Opinión

PolíticaEl infinito favor que Cristina le hace a Macri

Por Ernesto Tenembaum

La Argentina termina en las próximas horas uno de los peores años de su economía desde la instalación de la convertibilidad, en 1991. Los datos de la evolución de producción, pobreza, desocupación, endeudamiento, inflación, poder adquisitivo, son todos malos en cualquier comparación que se tome: contra cualquier otro año del país en los últimos 15, contra el desempeño de casi cualquier otra economía mundial, contra las expectativas que existían a principios de año. La experiencia universal indica que, en situaciones tan adversas como esta, el Gobierno no estaría en condiciones de ganar elecciones. Sin embargo, la gran paradoja política de este final de año es que todas las encuestadoras relevantes sostienen que si las elecciones se realizaran hoy, Mauricio Macri sería reelecto. Esa posibilidad, que dado el año que termina parece inverosímil, se explica por una razón dominante: la líder de la oposición se llama Cristina Kirchner. Desde que ocurrió la tragedia de Once, en febrero del 2012, hay una mayoría sostenida que está dispuesta a votar en función de que ella salga del poder o no vuelva.

La militancia kirchnerista se enoja ante este tipo de razonamiento o lo atribuye a conspiraciones fantasiosas. Pero lo cierto es que hay elementos objetivos que lo respaldan. Uno de ellos, no el único, son las encuestas. En las últimas semanas, los resultados difundidos por Poliarquía, Aurelio, Synopsis, González y Valladares, Isonomía coinciden en que Macri es hoy, a fines del durísimo 2017, favorito para ser reelecto a fin de año próximo. El segundo elemento objetivo es la historia reciente. Desde que Cristina asumió la conducción del país, en el 2007, el peronismo perdió cuatro de las cinco elecciones que se realizaron. Cristina logró que fuera derrotado incluso en la provincia de Buenos Aires, algo que no sucedía desde 1985. La última vez la que perdió fue ella como candidata, contra un dirigente de segundo nivel de la coalición gobernante. ¿Esos militantes que se enojan no se habrán equivocado en todos esos años respecto de lo que iba a pasar en tantas elecciones?

Todos estos datos sugieren que el peronismo debería optar por otro candidato, de manera de tener más posibilidades de volver al poder. El problema es que ese 30% que apoya a la ex Presidente define cualquier interna a su favor. Y entonces no está en manos del peronismo sino de ella misma la posibilidad de que surja un candidato potencialmente más dañino para Macri. Correrse del centro de la escena no parece una alternativa en el ADN Kirchner. Desde que Néstor llegó a la intendencia de Río Gallegos, siempre es un Kirchner el que encabeza las listas: Néstor en 2003, Cristina en 2005, Cristina en 2007, Néstor en 2009, Cristina en 2011, Máximo y Alicia en 2015, Cristina en 2017. Néstor, Cristina, Alicia o Máximo, para diputados, senadores, gobernadores o presidentes. El sitio de La Cámpora es un reflejo de esa cultura: cada dos noticias aparece una declaración irrelevante de Máximo, y de absolutamente ningún otro dirigente. Pero correrse tampoco es lo que hacen habitualmente los líderes políticos: si la generosidad fuese su sello, seguramente no llegarían alto.

Sin embargo, hay experiencias alternativas en la joven democracia argentina. Desde que dejó el poder en adelante, Raúl Alfonsín nunca fue candidato a un cargo ejecutivo. En cada elección, privilegió la posibilidad de fortalecer una opción opositora a Carlos Menem. En el año 2003, Eduardo Duhalde podría haberse presentado a las elecciones con una gran posibilidad de triunfar sobre Carlos Menem. Sin embargo, lideró el proceso que llevó a Néstor Kirchner a la Presidencia de la Nación. Hace pocos días, Cristina Kirchner insinuó que estaría dispuesta ser líder en lugar de candidata. Aunque es cierto que la gente cambia, sería una decisión muy contraria a la tradición familiar y personal.

La ambición de Cristina favorece a Macri no solo por el rechazo de un sector muy importante de la sociedad hacia ella, sino también por otro elemento clave. Desde 1987, la política argentina repite una estructura en la que, si los dos sectores van unidos, el peronismo logra un caudal de votos cercano al 50%, y la propuesta no peronista se arrima al 40. Eso cambió de manera brutal y sostenida en el año 2008, cuando, luego de la crisis del campo, el peronismo se dividió. Actualmente, el voto no peronista está unificado detrás de Macri. La última encuesta de Poliarquía expresa que, sumados, los votantes del Presidente, de María Eugenia Vidal y Elisa Carrió llegan al 39 por ciento. Pero el peronismo está dividido. En la misma encuesta, los candidatos kirchneristas sumados reúnen el 31% y los del PJ no K, un 18 por ciento. La misma estructura de siempre, solo que unos van juntos y los otros, no.

Frente a esta situación, el kirchnerismo propone una interna amplia donde todos participen. El problema de esa propuesta es que ignora un elemento central: el PJ no K es un fenómeno popular, no superestructural. El peronismo que rechaza a Cristina existe. Juan Schiaretti no podría acercarse a ella aunque quisiera, porque perdería la provincia de Córdoba. Así sucede también en Santa Fe, La Pampa, el interior de la provincia de Buenos Aires. Al contrario: si ella retirara su candidatura, esa resistencia se debilitaría, y sería posible que el peronismo se uniera. Las posibilidades de que Macri fuera reelecto, en ese caso, se complicarían mucho. El problema —otra vez— es que es ella la que debe decidir sacrificarse en función de la unidad peronista, es decir, contra la permanencia de Macri en el poder. Salvo ella misma, nadie puede resolver ese intríngulis.

Uno de los argumentos que circulan en el peronismo para justificar la candidatura de Cristina es que se lo piden los intendentes del Conurbano porque ella arrasa en esa zona. Ese mismo planteo justificó la candidatura a senadora del año 2017 por la provincia de Buenos Aires. Efectivamente, la estrategia les sirvió a esos intendentes. La mayoría, sobre todo en la tercera sección electoral, triunfó en sus distritos. Pero Cristina perdió. Y el que festejó fue Macri. Tal vez, en este sentido, los intereses de Macri y Martín Insaurralde no sean divergentes: a los dos les conviene que Cristina sea candidata. El operativo clamor es más transversal de lo que parece.

Otro de los argumentos es que Cristina es la candidata más querida del peronismo. Efectivamente, es así. Pero eso no asegura la victoria, sino, a veces, lo contrario. En el 2003, Carlos Menem fue el candidato más votado entre los tres peronistas que se presentaron. Pero no le alcanzó. Hubiera ganado cualquier interna, pero perdido contra cualquier opositor. De hecho, las mismas encuestas que pronostican un triunfo de Macri contra Cristina, no son tan claras cuando el candidato opositor es otro: en distintos sondeos, desde Axel Kicillof hasta Sergio Massa aparecen por encima del Presidente.

Esta situación produce un dilema de ribetes dramáticos entre aquellos que aman a Cristina y odian a Macri con la misma intensidad. Tal vez deban elegir entre los dos sentimientos: seguir a la primera aun a costa de que ello puede facilitar la reelección de Macri o abandonarla para privilegiar que Macri salga del poder. Ese mismo dilema, si las encuestas no cambian o el dólar no se dispara, será el que enfrentará Cristina en los próximos meses. En cambio, el oficialismo siente que la presencia de Cristina le da un aire infinito. La imagen de fin de año —un presidente descansando en un paraíso inaccesible mientras aumenta las tarifas una vez más por encima de la pauta de aumento salarial— solo es posible en un gobierno que cree que tiene enfrente al candidato más favorable a sus intereses. Es que el favor de Cristina a Macri, finalmente, no es algo personal: es el favor que ella le hace también a un proyecto cada vez más conservador y menos criterioso.

Faltan muchos meses para que Cristina tome la decisión final. Sus movimientos sugieren que será candidata a presidente, pero a tanta distancia nada se puede asegurar. De hecho, si se produce otra estampida del dólar, los números pueden cambiar. ¿Cuál sería el sentido de renunciar antes de tiempo a una carrera cuyas condiciones aun no se conocen? Hasta ahora, desde que asumió en 2007 la Presidencia, Cristina le ha hecho muchos favores a Mauricio. Sin ellos, él no estaría donde está ni haciendo las cosas que hace. La historia no está condenada a repetirse, pero, al menos en este aspecto, ha dejado ya muchas señales de lo que puede ocurrir si, finalmente, se produce una contienda entre los dos líderes que, de 2007 en adelante, han conducido a la Argentina hasta la situación actual.

 

Fuente: Ernesto Tenembaum para Infobae

 

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