Opinión

Análisis El escándalo Edenor

Por Carlos Pagni

El común de la sociedad está pensando seguramente en las fiestas, en lo que significó este año difícil y en el próximo, que se aventura también muy complicado. Probablemente, también esté preocupado por el rebrote del Covid-19 y por el debate, bastante difícil de seguir, muy accidentado, de las vacunas.

Mientras tanto, la clase política está pensando en todo eso, pero también en algo más cifrado, menos comprensible para el electorado en general. Me refiero al vehículo de poder con el que cada bando va a competir en las elecciones parlamentarias del año próximo.

En un contexto económico y sanitario como el actual, las elecciones se convierten en extraordinariamente inciertas. No solamente porque el oficialismo debe hacer frente a una agenda muy exigente sino porque además la oposición viene con antecedentes bastante mediocres respecto de su gestión. Tiene que reconquistar la confianza del electorado, sobre todo en territorios que le son esquivos, como la provincia de Buenos Aires y, en especial, el conurbano bonaerense.

Cuando miramos cómo los partidos se van preparando para esa gran confrontación, aparecen varios fenómenos interesantes. Uno de ellos es la evolución personal de Máximo Kirchner, quien ha conseguido el consenso del oficialismo bonaerense para ponerse al frente del Partido Justicialista (PJ) en ese distrito. Se va a convertir seguramente en febrero en el jefe del PJ de la provincia de Buenos Aires. Esta novedad corrobora una tendencia: que los Kirchner entienden el poder como un activo familiar. Esto no quiere decir que esté mal. Tal vez sea la manifestación de una familia que tiene talento para ese oficio, pero es un rasgo interesante. Cristina Kirchner, muerto su esposo, se hizo entregar el bastón de mando por su hija, no por un funcionario público. La segunda característica es que el kirchnerismo se ha convertido en un grupo bonaerense. Santa Cruz es la casa matriz, pero su sede central ahora es la provincia de Buenos Aires. Néstor Kirchner inició el avance de este grupo político sobre la provincia apenas llegó al poder. Primero fue la conquista sobre Duhalde, después el triunfo del 2005 y así siguió avanzando. Su hijo Máximo entiende que este es el principal mandato que tiene de su padre y de su madre, consolidar ese territorio, ese tesoro político.

¿Qué es la provincia de Buenos Aires para ellos? Es el conurbano bonaerense, el lugar que concentra la mayor cantidad de pobres en la argentina. La pobreza es un fenómeno que ha explotado. Tenemos más de 44% de pobres, las villas de emergencia se duplicaron desde el año 2000, y crecieron un 25% desde el año 2010. En un país donde sucede esto es muy probable que haya un fenómeno populista. Los Kirchner son los que encarnan ese fenómeno. Cristina junta los votos ahí y con ese capital electoral, político, lidera el PJ. Desde el 2013 vimos distintos intentos dentro del PJ para reemplazarla, todos frustrados. Massa, Urtubey, Randazzo, hasta el propio Lavagna. Pero ninguno pudo desplazarla del liderazgo, porque este se discute en territorio bonaerense, y ahí lidera Cristina y ahora su heredero.

¿Qué es para la historia de Máximo Kirchner este paso? Posiblemente el comienzo de un proceso que no es el abandono de La Cámpora, pero sí el ir dejando a esta organización como su principal carta de identidad. Lo que fue su plataforma de avance se convirtió en su límite. Líder de La Cámpora, jefe del bloque de diputados oficialista, ahora pasará a ser el presidente del PJ bonaerense. ¿Cómo llegó hasta acá? Negociando con los intendentes, desde el año 2016. En el 2017 más todavía, aisló a los socios de Randazzo -entre los que estaba Alberto Fernández- y los intendentes que resisten este ascenso de Máximo.

En especial Juan Zabaleta, de Hurlingham, y el ministro de obras públicas Gabriel Katopodis. Ellos estaban del lado de Randazzo cuando Cristina corrió su última carrera en la provincia de Buenos Aires, en 2017, con un armado hecho por su hijo con los intendentes de la provincia. Ahí Máximo empezó a ganarse el lugar que va a terminar de consolidar en febrero con su trabajo, y también con los votos de su madre.

Es interesante la historia del conurbano, porque hay regularidades que se repiten desde hace más de un siglo. El socio de Máximo es el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde. Él suele decir «soy el socio de Máximo». Se supone que habla de política, claro. Hay una alianza entre ellos que se cristaliza en la legislatura bonaerense. Alguien que responde a ambos, que se llama Jorge Otermín, maneja ese poder que es la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, y con esa caja enorme y opaca, que es su presupuesto. Ahí se consolida esa sociedad entre Máximo e Insaurralde. Es una forma de equilibrar el poder La Matanza e impedir que Verónica Magario y Espinoza se terminen de quedar con el PJ bonaerense por un factor que domina toda esta historia: la prepotencia demográfica. Ya no es necesario tener una línea nacional en todo el país, como la tenía el expresidente Raúl Alfonsín o como la tuvo Menem. No. Ahora uno se sienta en el conurbano y el resto se tiene que alinear. Eso aprendió Néstor Kirchner de Eduardo Duhalde, y Máximo Kirchner de su padre. Esta es la tradición que vemos que se continúa.

En el fondo, aunque esto pueda ofender a los Kirchner, su maestro fue Duhalde. Esta es la novedad de la política argentina, sobre todo, desde mediados de los 90′ y eminentemente a partir de 2001. La Cámpora se apropió del aparato del Estado, donde son claves el PAMI y la Anses, cada una con sus respectivas delegaciones. Todo eso lo fue seleccionando Máximo Kirchner para quedárselo. De la gran juguetería del poder se quedó con los juguetes grandes. Y es lo que Alberto Fernández le entregó. Para gestionar, probablemente, pero sobre todo para esta carrera de poder que va más allá del año que viene.

Hay un acuerdo con los intendentes, aunque su profundidad no sabemos. Máximo Kirchner no va a poder y quizá tampoco quiera quedarse con la junta electoral del partido, que es clave en el armado de las listas. Queda un tema pendiente: ¿qué va a pasar con la prohibición establecida por la legislatura para que los intendentes que ya tuvieron dos mandatos puedan tener otro? Hay muchos intendentes que decían: «Nosotros te bancamos, Máximo, si vos lográs que la Justicia declare inconstitucional esa prescripción». En La Cámpora dicen algo que es irreprochable: «Nosotros lo votamos en contra. Pregúntenle a Massa que es el que votó a favor junto con María Eugenia Vidal».

La novedad de este panorama es que el albertismo no nació. Zabaleta, Katopodis, probablemente Menéndez, Grey y otras figuras del PJ bonaerense esperaban que Alberto Fernández, que había estado con ellos en contra de Cristina en 2017, contuviera a Máximo Kirchner. que en todo caso tensionara o peleara con él. Sin embargo, como contrapartida le van a reconocer la jefatura del PJ a nivel nacional. Solo cerrando los ojos no se ve lo evidente: acá también manda Cristina Kirchner.

Hay dos patrullas perdidas en toda esta historia. Por un lado, el Frente Renovador de Sergio Massa. ¿Qué será de su vida? Hasta ahora no se ve cuál es su porción de poder en esta historia. Lo otro que es tan raro, o novedoso, para algunos inclusive lindo y virtuoso, es el desapego extraordinario de Axel Kicillof por todo lo que tenga que ver con la lucha del poder partidario y electoral en estado puro. Esto es lo que lo vuelve alguien tan indescifrable para los intendentes y probablemente para el propio Máximo. Tal vez es lo que lo vuelve tan atractivo para Cristina.

Este avance de La Cámpora y del kirchnerismo, en esta nueva generación, sobre el PJ, ¿se va realizar en otros distritos? ¿Debe temer Víctor Santa María, que está armando un aparato mediático fenomenal, por la jefatura del PJ Capital? Bueno, ahí está Mariano Recalde, de La Cámpora, asociado a la mujer de un personaje importantísimo del PJ Capital y en el entorno de Alberto, que es Juan Manuel Olmos. Ella es María Rosa Muiños, legisladora de la Ciudad. Los dos están mirando el sillón de Santa María. Y él, mientras tanto, arma nuevas líneas internas y se lanza ahora en una que se llama «Espacio en Común». Curiosamente, el lanzamiento es en un salón de reuniones políticas que administra el otro yo de Wado de Pedro, Ignacio Saavedra. El encargado de las efectividades conducentes del ministro del Interior, como diría Hipólito Yrigoyen.

Todo esto es para ganar las elecciones. Y ése es justamente el problema, por la gran incertidumbre que plantea el panorama objetivo: la pandemia, la recesión y el entrelazamiento de entre ambas

Este martes empieza la vacunación. Se están repartiendo las vacunas en las distintas provincias y esto tiene una enorme opacidad porque es una vacunación de urgencia. Lo que pretende es bajar la presión sobre el aparato de salud que es muy deficiente, peor aún si hubiera un rebrote. Este es el temor de Ginés Gonzales García. Lo que quiere el ministro de Salud es empezar a vacunar sobre todo en los centros asistenciales para que no haya un desborde que termine diezmando a esos centros.

El exministro Adolfo Rubinstein, un sanitarista prestigioso que fue una figura central del gobierno de Macri en materia de salud se refirió a esta cuestión. Y, en mis términos dijo así como «a todas las vacunas les falta un golpe de horno».

En otras palabras, hay una vacunación de emergencia que no tiene todos los certificados de fiabilidad. Y esto es algo que sucede especialmente con la vacuna rusa. Porque Rusia es un país opaco, en donde las vacunas no pasan por los organismos de auditoría médica y farmacológica como sucede en EE.UU. o en Europa. Pero el Gobierno, en la emergencia, llegó a Vladimir Putin a través de Oliver Stone y de un amigo del kirchnerismo, el financista bolivariano Fernando Sullichin.

Pero, ¿por qué está tan agradecido Fernández con el presidente ruso? Porque estas 300 mil dosis de vacunas que envió salen del stock que tiene previsto Putin para su país. La vacuna para otros ciudadanos de otros países salen del mismo laboratorio, pero de las sedes de la India o de China. Es decir, estas 300 mil dosis se las están restando al pueblo ruso y por eso el agradecimiento de Fernández que está deseoso de mandarle a Putin la montura que le encargó a su vocero Juan Pablo Biondi y a Alejandro Granados, el intendente de Ezeiza, que a su vez es un viejo jefe del vocero.

Los tres estuvieron almorzando en El Mangrullo hace dos semanas. Hablaron bastante mal de la situación interna del oficialismo. Alberto habló de manera bastante peyorativa de las cartas de Cristina y de la presión que puede ejercer la vicepresidenta sobre el Gabinete para que haya cambios. Se manifestó muy enojado con eso delante de su vocero y de Granados, mientras hablaban de la montura de Putin.

«Ninguna vacuna terminó la verificación de fase 3», dijo Adolfo Rubinstein. No se sabía si iba a haber vacuna rusa, Alberto Fernández desesperado por conseguir alguna, aunque sea la vacuna china. Presionaron sobre el tema. Ginés González García dijo: «Hace tiempo que estoy tratando de hablar con el embajador Luis María Kreckler». Le cortaron la cabeza a Kreckler por el tema de la vacuna. Ya antes había cierta desconformidad con él porque, dicen en la casa de Gobierno, vencía el swap, el cambio de monedas con China, que forma parte de las reservas del Banco Central, y tampoco se había movido con toda celeridad. Le serruchaba el piso desde abajo el que ahora va a ser el embajador, Sabino Vaca Narvaja. Un hombre extraordinariamente ligado al pensamiento del Partido Comunista chino, muy conocedor de ese país y de su sistema político. Tan admirador de China que a uno le queda la sensación de que al embajador en China ahora lo pusieron los chinos. Suele pasar con las grandes potencias, no solo con China.

Para la oposición es todo un problema el de las vacunas. Hoy hubo un zoom en Juntos por el Cambio y Horacio Rodríguez Larreta dijo: «Les pido que no critiquen demasiado la vacuna, porque tenemos que vacunar». Después, como se ve con Rubinstein, la criticaron. ¿Y por qué hay que vacunar con tanta provisoriedad? Porque hay que darle a la gente la sensación de que la pandemia se termina y de que no va a haber una recesión eterna. Eso está por verse. Pero no es que la vacuna va a terminar con la recesión. Como va a seguir habiendo recesión, hace falta la vacuna para cambiar las expectativas. Hasta ahora es así, no al revés. Y contó algo gracioso Larreta en ese zoom. Dijo: «Alberto les pide a los gobernadores que se pongan la vacuna. Yo no me la quiero poner porque no quiero ser parte de un show». La pregunta es: ¿se pondrán la vacuna rusa los gobernadores? ¿O simularán que se ponen algo parecido a la vacuna con todo el espectáculo, incluídos los ministro de Salud inyectándolas? No lo sabemos.

Hay que ganar las elecciones. No solo es la vacuna, no solo es la pandemia. Está la recesión. La Confederación Argentina de la Mediana (CAME) consignó que este año cerraron 90.700 locales en la Argentina. Desaparecieron 41.200 pymes. No están más. Quedaron afectados 185.300 puestos de trabajo. Esto es lo que se va a discutir en la elección. Por eso es muy probable que Martín Guzmán tenga que seguir haciendo concesiones en su programa. No debería sorprender que le vuelvan a pedir que ponga el IFE. No debería sorprender que los sindicatos le digan: «Tenés que volver a poner las ATP para sostener a las empresas que no pueden pagar los sueldos porque no hay actividad».

Así se explica que, en este panorama, Cristina Kirchner diga: «No quiero aumento de tarifas. El aumento va a ser en marzo y no más del 9%». Eso significa otro plan económico. Hoy sabemos que el Gobierno va a la elección con un PJ unificado, en su distrito principal con Máximo Kirchner a la cabeza, y a nivel nacional Alberto Fernández. Pero sin brújula. Sin un plan, sin una hoja de ruta económica. La que había la acaba de dinamitar Cristina Kirchner. Porque el plan del Gobierno era negociar con el Fondo Monetario Internacional y seguir adelante con una de las únicas dos líneas que Fernández ha seguido sistemáticamente: la legalización del aborto y la renegociación de la deuda. Esa línea que nos lleva a un acuerdo con el FMI, ahora se convirtió en una línea de puntos. Hay que ver si sigue y cómo sigue. Y habrá que ver qué significa esta retracción a bajar subsidios energéticos. ¿Qué significa en términos de déficit fiscal, va a aumentar? ¿Cómo se financia ese déficit, con emisión? Habrá problemas cambiarios. Esta es la incógnita para lo que viene.

En este contexto, donde se anuncia que el atraso tarifario va a seguir adelante su curso, tuvimos este lunes una noticia bastante rara, curiosa, que ya ha desatado la suspicacia, el afán investigativo de Elisa Carrió. Me refiero a la venta del 51% de Edenor, que es la distribuidora eléctrica más importante de la Argentina, probablemente una de las más importantes de Latinoamérica. Se lo venden a un grupo integrado por varios próceres: José Luis Manzano, Daniel Vila y Mauricio Filiberti, que es el dueño de la principal empresa de cloro del país, extraordinariamente ligado a Aysa, porque es su principal proveedor. Y todo lo que está ligado a Aysa está ligado a Mr. Cloro, a José Luis Lingeri, el sindicalista tan integrado a los servicios de la inteligencia del gobierno anterior, sobre todo a Silvia Majdalani. Dicen que, como siempre, Lingeri está medio escondido por esa propensión al espionaje, bien escondido detrás de Filiberti. No debe ser cierto. ¿Un sindicalista puede tener tanta plata como para comprar una empresa de esta dimensión?

Hay otras personas detrás de este negocio, ligadas a Manzano: Michael Stevens, un inglés que viene haciendo negocios desde hace mucho tiempo con él; y otro personaje que se llama Aidar Bestene, un hombre de la política y los negocios del fallecido gobernador de Chubut, Mario Das Neves, que ahora parece estar muy cerca del intendente de Puerto Madryn, Ricardo Sastre. Manzano conoce Chubut casi como Mendoza, su provincia. Este es el grupo que le compraría a Marcelo Mindlin el 51% de Edenor. Dos preguntas, no dos afirmaciones, alrededor de esto. La primera: ¿cuál es la deuda de Edenor con la empresa que vende la energía? Es una empresa mixta de gran participación estatal. Todas las empresas distribuidoras de energía eléctrica tienen una enorme deuda con esta empresa, que se llama Cammesa, por una lógica que está detrás de lo que dice Cristina Kirchner. «Si no aumentas las tarifas, no puedo pagarte la energía. Si no me remuneras, si la tarifa apenas sirve para mantener la red, ¿cómo hago para pagar el insumo?» Es razonable. En esta racionabilidad se ha acumulado una deuda gigantesca. Fíjense algunos números. Manzano y Vila, que son los socios que le están comprando a Mindlin, son dueños de otra empresa de distribución eléctrica que se llama Edemsa, que distribuye en Mendoza y zona de influencia. Edemsa le debe a Cammesa 120 millones de dólares. Edenor le debe a Cammesa 225 millones de dólares. Es muy interesante que quienes ya deben, con todas las excusas que tienen (hay juicios en el medio), compren otra empresa y deban más ahora. ¿Qué va a hacer el ENRE, el ente regulador, con esto? Pregunta que se hace Carrió y mucha gente.

Hay algo muy interesante en esta incógnita. Vila, Manzano y Filiberti, son íntimos amigos de Sergio Massa. Probablemente los empresarios más cercanos a Massa, incluso mucho más que Mindlin. Massa agregó un artículo al Presupuesto Nacional, que no estaba en el que venía desde Economía, que es el artículo 87. Y dice que toda la deuda de las distribuidoras eléctricas no va a ser materia de negociación entre dos empresas, la distribuidora y Cammesa. La va a discutir el deudor con la Secretaría de Energía, y esa discusión va a ser política. Se verá caso por caso, se establecerá para cada uno un traje a medida. La pregunta es: ¿cuál será el traje a medida que harán para la deuda de Edenor? Los nuevos titulares serían, si termina el proceso, los amigos de Massa, que previó que la negociación de la deuda de estos 225 millones de dólares va a ser política. Ya para Carrió esto es un escándalo. Y para mucha más gente que está mirando esto es un escándalo. Curioso. En el Presupuesto 2017, Massa le pidió a Mauricio Macri una cláusula similar en favor de las distribuidoras eléctricas. Y obviamente le dijeron que sí.

Segunda pregunta, y es más misteriosa, pero la he escuchado muchísimas veces en los últimos días. Me cuesta creer que esto sea así, creo que no. Edenor emitió una cantidad enorme de obligaciones negociables. Papeles de deuda, que, como todos los papeles de deuda de la Argentina y de las empresas, se destruyeron. Hay quienes creen que alguien ligado a Mindlin compró esas obligaciones negociables y que parte del acuerdo con Manzano, Vila y Filiberti, con el empresario Stevens, Bestene, no sabemos si con Lingeri, es pagar estas obligaciones negociables a un precio mucho mejor que el realmente tienen en el mercado, aquel por el cual las compró esa persona, que, insisto, me cuesta creerlo, sería ligada a Mindlin. ¿Esto se discutió con Manzano y Vila en esta negociación? No lo sabemos, pero es una incógnita que recorre el mercado desde hace por lo menos tres semanas. Obviamente, en Edenor dicen que es imposible porque estarían traicionando, perjudicando, a su accionista, que es el fondo Pampa Energía. Por eso resulta tan difícil de creer eso que se repite tanto

Hay que ganar las elecciones y es un problema también para la oferta opositora en el mapa electoral. Hay una recesión, son esos números de CAME, que empezó con Macri. ¿Cómo hace Juntos por el Cambio para discutir, darle visibilidad, al señor que está enojado porque cerró su pyme, porque tuvo que cambiar al chico del colegio, o pasarse a un plan más barato en la prepaga porque no le alcanza la plata? ¿Quién representa a ese señor que está enojado? En el Gobierno están pensando en ese problema. Cristina Kirchner lo está pensando en el sentido de no aumentar las tarifas. Del lado de la oposición, hay muchos que también lo están pensando. Y curiosamente una de las que lo piensa muy seriamente es Elisa Carrió. Ella pretende remodelar Juntos por el Cambio. Y este fin de semana, para la vida opositora, hubo un acontecimiento que pasó casi inadvertido: el cumpleaños de Carrió el sábado a la noche en su casa de Exaltación de la Cruz.

Hubo mucha gente relevante. Un 26 de diciembre. Hay que ir hasta allá… Fueron. A la cabeza de todos, Larreta, que se quedó como hasta las 12 de la noche. María Eugenia Vidal no estuvo, pero mandó regalos, llamó, se comunicó por las redes sociales, como si estuviera. Mario Negri, del radicalismo de Córdoba, presidente del bloque opositor en el Congreso, estuvo también. Y dos nombres que reaparecen en la política en el cumpleaños de Carrió: Alfonso Prat Gay y Pedro Lacoste. También Daniel Salvador, quien fue vicegobernador de Vidal en la provincia de Buenos Aires, muy ligado al sector anti-Posse, anti-Monzó. Se recompone la relación o el eje originario de Carrió en 2009, cuando su diseño principal era la Coalición Cívica y sectores del radicalismo. También estuvo Atilio Benedetti, candidato a gobernador del radicalismo en Entre Ríos. Quien dice Benedetti, dice «no Frigerio». Mario Barletta, de Santa Fe, también estuvo. Dicen que mucho antes del próximo cumpleaños va a estar también Alfredo Cornejo, con el que Carrió quiere tender un puente más activo.

Grandes ausentes de todo esto: Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Es evidente que Carrió está intentando condicionar, influir, en un sistema de alianzas interno dentro de Juntos por el Cambio, imaginando un rol importante en la provincia de Buenos Aires (ya dijo que quiere ser candidata). El consenso sigue indicando que lo más probable es que la primera candidata de la oposición el año que viene en la provincia de Buenos Aires sea Vidal, que sigue deshojando la margarita. Pero este cumpleaños hay que mirarlo porque empezó una nueva historia el sábado a la noche allá en Exaltación de la Cruz. Hay que ganar las elecciones.

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