Opinión

Encuestas de verano: alerta amarilla para el Gobierno y señal inquietante para la oposición

Por Eduardo Aulicino

La pérdida de imagen de Macri no es lineal. Hay malestar también en una franja que avala a otras figuras oficialistas, como Vidal. No sólo pesan cuestiones económicas: impacta el caso Triaca. El deterioro hasta ahora no es capitalizado por la oposición

Es inhabitual que en meses de vacaciones y en un año no-electoral circulen muchas encuestas, con lo caro que resultan además esos trabajos, pero este verano no ahorra números. Hay coincidencias en algunos puntos. Sin dudas, registran datos preocupantes para el Gobierno en términos de caída de imagen. También anotan que sumergido en su propia crisis, el peronismo no capitaliza ese deterioro oficialista. Lo más novedoso, con todo, es que parece haber una franja disgustada con la gestión nacional pero que no emigra a otras costas políticas o avala incluso a otras figuras del oficialismo, según informó Infobae.

La primera luz de alerta para el Gobierno comenzó a parpadear a fines del año pasado, luego de la costosa aprobación de la ley que modificó la fórmula de cálculo para los ajustes jubilatorios. El dato fue anotado por relevamientos reservados en manos de funcionarios y por otros sondeos. La caída de imagen, estimada en alrededor de 5 puntos, era señalada entonces por al menos media docena de consultores, entre ellos Poliarquía, Ricardo Rouvier, Management & Fit (M&F) y Analía del Franco.

La cifra, coinciden ahora algunos trabajos, se habría estirado a los 9 puntos. En el medio, gravitaron las subas de tarifas y también, en otra dimensión, el caso del ministro Jorge Triaca y la ex empleada de la quinta familiar, con el capítulo de su contratación en un sindicato intervenido.

Dos sondeos difieren por poco en esa apreciación, tomando como referencia inicial la imagen del Gobierno posterior al éxito electoral de octubre, es decir, el pico registrado en medio de la espuma del triunfo en las urnas. Para M&F, la aprobación de la gestión macrista descendió 9,4 puntos, para colocarse en poco más del 40 por ciento. Un sondeo apenas anterior, de Rouvier, anotó un descenso de 9,5 puntos en la imagen positiva de Macri (quedó en 44,6%) y de más de 10 en la valoración del Gobierno (bajó a 42,2%).

 

Los números, duros y sin otras consideraciones constituyen en sí mismo una advertencia para el Gobierno. Es cierto que la comparación es hecha contra el mejor momento de esta gestión y también lo es que la foto es parecida a la de mediados del año pasado, previa a los comicios. Pero las encuestas, además, ofrecen variados elementos o indicios, y quizá el más significativo es que parte del malestar estaría siendo expresado por una franja que al mismo tiempo mantiene respaldo mayor a otros referentes oficialistas, como María Eugenia Vidal y en diferente dimensión, Elisa Carrió.

 

En general, la gobernadora bonaerense ha mantenido niveles más altos que el resto de los políticos, oficialistas y opositores, e incluso por encima del Presidente, con vaivenes, por supuesto. No sale indemne en los momentos de baja, aunque sufre menor erosión de su figura, y suele crecer más que el resto en los lapsos de alza. Es una diferencia que siempre, y así ocurre en estos días, evitan destacar en las cercanías de la gobernadora, tal vez para no generar conflictos de cartel en algunas líneas del poder.

De todos modos, resulta claro que no es un dato menor. Vidal mantiene su imagen por encima de los 50 puntos, según algunos relevamientos, y en general muestra una ponderación negativa pura menor a la mayoría de los políticos. Pero la brecha entre sus registros y los del Gobierno indica una cuota de malestar específico con políticas nacionales entre votantes o «simpatizantes» de Cambiemos, según admiten incluso algunos que cuidan con esmero la imagen global del oficialismo.

Esa estimación tendría sustento también en otro dato. No aparecen indicadores claros de que la oposición, y en especial el peronismo en sus distintas vertientes, capitalice de manera automática aquel declive de los números del oficialismo. Alcanza, sí, para generar cierto optimismo entre dirigentes que ven un panorama menos árido que el que sugerían los días posteriores a las elecciones pasadas.

Esa percepción alcanza además para alimentar el debate interno del peronismo sobre el camino que debería adoptar para recomponerse y acerca de la posición –o los grados de dureza- frente al gobierno de Macri.

La idea de unidad es, todavía, una idea en discusión. Ya desde fines del año pasado, fue fácil advertir que lo que empezaba a discutir seriamente el peronismo es el sendero a caminar hacia 2019. La tensión estaba puesta en definir la asimilación a ese proceso de Cristina Fernández de Kirchner. Ahora, además y aunque aún de manera poco ruidosa, se sumó la tensión que transmite el frente gremial.

 

(Maximiliano Luna)

(Maximiliano Luna)

El PJ ofrecerá en estas horas nuevas postales de ese andar, que no es lineal. Para hoy mismo, está citado un encuentro con cierta presentación académica en una sede educativa vinculada al sindicato de los encargados de edificio, que encabeza Víctor Santa María. La convocatoria incluye a dirigentes y legisladores del kirchnerismo, del sector que responde a Florencio Randazzo y del massismo.

También se espera la presencia de representantes orgánicos del PJ bonaerense, que desde que asumió su presidencia el intendente Gustavo Menéndez opera en favor de una corriente de unidad por el momento de perfil impreciso. No es el único. Parte de la amplitud de ese ejercicio se refleja en las invitaciones a un par de gobernadores: el sanjuanino Sergio Uñac, uno de los jefes provinciales más jóvenes, y el formoseño Gildo Insfrán, difícil de asociar al concepto de renovación.

La salud de la CGT es también un elemento saliente en el marco de referencia más general. La frágil unidad cegetista ya demostró sus límites y el triunvirato de conducción hoy existe sólo en las formas. Hugo Moyano, en su batalla con el Gobierno, reabrió y agudizó las fisuras.

 

(Nicolás Stulberg)

(Nicolás Stulberg)

Los contactos del moyanismo con el kirchnerismo duro amplían a su vez el interrogante sobre los límites de la unidad. Las diferencias entre el jefe sindical y la ex presidente parecen tácticamente archivadas: compiten en la confrontación con el Gobierno, también se presentan cada uno a su manera como víctimas de persecución política y judicial.

Lo saben quienes prefieren mantener distancia y sienten reverdecer esperanzas frente a la erosión de la imagen del Gobierno. La mayoría de esas mismas encuestas anotan a Fernández de Kirchner y Moyano en los últimos renglones del listado sobre valoración de dirigentes políticos y sociales.

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