Opinión

Análisis La grieta regional: ¿es un golpe de Estado contra Evo Morales o no?

Por Rafael Mathus Ruiz

La salida de Evo Morales del poder en Bolivia profundizó la grieta que divide a América Latina, al provocar una nítida división en la lectura de la caída del líder boliviano: mientras un grupo de países condenó un «golpe de Estado», otros optaron por referirse a una «transición» dentro de los límites de la Constitución.

De un lado quedaron México -que concedió asilo político a Morales-; Uruguay, y el presidente electo de la Argentina, Alberto Fernández, junto a aliados incondicionales del gobierno caído, como los regímenes de Nicolás Maduro, en Venezuela; Miguel Díaz-Canel, en Cuba, y Daniel Ortega, en Nicaragua.

En las antípodas aparecieron Estados Unidos, Canadá, Brasil, Colombia, Chile, el gobierno de Mauricio Macri -para quien, según el canciller, Jorge Faurie, «no están los elementos» para hablar de un golpe de Estado- y el gobierno interino de Juan Guaidó en Venezuela, quien celebró un «frescor de libertad, justicia y democracia desde Bolivia».

Las posturas sobre la caída de Morales replicaron casi de manera calcada las divisiones que ha mostrado la región al discutir la crisis en Venezuela, dominadas, en ambos casos, por el choque ideológico entre gobiernos de izquierda y de derecha.

«La ‘izquierda’ no quiso reconocer el fraude que fue la reelección de Evo Morales. La ‘derecha’ no quiere reconocer el golpe que lo derroca tras llamar a nuevas elecciones. Entre esa izquierda autoritaria y esa derecha golpista, pregunto: ¿dónde quedaron los demócratas?», lamentó en Twitter el analista político mexicano Carlos Bravo Regidor.

La reacción más efusiva despuntó en Washington, en la Casa Blanca. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, celebró en un controvertido comunicado la salida de Morales. Trump «aplaudió» al pueblo boliviano por demandar libertad y al Ejército por «proteger no a una sola persona, sino la Constitución de Bolivia». Otros acusaron al Ejército de violarla. Trump dijo también que la renuncia de Morales «preserva la democracia y allana el camino para que el pueblo boliviano haga escuchar sus voces».

«Ahora estamos un paso más cerca de un hemisferio occidental completamente democrático, próspero y libre», apuntó Trump.

El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, ensayó un complejo equilibrio entre las dos visiones regionales: evitó utilizar el término «golpe de Estado», pero enfatizó en un comunicado su rechazo a cualquier «salida inconstitucional» de la crisis, pidiendo, a la vez, el «respeto al Estado de Derecho». Un día antes, al presentar los resultados de la lapidaria auditoría de los comicios del 20 de octubre que acorralaron al gobierno de Morales, Almagro había pedido que se respetara el fin del mandato del ahora expresidente.

«Frente a la crisis política e institucional en Bolivia, la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) rechaza cualquier salida inconstitucional de la situación. La Secretaría General llama a la pacificación y al respeto al Estado de Derecho», dijo la oficina de Almagro a través de un comunicado, en el que urgió la designación de nuevas autoridades y el pronto llamado a elecciones.

En América Latina, el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil fue uno de los más contundentes. «La palabra golpe se usa mucho cuando pierde la izquierda, ¿verdad? Cuando ganan, es legítimo. Cuando pierden, es un golpe. No entraré en esta narrativa», fustigó el mandatario ultraderechista.

Su canciller, Ernesto Araújo, reforzó después esa postura en un mensaje en Twitter.

«No hay golpe en Bolivia. El intento de fraude electoral masivo deslegitimó a Evo Morales, quien tuvo la actitud correcta de renunciar ante la protesta popular. Brasil apoyará la transición democrática y constitucional. La narrativa golpista solo sirve para incitar a la violencia», afirmó.

Contrapunto

México ofreció un contrapunto. «El Ejército de Bolivia pidió la renuncia del presidente y el presidente Evo Morales resolvió presentar su renuncia para evitar una guerra civil, por consiguiente es un golpe porque el Ejército pidió la renuncia del presidente y eso violenta el orden constitucional», justificó el canciller, Marcelo Ebrard. Horas después, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador concedió asilo político a Evo Morales

Uruguay se unió a esa postura al expresar «su consternación por el quiebre del Estado de Derecho producido en el Estado Plurinacional de Bolivia, que forzó la salida del poder del presidente Evo Morales y sumió al país en el caos y la violencia».

Al igual que otros, el gobierno de Iván Duque en Colombia también optó por hablar de una transición política. En un comunicado, el Ministerio de Relaciones Exteriores pidió «garantizar un proceso de transición pacífico, en estricto apego a las disposiciones constitucionales que rigen el ordenamiento jurídico boliviano y con el acompañamiento de la comunidad internacional».

El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, quien logró superar una ola de protestas que ahora quedó en el olvido, se acopló al resto de los gobiernos de derecha de la región.

«El gobierno nacional expresa su confianza en que la vocación pacífica y democrática del pueblo boliviano contribuirá al pleno restablecimiento del sistema democrático en el marco de la Constitución y la ley, con la organización de nuevas elecciones, libres y transparentes», indicó la cancillería de Ecuador en un comunicado.

 

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