Opinión

AnálisisEl nuevo mapa político en la región

Por Andrés Oppenheimer

Las recientes elecciones en la Argentina, Uruguay y Bolivia, así como las protestas masivas en Chile, Ecuador y Haití sugieren que el mapa político de América Latina está cambiando. Pero no creo que veamos un cambio radical hacia la izquierda como algunos están pronosticando.

Lo más probable es que veamos una partición política de la región en tres bloques.

El primer bloque estará liderado por el gobierno de derecha de Brasil, el país más grande de la región, e incluirá los gobiernos de centroderecha de Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Honduras y Guatemala. También es probable que se una Uruguay si gana el candidato de centroderecha Luis Lacalle Pou en las elecciones del 24 de noviembre, como auguran las encuestas.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, un populista muy cercano al presidente Donald Trump, está negociando activamente un acuerdo comercial bilateral con Estados Unidos. Brasil ya se ha convertido -quizá por default- en la nueva estrella regional de Wall Street. En días recientes, el Congreso de Brasil aprobó una reforma de pensiones que la comunidad empresarial había estado exigiendo durante años y Bolsonaro anunció una inversión de US$10.000 millones de Arabia Saudita.

En un momento en que la mayoría de las economías latinoamericanas están estancadas o en declive, se proyecta que Brasil crecerá 0,9 por ciento este año y 2 por ciento en 2020. Bolsonaro ya ha declarado que si firmara un acuerdo comercial con Estados Unidos Brasil podría salirse del Mercosur, el mercado común integrado por Brasil, la Argentina, Uruguay y Paraguay. Según las reglas del Mercosur, ningún país miembro puede firmar un acuerdo comercial bilateral con un país que esté fuera del bloque.

Una salida brasileña del Mercosur sería devastadora para Argentina, Bolivia y otros vecinos de Brasil, cuyas exportaciones al gigante mercado brasileño son vitales para sus respectivas economías.

Si la economía de Brasil se sigue fortaleciendo, podría convertirse en un líder regional en temas como los esfuerzos para restaurar la democracia en Venezuela. Probablemente tengamos una mejor idea de las ambiciones regionales de Bolsonaro cuando viaje a Washington y Miami el 25 y el 26 de noviembre, cuando seguramente hablará sobre Venezuela y Bolivia.

El segundo bloque de América Latina, al que muchos se refieren como el Grupo de Puebla, está compuesto por los gobiernos de México y la Argentina, dos países políticamente poderosos, pero debilitados por economías en baja.

El presidente electo de la Argentina, Alberto Fernández, está haciendo su primer viaje al extranjero desde su elección a México, donde se reunió con el presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador. Fernández ya ha anunciado que seguirá los pasos de México y se retirará del grupo de más de 50 democracias mundiales, incluidos Estados Unidos y la Unión Europea, que han declarado al gobernante venezolano Nicolás Maduro un «presidente ilegítimo».

López Obrador y Fernández también felicitaron prematuramente al presidente autoritario de Bolivia, Evo Morales, por su autoproclamada «victoria» electoral del 20 de octubre, a pesar de que una misión electoral de 92 expertos de la Organización de Estados Americanos había denunciado un posible fraude por parte del régimen de Morales.

El tercer bloque de la región estará compuesto por las dictaduras o regímenes autoritarios izquierdistas de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia. A diferencia de cuando Venezuela era una potencia petrolera, es un bloque económicamente quebrado, pero políticamente influyente en los movimientos sociales de la región.

¿Cuál de estos tres bloques políticos prevalecerá? A corto plazo, probablemente ninguno.

Pero el próximo año, si Bolsonaro firma un acuerdo comercial con Estados Unidos y deja de hacer declaraciones cavernarias contra la comunidad gay, los ambientalistas y la libertad de prensa que lo convierten en un presidente políticamente radiactivo para sus potenciales aliados en la región, Brasil puede convertirse en un líder regional por su mero peso económico.

México y la Argentina estarán demasiado consumidos por sus propios problemas económicos. Y Venezuela y Cuba continuarán siendo poco más que fuentes de agitación política regional.

Será un mapa político algo caótico, que le puede dar un respiro político a la dictadura de Venezuela, pero no será un giro masivo hacia la izquierda como algunos pronostican.

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