Sociedad

TendenciasLa era del yoísmo: cómo el culto al ego nos ha vuelto insoportables

Presumir de vacaciones, exhibir la medalla del último maratón, autopromocionarse en “realities”. La presuntuosidad ha dejado de estar estigmatizada en la sociedad de las redes sociales. Sin embargo, los psicólogos advierten: «Es el mal oculto del siglo XXI»

El culto al ego se ha convertido en un problema que va más allá de la ansiedad y la depresión. Los psiquiatras hablan de ‘selfitis’ para referirse a la obsesión por salir perfectos en las fotos de Instagram, que lleva a los jóvenes a operarse la dentadura, la cara o los pechos

El ‘Brexit’ (2016) o la victoria electoral de Donald Trump (2017) se podrían analizar como ataques colectivos de narcisismo, con millones de votantes que en esencia se sintieron superiores a sus conciudadanos
En el Mundial de Italia’90, Míchel marcó tres goles a Corea del Sur y lo festejó sobre el propio césped al grito de «¡Me lo merezco!». El gesto del jugador provocó sonrojo durante años en los corrillos futboleros, donde se interpretó como puro narcisismo. Ya no. Ahora aquel grito parece incluso inocente. Y no sólo porque superestrellas como

Cristiano Ronaldo hayan llevado la celebración deportiva al límite de lo paródico, sino porque ese mismo «¡Me lo merezco!» está por todas partes, se escucha a todas horas y lo vocea todo el mundo. 

Deportistas, políticos, directores ejecutivos, profesores de universidad, usuarios anónimos de Instagram, gurús del tú-puedes-llegar-a-ser-lo-que-quieras, periodistas. Vivimos en la edad de oro del yoísmo. Nos encanta decirnos qué guapos somos delante del espejito. Hacernos selfis e imaginarnos como influencers. 

¿En qué momento la vanidad se convirtió en parte fundamental de nuestra tarjeta de presentación? ¿Cuándo la autoestima mutó en presuntuosidad? 

Y, sobre todo, ¿por qué el narcisismo ha pasado de verse como algo peyorativo a convertirse en una conducta normalizada, hasta el punto de que un ególatra de manual ha llegado a la Casa Blanca? «Vivimos inmersos en la era del éxito social, reflejado en la belleza exterior, la popularidad y el acceso a los signos de riqueza material», explica José Carrión, especialista en Psicología Clínica del gabinete Cinteco. 

«También en la necesidad de mostrar una aparente felicidad consecuencia de todo lo anterior. Si le sumamos la difusión inmediata, constante y eficaz que nos facilitan las redes sociales, cerramos el círculo». 


Dos de los mayores expertos en el culto al ego contemporáneo son los profesores de Psicología Jean M. Twenge y Keith Campbell. En la primera década del siglo XX estudiaron a fondo la transformación social de EEUU, propiciada en parte gracias a un flujo de dinero sin control que alimentó la ilusión de que cualquiera podía permitirse una mansión con un Hummer en la puerta: la imagen perfecta del triunfador. 

El resultado de la investigación es La epidemia del narcisismo, publicado este año en España por Ediciones Cristiandad. «Imaginamos el narcisismo social como un taburete que reposa sobre cuatro patas», sostienen los autores en su libro. «Una pata tiene que ver con la educación, incluyendo la permisividad de padres y madres y una educación centrada en la autoestima. La segunda parte es la cultura mediática de la fama superficial. 

La tercera es internet: a pesar de sus muchos beneficios, la red también sirve como conducto para el narcisismo individual. Finalmente, el crédito fácil hace que los sueños narcisistas se hagan realidad. La inflación narcisista del yo fue la hermana gemela de la inflación crediticia. Ambas son burbujas, pero la del crédito reventó antes».

“Cómo quererse a uno mismo”

Buscar en Google Cómo quererse a uno mismo arroja más de 4,5 millones de resultados. Freud definió el narcisismo como un «estadio intermedio entre el autoerotismo y el amor de objeto». Eso fue hace justo un siglo. 
Del psicoanálisis y la mitología griega hemos llegado a la trama de Black Mirror. Es decir, el narcisismo se ha convertido en un problema. Una preocupación que va más allá de los clásicos cuadros de ansiedad y los episodios depresivos asociados al desajuste entre expectativas y logros.Julio Rodríguez, psicólogo, doctor en Medicina Molecular e investigador en la genética de trastornos psiquiátricos, admite que en su gremio se ha empezado a hablar de selfitis, «la obsesión por salir perfectos en las fotos de las redes sociales que lleva a los jóvenes a operarse la dentadura, la cara o los pechos con el único objetivo de conseguir más likes y más seguidores». Otra patología es la dismorfia Snapchat, «un trastorno en el que los jóvenes se sienten mal por su imagen real, que no se corresponde con la que proyectan con filtros y arreglos de Photoshop, y les lleva a quedarse en casa por vergüenza de mostrarse tal y como son realmente. Todo esto es una muestra de que, efectivamente, se nos ha ido de las manos», argumenta. En Prevenir el narcisismo. Educa a tu hijo para ser feliz, no para ser el mejor (Ed. Plataforma Actual), este experto analiza los rasgos que identifican al narcisista (sentimiento de superioridad y delirios de grandeza; necesidad excesiva de admiración; falta de empatía, manipulación y explotación de los demás; arribismo, hipersensibilidad a la crítica…) y se atreve a calificar a la percepción distorsionada de uno mismo como «el mal oculto del siglo XXI». Así, asegura que el número de narcisistas no ha parado de aumentar en los últimos 25 años y calcula que el 1% de la población mundial -entre el 50% y el 70% de ellos, hombres- ha sido diagnosticado con Trastorno Narcisista de la Personalidad (TNP), la forma más severa de lo que podríamos llamar afección psicocultural. «Es curioso, porque el narcisismo es muy visible -el propio narcisista se hace notar todo lo posible-, pero lo que no se ve es que puede hacernos daño a nosotros y a los que nos rodean», resume Rodríguez.

Fuente: El Mundo

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