Economía y Negocios

Índice oficial La inflación en la Argentina volvió a ubicarse entre las más altas del mundo, sin perspectivas de una baja importante en 2022

Con el índice oficial de junio, la suba de precios solo quedó superada por países con guerras civiles o conflictos humanitarios; en la región, únicamente por la hiperinflación venezolana
Lejos del paraíso, cerca del infierno, la Argentina volvió a ubicarse en junio en el pelotón de los países con más inflación del mundo, solo superado por naciones que están en guerras civiles o conflictos humanitarios.

El índice de precios al consumidor de junio fue del 3,2% y del 50,2% en el último año; pese a que el Gobierno ensaye explicaciones globales, la fuerte suba de precios en el país parece estar basada en los desequilibrios locales, como lo refleja la gran brecha que se ve con casi toda la región y buena parte del resto del mundo.

En un mundo en el que la inflación volvió a estar de nuevo en la discusión de los bancos centrales por la liquidez desplegada desde el inicio de la pandemia hace más de un año, el mercado observa con atención la respuesta de los gobiernos, especialmente de la Reserva Federal de Estados Unidos y del Banco Central Europeo.

La discusión, al menos en el caso del organismo que preside Jerome Powell, es si la suba de los precios es un fenómeno transitorio -como afirma la Fed- o se trata de los primeros pasos de un mundo en el que, lentamente, habrá inflación y las tasas de interés pueden, en unos años, volver al terreno positivo.

De todos modos, lejos está el panorama de parecerse a la década del 80, donde la Fed de Paul Volcker subía las tasas para controlar los efectos de la tormenta del shock petrolero -y la fuerte expansión monetaria- y los países en desarrollo sufrían cuadros de muy alta inflación, o hiperinflación, como Argentina y Brasil, entre otros.

Casi 40 años después, en junio de 2021, el cuadro de inflación en los países del Grupo de los Siete ha sido el siguiente en los últimos 12 meses: Estados Unidos, 5,4%; Canadá 3,6%; Gran Bretaña 2,5%; Alemania 2,4%; Francia 1,5%, Italia 1,3% y Japón con su deflación, en este caso del -0,1%.

En el caso de otras potencias, en el último año Rusia registró una inflación del 6%, India del 5,2% y China del 1,1 por ciento.

De los países con la tasa mayor de inflación interanual, Venezuela registró el 2615% en junio -según el Observatorio Venezolano de Finanzas- Sudan el 350%, Zimbabue 194%, Líbano 119%, Surinam: 50%, Argentina: 50,2%, Irán 49,5% y Haití el 25 por ciento. En la región, sólo el régimen de Nicolás Maduro y su hiperinflación supera a la Argentina.

En Cuba, país que ocupa el centro de las miradas de buena parte del mundo en estos días, en 2020 hubo deflación del 0,3% en la canasta oficial, pero un número bastante más sombrío en los productos del mercado negro, que son los que resultan accesibles para la mayoría de la población.

Por todas estas razones, la Argentina es un caso especial, de un país que, sin atravesar una guerra civil o un conflicto humanitario, sufre uno de los mayores índices inflacionarios del mundo y sin perspectivas de mejora inmediata, ya que los consultores privados prevén que termine en el 48% este año y ronde el 40% en 2022.

En 2019, la inflación tocó su techo de las últimas tres décadas con el 53,8% en las postrimerías del gobierno de Mauricio Macri, que no supo ni pudo controlar la cuestión. En 2020, con la pandemia y un férreo control de precios, el índice de precios descendió al 36,1%, pero solo para retomar impulso y alcanzar 21,5% entre enero y mayo de este año.

Con el dato de junio, llegó al 25% en un semestre, frente a la ya desactualizada -pero no corregida oficialmente- meta oficial del 29% para todo el año, según el presupuesto nacional que envió al Congreso en 2020 el ministro de Economía, Martín Guzmán.

Los analistas prevén que, a partir de julio-agosto, el dato podría ubicarse entre 2,5% y 3% mensual, con el dólar oficial planchado y las tarifas de los servicios públicos congeladas después de los ajustes de los primeros meses del año, para llegar con menos sobresaltos a las elecciones primarias de septiembre y las nacionales de noviembre próximo.

La mayor incertidumbre estará en el efecto que pueda tener la suba de los tipos de cambio no oficiales, aunque por esta razón el Gobierno aplicó un mayor torniquete en los últimos días, a costa de que, a mayor cepo, más complicaciones para la reactivación económica.

Entretanto, el país ya naturalizó una tasa mensual del 3-4 por ciento en promedio, una cifra que supera la inflación anual de la mayoría de los países para este año.

La divergencia con el mundo

Y, aunque el Gobierno haya expresado que la inflación local tiene raíces globales, pocos hechos confirman esta teoría. Al respecto, Camilo Tiscornia, socio de C&T, explicó a Infobae que “la inflación no se discute a nivel global en la escala que se la debate en la Argentina; es un fenómeno que llegó hasta los 70-80 en el mundo, pero que terminó, luego del shock del petróleo de los 70, vino la política muy contractiva de Paul Volcker que frenó mucho la cantidad de dinero, generó una recesión, pero, a la vez, terminó con la gran inflación. Ahí comenzó un período de moderación que perduró y que, en materia de inflación, no generó más problemas”.

“El fenómeno quedó restringido a países de América latina, que lo fueron superando en la década del 90 y luego se volcaron a regímenes con metas de inflación, por lo que dejaron atrás el problema. Esto se debe a que se aplicó lo que decía la teoría en términos de la relación entre la emisión de dinero y la suba de los precios, que debe ser acompañada por cierta solvencia fiscal. A su vez, exige de un Banco Central independiente, con un comportamiento sistemático, con reglas previsibles, para lograr credibilidad”.

“Esta es la forma en que se bajó la inflación, algo que acá no se logró, salvo en la convertibilidad, que implicaba una extrema rigidez monetaria que exigía un fuerte orden fiscal que no se pudo cumplir y, de ahí en más, nunca se recuperó y entramos en la dinámica inflacionaria que teníamos en los 60 y 70, diferente de la que había en el resto del mundo. Puede haber un rebrote global, pero puntual, porque la credibilidad de los bancos centrales ahora es muy alto en líneas generales”, indicó el economista.

En cambio, “la Argentina tiene un descontrol fiscal brutal que no se corrigió y una economía que está lanzada a la inflación y, como tal, empieza a expandirse por un componente inercial, pese a que no hay una indexación formal relevante. Estamos haciendo todo lo que no hay que hacer y por eso acá hay inflación y en el resto del mundo no”, concluyó Tiscornia.

Ricardo Delgado, director de Analytica, agregó que la diferencia está en que “vivimos con inflación alta hace más de una década y no atacamos ninguna de sus causas en serio: fiscal-monetaria, inercia y expectativas, obviamente todo vinculado; y equivocamos los diagnósticos en todos los gobiernos”.

“Con inflaciones altas no explosivas como esta, las conductas se adaptan y perpetúan el proceso, siempre en escalones más altos”, sentenció Delgado.

Federico Furiase, director de Anker Latinoamérica dijo que “Argentina a diferencia de sus vecinos, tiene problemas crónicos fiscales que los otros dejaron atrás porque lograron un consenso político de todo el arco democrático detrás de un programa macroeconómico orientado a construir una moneda estable, independencia del Banco Central, cuentas fiscales ordenadas y tasa real positiva”.

Esos acuerdos en la Argentina “no están, por lo que el Gobierno opta por el control de precios y salarios, anclando las tarifas, por lo cual tenemos en un mes la inflación que países como Chile, Brasil, Colombia o Paraguay tiene en más de un año”, aclaró Furiase.

En todo caso, en 2022, la Argentina comenzará a transitar su vigésimo año consecutivo de alta inflación, un fenómeno que parecía haber quedado erradicado en el inicio de la convertibilidad en 1991-1992, pero que, como toda ilusión, se desvaneció con el paso del tiempo.

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