Opinión

Análisis Entre la intransigencia de Mauricio Macri y el Eclipse de Cristina Kirchner

Por Carlos Pagni

l Gobierno ha sostenido durante todo este tiempo la idea de que lo que no ha podido o no ha sabido hacer es culpa en realidad de dos pandemias: la pandemia del coronavirus y la pandemia de la herencia de Mauricio Macri. La estrategia de Alberto Fernández es, entonces, parecida a la de Macri durante sus cuatro años de gobierno. De esta manera, el papel que hoy ocupa el líder de Juntos por el Cambio en el discurso del Presidente es el mismo papel que ocupaba Cristina Kirchner en el discurso de Cambiemos. Es decir, la estrategia de imputarle todo a Cristina. Macri inclusive hoy sigue haciendo eso: dice que Cristina estaba antes y dejó una herencia desastrosa, o que todo se desbarrancó porque Cristina estaba por llegar, con todo lo que puede tener de incorrecto históricamente: la crisis de Macri se desata cuando él termina de vencer a Cristina en 2017; es decir, cuando parecía imposible que ella vuelva.

Esa es una dinámica que domina toda la polarización, y que hace que Macri vuelva a la escena. Porque los candidatos de Juntos por el Cambio, o de Juntos en la provincia de Buenos Aires, tratan de no mostrar al expresidente y mucho menos de defenderlo. Entonces, Macri aparece en defensa propia, y su entorno de funcionarios también interviene: reaparece Nicolás Dujovne explicando cuál era el problema de la deuda y qué significa el problema del crédito público desde su perspectiva. Reaparece Guido Sandleris, metiéndose en el mismo tema. Y reaparece Hernán Lacunza. Es decir, reaparece el elenco de Macri.

Como no son los candidatos los que reivindican como propia la gestión del expresidente, sale él mismo a intervenir en una campaña propia, o al margen de la campaña electoral. La figura de Macri en la campaña ha estado muy administrada por Horacio Rodríguez Larreta. Se tomó un par de fotos con algunos candidatos, solo para demostrar que no hay un quiebre dentro de la oposición y que las relaciones con Macri están bien. En ese sentido, Macri (y esto tiene consecuencias futuras) sale en una posición de mucha intransigencia. También parecida a la Cristina. Y esto no solamente tiene que ver con las convicciones de Macri, que sostiene que con este Gobierno no se puede hablar, casi como si fuera una dictadura.

Alberto Fernández colabora poco con esa imagen que da Macri, porque si hay algo que la imagen del Presidente no puede inspirar, es la idea de una dictadura. Sin embargo, Macri trabaja para hablarle a su electorado más recalcitrante porque, siempre que un dirigente político tiene un problema de alta imagen negativa, un sector importante del electorado dice que jamás lo votaría. Ahí está Macri y ahí está Cristina. Y ese nivel de rechazo hace que se olviden de una parte del electorado, a la cual deciden no hablarle más. Es una conversación sin retorno.

Entonces, hay una relación directa entre la alta imagen negativa de un dirigente dentro un sector de la sociedad, y el repliegue sobre su propia base -y diríamos este nivel de intransigencia- de recluirse en el electorado más duro. Esto es lo que viene haciendo Macri desde hace tiempo, confiando en que la situación se va a desmoronar y que finalmente será la realidad, y no su grupo, la que lo va a reivindicar. Tiene un argumento para creer en eso: el retorno de Cristina. Porque Cristina volvió cuando nadie pensaba que iba a volver.

Tenemos estas paradojas de gente muy diferente que se parece en su formato; algo parecido a lo que pasa entre Larreta y Fernández hoy, que también se parecen. Los dos buscan liderar y tomar el centro de la escena dentro de su propio grupo con el mismo método, que es el de apadrinar a los candidatos principales. No se le ha prestado demasiado atención al tema, pero es interesante para lo que viene y para las tensiones que van a tener que administrar.

Fernández logró, contra la voluntad de Cristina, que la candidata en la provincia de Buenos Aires sea Victoria Tolosa Paz y no Santiago Cafiero, que era lo que quería ella. Tengo entendido que en la primera reunión que tuvo con Tolosa Paz, Cristina Kirchner le dijo con toda sinceridad: “Mirá querida, vos no sos mi candidata: te lo digo, con todo cariño. Mi candidato era Cafiero”. Esto se debe a que, así, se liberaba la Jefatura de Gabinete, que es una posición, una colina, que Cristina, Máximo Kirchner y La Cámpora quieren tomar todavía. En tanto, en la Capital está Leandro Santoro, que no sé si era el candidato de Cristina tampoco. Estas dos candidaturas, si terminan siendo exitosas, le van a permitir decir a Fernández: “De alguna manera, gane yo, porque ganaron mis candidatos”. Sin embargo, va a ser muy difícil hacer creer que él preside este oficialismo porque Cristina tiene algo que Fernández no tiene, que son los votos propios en el conurbano bonaerense.

Larreta hace algo parecido. Está más claro porque hubo una arbitrariedad, que es el cambio de distrito de Diego Santilli (que se los impuso a los bonaerenses del PRO) y el de María Eugenia Vidal. Con esto, lo que Larreta pretende decir es: “En los dos distritos más importantes: donde yo gobierno y el distrito donde se juega toda la elección, que es la provincia de Buenos Aires, mando yo, no manda Macri”. Este problema de Macri para aparecer colabora con esa aspiración de Larreta. De igual manera, hay una publicidad de Jorge Macri avalando a los candidatos de Juntos en Vicente López en la que el eslogan es: “Votá al equipo de Jorge”. No dice al equipo de Macri. Esto es la lógica general de lo que está pasando en el discurso.

Después, podemos poner la lupa donde hay curiosidad y donde hay problemas. Ese es el mapa de lo que hay que mirar en la elección. En Tucumán, por ejemplo, hay una gran fragmentación en los dos campos. El oficialismo tucumano se presenta dividido: Juan Manzur va por un lado, avalando una lista y poniéndose él como candidato suplente, y se enfrenta a su vicegobernador, Osvaldo Jaldo. ¿Le dará esto margen a que haya un triunfo opositor en Tucumán? Gran pregunta. La oposición va dividida en tres, con padrinazgos nacionales distintos. Alfaro, que está apadrinado por Horacio Rodríguez Larreta; José Cano y Silvia Pérez, que están apadrinados por Macri y Elisa Carrió; y una lista de renovación, conducida por Campero y Sánchez, que tiene la protección o el auspicio, de otra figura nacional que tiene mucho arraigo en Tucumán porque hace política allí, que es Alfonso Prat Gay. Entonces, en la interna de Cambiemos de Tucumán vamos a ver una disputa de figuras nacionales. Además, lo que sucede allí también es interesante porque se trata de una provincia importante del norte, donde Alberto tiene mucho que decir porque es un aliado, cada vez más secreto, de Manzur. Y Cristina a Manzur, lo tiene condenado y no le perdona que la haya querido jubilar.

Córdoba es otro distrito interesante. Hay otra disputa muy encarnizada en la oposición dado que los radicales están muy peleados en Córdoba, tal como demostraron en la interna anterior. Por un lado está Rodrigo de Loredo, que es el primer candidato a diputado y está alineado detrás de Luis Juez, que es el candidato a senador de ese sector. Y por el otro lado, Mario Negri, candidato a senador enfrentado a Juez, está junto a Gustavo Santos, que es candidato a diputado del PRO y fue ministro de Turismo de Macri. En esa elección interna acaba de recrudecer la pelea por una foto que hizo circular Juez, donde está él con Rodríguez Larreta, como si el jefe de Gobierno porteño lo estuviera apoyando a él y no a Negri. Larreta está con camisa, pero él no usa camisa, sino remeras, porque los expertos en imagen se la tienen prohibida. Estos expertos también le pusieron barba, y en la foto aparece sin barba. Es decir, Juez se equivocó en sacar una foto vieja. Negri está muy enojado. ¿Qué pasará con el que gane? Va a querer ser candidato a gobernador en 2023. Negri se juega una posición importante porque seguramente aspire a seguir presidiendo el interbloque de la oposición en el Congreso. Tal vez tiene una fantasía de ser candidato a vicepresidente de un candidato del PRO, por decir lo menos. Entonces, la oposición se juega mucho poder en Córdoba.

Pasamos a la provincia de al lado. La oposición está muy dispersa en Santa Fe, donde hay cuatro listas y un enigma que inquieta mucho a Cristina: allí está la candidatura de Agustín Rossi, que va en contra de la lista de Cristina, en nombre de Cristina. La preocupación por parte de la vicepresidenta es que tiene que garantizar el número en el Senado porque, si Rossi gana la primaria, no sabemos si después gana la general. Él puede tener la capacidad de encarnar el espíritu peronista en Santa Fe, pero no sabemos si, el que encarna el espíritu peronista, después convence a todo el electorado. Por eso, Cristina apoya a Marcelo Lewandowski, que es el candidato de Perotti y, como Manzur, también se anotó como suplente. Son testimoniales.

Ya nos vamos aproximando a la Capital. Allí hay un problema que quizá esté en tren de resolución: es esta forma de distribuir los cargos que tiene Juntos por el Cambio por el cual, si Ricardo López Murphy obtiene un número de votos tal que hace que su posición le corresponda al lugar de una mujer, debería ceder ese lugar a una mujer de su lista y él quedar postergado. En el reparto del sistema, D’Hondt puede volver a quedar en el lugar de una mujer y tener que volver a ceder el lugar. No estamos hablando de lo que saca López Murphy en el total de la elección, sino del porcentaje de lo que puede sacar dentro del universo de los que votaron a Juntos por el Cambio; o sea, a la lista de Vidal, a la del propio López Murphy o a la de Adolfo Rubinstein, del radicalismo.

¿Cuál sería la solución que están encontrando? Supongamos que López Murphy entra en el lugar de una mujer. La primera sería Vidal, en teoría, porque todos suponemos que ella ganaría esta interna. Si a López Murphy le va muy bien, entra segundo, pero si no le va tan bien, entraría tercero en el lugar de una mujer. Ahí se entiende que tendría que ir Sandra Pitta, pero él podría ceder ese lugar a la mujer de la lista de Vidal, que sería Paula Oliveto. Entonces, él pasaría a cuarto porque Vidal le tendría que ceder ese lugar a él. En tanto, Sandra Pitta entraría en el lugar de la mujer como segunda de la lista más abajo, si es que el número se lo permite por el reparto del D’Hondt. También existe la posibilidad de que Vidal le ceda a López Murphy el lugar de un varón de su propia lista.

Este no es un problema de López Murphy, sino de toda esa coalición: hay gente que votaría por López Murphy y López Murphy no estaría. Eso los haría entrar en un problema judicial que pagarían todos y, por eso, están tratando de resolverlo. De más está decir que, si el electorado se da cuenta de que, votando a López Murphy, no entra López Murphy, muchos van a pretender votar a Milei.

Todas las encuestas que conozco, hablan de que López Murphy va a hacer una muy buena elección en Juntos por el Cambio y que Milei también va a hacer una muy buena elección. Es uno de los temas de esta elección que viene. Un espacio de centroderecha que habla de la economía en términos de precaución respecto de la inflación, el gasto público, la emisión monetaria y el costo del Estado.

Hoy charlaba con el director de LA NACION, Fernán Saguier, que me decía: “A mi me interesan tres temas en esta elección porque pueden ser los más novedosos: la abstención, si hay o no; cómo le va López Murphy; y cómo le va a Milei”. Y es cierto. Porque el fenómeno López Murphy sumado al fenómeno Milei tiene un aire de familia con algo (perdón, porque me voy a remontar muy atrás en la historia) de lo que pasó con Alsogaray en las postrimerías del gobierno de Alfonsín, cuando también había alta inflación, un desborde monetario y mucha deuda del Banco Central. ¿Qué paso en aquel momento? Alsogaray y la UCEDÉ empezaron a crecer, inclusive a nivel estudiantil. Ahí estaban Massa, Boudou, Monzó: todos eran liberales en ese momento. Ese dato del crecimiento marginal de la derecha ortodoxa es receptado por las fuerzas mayoritarias. El radicalismo va a la elección con Angeloz y el lápiz rojo. Y el peronismo termina en Menem aliado a los Alsogaray. Entonces, Juntos por el Cambio, pero también Cristina, van a preguntarse: ¿qué está indicando el crecimiento de esta tendencia? ¿cómo capturar algo de ella?

¿Se inaugura con esto una tendencia que le va a poner un sesgo y un color a los próximos dos años hasta 2023? Es un gran signo de interrogación. No lo sabemos, pero hay que hacerse la pregunta de si un escenario exitoso de estos candidatos no implica un cambio rotundo de agenda, pero sí una remodelación para los próximos dos años. Me parece que el centro de esto es la Capital.

La provincia de Buenos Aires tiene otro fenómeno. Ahí el gran misterio, además del voto a José Luis Espert, es cómo funciona una oposición, Juntos, que -por primera vez- va dividida a la elección en la provincia de Buenos Aires. No solo no nombran a Macri, sino que ni siquiera se llaman Juntos por el Cambio. Se llaman Juntos y van separados. Y este es el principal problema que inquieta a Larreta.

La principal preocupación de Larreta es que, si gana Santilli (como todo el mundo cree), Manes y, sobre todo los radicales de la provincia de Buenos Aires, no queden humillados ni ofendidos. Hoy Larreta está poniendo parte de su empeño, no solamente en que gane Santilli, sino en conseguir que el domingo a la noche haya una foto de Santilli con Manes. Manes se prestaría, pero no quiere ir al búnker de Santilli porque quiere que esa foto sea en una lugar neutral y mantener una identidad de algo distinto. Esto, que se da en el plano de la escenografía, plantea un problema en el plano del voto: ¿A dónde van los votos de aquel que perdió? ¿Manes va a retener dentro de Juntos los votos que sacó? ¿Los radicales los van a retener? ¿O hay un electorado que votará a Manes porque no tolera a Santilli, al PRO, a Macri ni a todo lo que el PRO representa?

Hay un estudio de Rodrigo Zarazaga, que es un cientista político y un jesuita, quien se dedica a estudiar qué pasa, sobre todo, en el voto de los intendentes que pierden una interna. ¿A dónde va ese voto? ¿Se mantiene en el partido dentro del cual ese intendente protagonizó la interna o se va a otro lado? Hay algunas conclusiones interesantes. Por ejemplo, ya todos nos olvidamos, pero Massa tuvo una interna con De la Sota en 2015, y seis por ciento del voto a De la Sota terminó en Macri, no fue a Massa. Además, gran parte de ese voto va al voto en blanco después. En este contexto, hay gente que dice, “si no sale Manes primero, no lo voto a Santilli, prefiero votar en blanco”. Este es un problema para Juntos y para cualquiera que tiene una interna: cómo retener el voto del que perdió. No se los puede sumar linealmente. A algunos votos de Manes va a aspirar Florencio Randazzo; y a otros, Espert. Ese va a ser el gran tema después de la elección del domingo que viene, más allá de los resultados absolutos.

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Otra cuestión relevante es que Cristina se ha eclipsado, se ha puesto al margen. Puede haber algo de temor electoral en esto. Alberto Fernández quiso tener un protagonismo, no solamente en la Capital y en la Provincia, sino también en el interior. No sé si a ella le convence demasiado ese protagonismo porque hay algo que resulta interesante en el discurso de la vicepresidenta: los argumentos que utiliza para pedirle el voto a la gente son elogios de su propia gestión y la de su marido, mientras que para hablar del gobierno de Fernández, dice: “Este partido todavía no se jugó”.

Si uno entra a la cuenta de Twitter de Cristina, en uno de los últimos posteos, celebró las declaraciones de Cecilia Todesca, dice: “Claro como el agua”. Los de la vicejefa de Gabinete son todos elogios respecto a cómo se recuperó el salario real en tiempos de Néstor y Cristina, es decir que la obra de gobierno con la que gobierna la expresidenta es la propia no la de Alberto. Vamos a ver qué dice el jueves, si logra elogiar a Alberto en algo. Esto es importante, no solamente por lo anecdótico, sino porque es evidente que hay una disconformidad con la gestión de Alberto, y esto va a ser el gran debate dentro del oficialismo después de la elección, si no sale del todo bien.

Va a haber un ajuste de cuentas que se va a proyectar sobre la política y sobre la política económica. Si la elección no sale con el margen que los oficialistas tienen que tener para sentir que se aseguran el triunfo en la elección general, como dicen algunos en la provincia de Buenos Aires, “la doctora va a querer romper el chanchito”, es decir, a gastar y a emitir. Este contexto también se parece a las postrimerías del gobierno de Alfonsín.

Aparece una agenda complicada, ligada a un tema del que terminó hablando Martín Guzmán el otro día, que es la deuda del Banco Central. Hay cuatro billones de pesos emitidos en Leliqs. Alberto decía que las iba a bajar para pagarle a los jubilados. Para pagar esas Leliqs se emitieron, desde enero, 800 mil millones de pesos que deben ser reabsorbidos con nuevas Leliqs. Si vos mirás la curva que relaciona la deuda en papeles del Banco Central con los pesos disponibles, es idéntica a la de las postrimerías del gobierno de Alfonsín.

La conversación con el Fondo Monetario Internacional va a ser muy difícil porque lo que hagas con el gasto público, los subsidios o el gasto del Tesoro es intrascendente. Lo que van a preguntar es cómo hacer para que el mercado absorba toda esta masa de dinero que se emite. El problema está y sigue estando en el Banco Central, y tiene relación directa con el tipo de cambio, los depósitos bancarios y el problema de la brecha. Este es el tema con el que se va a encontrar el Gobierno una vez que terminen las elecciones. ¿Es un tema que puede manejar Santiago Cafiero? Eso se pregunta Cristina Kirchner.

El Fondo además pide un acuerdo con la oposición. En ese contexto, reaparece Macri diciendo: “Con este Gobierno no se puede hablar”. Es un mensaje que le está mandando a Larreta y al radicalismo. ¿Están todos de acuerdo en que con este Gobierno no se puede hablar? ¿Juntos por el Cambio puede decir “Nosotros no colaboramos en un acuerdo del oficialismo con el Fondo”?

Se vuelve a la época de Alfonsín. En el año 88, se produjo un fenómeno importante, que fue una competencia entre Cafiero y Menem. Cafiero venía de ganar las elecciones en la provincia de Buenos Aires, era el presidente del PJ y todos los gobernadores del PJ se alinearon detrás de él. Alfonsín convocó a un acuerdo para un ajuste impositivo en el Congreso. Cafiero pensaba que iba a ser el próximo presidente y dijo: “Cómo no voy a colaborar, si la economía que quiere arreglar Alfonsín, es la que me va a tocar a mí”. Fue y se abrazó a Alfonsín. Por los palos, ganó Menem, con el salariazo y la revolución productiva.

Entonces, si Larreta es el candidato cantado de Juntos por el Cambio, ¿le conviene ir a un acuerdo o no? Lo planteo de otra manera, ¿le conviene a Juntos por el Cambio un peronismo unificado en 2023 o le conviene que haya una fractura para que haya un ballotage? ¿En qué escenario se fractura más el kirchnerismo, con una economía ordenada después de un acuerdo con el Fondo o sin acuerdo con el Fondo y con una situación más caótica? ¿A Juntos por el Cambio le conviene colaborar en que al Gobierno le vaya mejor y que el peronismo vaya unificado al 2023? Son intereses de poder, por fuera del patriotismo. Esta es la escena que se está configurando para después de la elección.

Estamos en una situación muy compleja porque no hay pronóstico. Un pronóstico de Martín Rapetti y Diego Bossio, de la consultora Equilibra, promete una inflación similar a la de este año para el año que viene, lo cual significa un enorme drama en términos de pobreza, con un país que ya llegó al 42%. La pregunta es: ¿la clase política que estamos viendo en el escenario electoral está a la altura de este drama? Tiene cierta lógica que Cristina se esconda.

Si aparece un mal pensado que lee debajo del agua, verá que hay sectores que toman posición. Los movimientos sociales -que no se llaman más peronistas, son Los Cayetanos, ya lo dijimos el otro día, son la Iglesia– Pérsico, el Chino Navarro, el Movimiento Evita, Grabois, casi que se enfrentan al propio Gobierno. Están temiendo la escena de la que estamos hablando, están temiendo el acuerdo con el Fondo. En el mismo contexto aparece otro actor: la CGT.

El otro día hubo un asado del que participaron Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez, “Cloro” Lingeri y Héctor Daer, de la CGT, con Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro. Máximo Kirchner, que tiene una formación en una casa política, y tiene la sensibilidad de su padre en términos del papel de los sectores orgánicos de la política, está mirando que acá hay un problema. Y buscó hablar con los dirigentes de la CGT, que le dijeron “nosotros tenemos nuestra propia lógica, tenemos nuestro propio juego. No queremos que ustedes nos asignen qué papel ocupamos en la obra”.

El 18 de octubre va a haber una movilización al Monumento del Trabajo, frente a la Facultad de Ingeniería, cerca de la CGT, frente a lo que era la Fundación Eva Perón. Los sindicalistas aspiran a juntar muchísima gente con tres consignas: desarrollo, producción y trabajo. Que anoten los movimientos sociales. Y que anote Alberto. Y que anote Cristina. Les aparece otro comensal en la mesa, que son los gremios orgánicos. Que antes de la elección de noviembre, para que no se diga que sus autoridades son un derivado del triunfo de alguien en esas elecciones, van a designar un nuevo secretariado general, probablemente colectivo. No solo un secretario general, sino varios.

La pregunta es ¿va a estar Moyano incorporado ahí? ¿Van a estar los Camioneros en esa conducción? A La Cámpora le gustaría que sí, porque allí tienen cierta afinidad con Pablo Moyano. Pero es muy probable que los sindicalistas que comieron con Kirchner y De Pedro no lo quieran a Pablo Moyano en la CGT. Entonces, vamos a una configuración sindical conflictiva, con alta inflación. Vuelvo a que estamos en un revival del alfonsinismo. A propósito de aquel contexto, acaba de salir un excelente libro de una de las cumbres de las ciencias sociales en la Argentina, que es Juan Carlos Torre, que analiza y evoca su participación en el equipo de Juan Sourrouille, durante la presidencia de Alfonsín. Es un libro ideal para leer frente al actual inventario de problemas. Estamos ante novedades.

Por debajo de toda esta escena, por debajo del radar, aparece un tema central que es la Justicia. En el Consejo de la Magistratura, en los próximos 15 días, se va a resolver nada menos que la composición de la Cámara Federal Penal, la de Bruglia y Bertuzzi, por dónde pasan toda la política y todas las causas de corrupción; y la de la Cámara Contencioso Administrativo, que tiene también un poder político enorme. Además de tres juzgados federales: el de Canicoba, el de Bonadío y el de Torres. Torres fue a formar parte de la Corte de la Provincia. Bonadío falleció y Canicoba se jubiló.

Hasta ahora había una tesis dentro de Juntos por el Cambio, defendida por Larreta: hay que hacer un acuerdo con el Gobierno y garantizarnos equilibrio en esa composición de la Justicia Federal Contencioso Administrativa y Penal. Se impuso sin embargo la voz de Macri, de nuevo intransigente: que Bruglia y Bertuzzi duren todo lo que tengan que durar. No dar los votos en el Consejo de la Magistratura, donde el oficialismo necesita 9 para aprobar los candidatos a jueces.

Para esa resistencia la oposición depende de que no haya acuerdo entre el Gobierno y dos personas. Por un lado, el juez Cullota, que está muy interesado en los jueces de la Cámara Contencioso Administrativa, porque en su lista de la Asociación de Magistrados está Sergio Fernández: es el hermano de Javier Fernández, que opera mucho en ese sector. Es camarista contencioso administrativo. Y la otra figura a la que hay que mirar es la senadora Silvina Giacoppo, representante en el Conejo de la Magistratura de Gerardo Morales. ¿Por qué es importante? Porque a Morales le interesa que, en medio de estos concursos, se va a elegir al juez federal electoral de Jujuy.

Hay quien dice que ya hubo, no lo tengo verificado, una asignación de recursos para la Ciudad Judicial Federal de Jujuy por 650 millones de pesos ¿Habrá asumido algún compromiso Gerardo Morales por esa supuesta asignación de recursos para su provincia en el Consejo de la Magistratura? Él jura que no, pero todo el mundo la está mirando a Giacoppo. Sería interesante que en esta materia haya un acuerdo entre el Gobierno y Morales, al que buena parte del kirchnerismo, le reprocha una política judicial muy reprochable por la situación de Milagro Sala. Sería un acuerdo con el carcelero de Milagro Sala. ¿Qué diría, por ejemplo, Elizabeth Gómez Alcorta, que es abogada de Milagro Sala? ¿Qué diría Horacio Verbitsky? Pero éste es el tema que se está discutiendo en el Consejo de la Magistratura y que se va a resolver, no este jueves, tal vez no el otro, sino el siguiente, antes de que termine el mes de septiembre, porque todavía faltan las entrevistas a muchos candidatos a juez.

La escena judicial sigue siendo un tema importante que no hay que perder de vista. Lo es acá y lo es en Brasil. El 7 de septiembre es el día de Brasil, y Bolsonaro, que llegó a la presidencia envuelto en la bandera de la pureza judicial, de los procesos contra Lula, convoca a manifestaciones en contra del Superior Tribunal Federal de Brasil que tiene en la lupa a uno de sus hijos. El problema del conflicto con la Justicia que juzga la corrupción no es un problema de la izquierda solamente, es un problema también de la derecha. Hay una izquierda populista y una derecha populista que no toleran la división de poderes. Y lo estamos viendo en Brasil también.

A propósito de Brasil, una pregunta referida al fútbol: ¿Por qué no se jugó el partido con Argentina, si no hubo contagios? ¿O no es verdad lo que dice Alberto, que si no hay contagios no hay delito? Si aplicaran la regla presidencial sobre la fiesta de Olivos, el partido con Brasil se tendría que haber jugado.

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