Luego de dos arduas semanas intentando mostrar que podía arrimar al macrismo algunos intendentes peronistas, el castillo de naipes se le derrumbó.
El derrumbe también alcanzó al estado de ánimo de Gustavo Sáenz.Rápidos, sus asesores más cercanos recomendaron no evidenciar el rostro depresivo y que salga a mostrarse más sonriente y exultante que Papá Noel.
Es que el derrotero de Gustavo Sáenz tiene por estos días pronunciados altibajos.
La resaca del triunfo macrista de octubre aún mantiene en cierto estado de sopor al Intendente de Salta y su gente. Les nubla el criterio objetivo que imponen estos tiempos. Convencidos de que el triunfo fue de ellos y que la onda nacional amarilla no tuvo nada que ver en el triunfo, intentan alinear ya mismo a intendentes peronistas tras la candidatura macrista de Sáenz para la gobernación.
Hasta la celebración navideña había conseguido una foto con solo dos de ellos: Mario Cuenca de El Bordo y el joven Jarzún de Rosario de Lerma. El pretexto fue la discusión del presupuesto 2018 y el polémico índice de coparticipación a los municipios. Los paseó por todos lados, incluso los llevó como trofeos en exhibición a Buenos Aires. Pero todo duró poco.
A Urtubey se le puede cuestionar, y con razón, su capacidad de gestión en muchos frentes, pero desconocer que posee un instinto de reacción política en la adversidad es una torpeza.
En esas aguas es donde mejor nada el gobernador de Salta y rápido de reflejos llamó el miércoles pasado a todos los intendentes, incluido Sáenz. Desde su posición de jerarquía institucional les dijo, palabras más, palabras menos, que los fondos que recibían del polémico 1,5% los seguirán recibiendo pero que el destino de los mismos no será de aplicación discrecional de los intendentes, sino consensuado con su administración. Ya antes, funcionarios de Urtubey, les habían recordado a los jefes comunales que ese 1,5% es un recurso que el actual gobernador lo hizo coparticipable y que tiene facultades para hacer que deje de serlo cuando le parezca. En síntesis: yo te doy, yo te quito. Para tenerlos, ahora deberán venir a pedirlos, no les llegaran automáticamente.
Tras el anuncio, nada crudo, suavizado con un envoltorio de mensajes elípticos y metafóricos de gestión y convivencia democrática, todas la miradas se volvieron a Gustavo Sáenz que por esas horas no conseguía dibujar ni la más cínica de las sonrisas. Adusto y con la mirada prácticamente clavada en el suelo, reaccionó en actitud de huida cuando se dijo que era el turno de la foto de rigor: todos juntos. No hubo poder alguno que lo retenga un minuto más en el lugar y su figura se esfumó.
Sabía que esa foto en pocos minutos estaría en todos los despachos de la Casa Rosada donde se toman las decisiones. Se derrumbaba el castillo de naipes. Nada para vender
Para aumentarle las malas noticias a Sáenz, en la foto de todos los intendentes (menos él) sonrientes, Urtubey puso en el centro de la escena a Pablo Kosiner, ahora presidente del ariete político más importante que le asegura leyes de gobernabilidad a la gestión de Macri. Este y él mismo, serán los pivotes que usará el gobernador para su relación con la Rosada. Kosiner le abrirá puertas a los intendentes en los ministerios nacionales desde su posición estratégica, fue el mensaje.
Sáenz deberá luchar además por estos días con él mismo para definir pronto si volverá a ser peronista o seguirá alineado incondicionalmente al macrismo o regresará al massismo, o al isismo o vaya a saber que otra variante podría encontrar a su variopinta trayectoria.
Por lo pronto, Juan Carlos Romero, a quien se le atribuye ser el verdadero intendente en las sombras y manejar el municipio , anunció este viernes lo que era obvio: que Sáenz es su candidato a gobernador. Nadie se animó a decir por estas últimas horas del año si eso es bueno o malo.
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