada de Las Paicas y la zona de confluencia de los ríos San José y De Las Nieves.

“Solo en dos oportunidades vi a la laguna con las dimensiones que tiene en estos momentos. La primera vez tenía solo 10 años de edad y la segunda fue hace pocos meses”, reseñó Cornejo, quien insistió en la necesidad de concientizar a los excursionistas sobre los peligros que acechan en las nacientes del Wierna. En este punto, advirtió que las lluvias empezaron a levantar los caudales y a saturar las inestables laderas de las estribaciones próximas al Nevado General Güemes, o de Castilla, como se lo conoce desde antaño.

Hay volcanes de barro activos en el río Wierna

La impredecibilidad y el poder destructivo de los fenómenos de remoción en masa, que son comunes en zonas montañosas de la región, han sido extensamente abordados por Ricardo Alonso, doctor en Ciencias Geológicas, escritor y docente salteño, en su libro “Riesgos geológicos en el norte argentino”, editado en 2011.

Conocidos bajo el nombre generalizado de “volcanes de barro”, son grandes volúmenes de lodo y rocas que se ponen en movimiento pendiente abajo y suelen llegar, en ocasiones, hasta áreas aluviales ocupadas por asentamientos humanos.

Ante la fuerte atracción que ejerce por estos días la Laguna Las Paicas, o Esmeralda, merecen especial atención las descripciones que hizo el conocido científico y columnista de El Tribuno con respecto al proceso que origina los inestables cierres del dique temporal en las nacientes del río Wierna.

“La acumulación de material en las altas cuencas, las lluvias torrenciales concentradas en cantidad de milímetros y corto tiempo, las altas pendientes, la ausencia de vegetación y otros factores climáticos y geológicos concurrentes generan el marco adecuado para que se produzcan estos deslaves”, advirtió Alonso.

“Una vez que se ponen en movimiento no hay fuerza humana que pueda detenerlos. Generalmente, son millones de toneladas de un pastiche de lodo y escombros rocosos que avanza con distintas velocidades, según la lubricación interna y las pendientes. De acuerdo a la relación entre contenido de lodo y rocas se los caracteriza como flujos de barro (mud-flows) o como flujos de escombros (debris-flows). Forman parte de los llamados ‘flujos densos’ y que se conocen bajo el nombre generalizado de ‘volcanes de barro’ en el norte argentino”, puntualizó el investigador que en 2017 se convirtió en el primer salteño incorporado a la Academia Nacional de Ciencias.

Alonso indicó que, por la particular situación física de su densidad y por su pastosidad, “estas coladas de barro pueden arrastrar enormes bloques de cientos de toneladas y del tamaño de una casa, a los que llevan flotando como si fueran corchos en el agua”.

“La geografía del norte argentino, en especial las quebradas afluentes de los grandes cañones de Humahuaca, El Toro, Calchaquí, Las Conchas, Escoipe y otras, enseñan los restos de antiguos cenoglomerados (depósitos de rocas y lodo) que representan a los otrora ‘volcanes de barro’. A veces arrastran con fuerza inusitada barro, troncos, rocas y cualquier otro objeto dando lugar a episodios de inundaciones violentas conocidos como ‘flash-floods’. Chicoana, Tartagal y Vespucio, en Salta, o Palmasola, en Jujuy, fueron testigos del peligroso fenómeno, en todos los casos con víctimas fatales”, recordó Alonso.

 

Fuente: El Tribuno/Antonio Oieni  

 

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