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Desafío a aguas abiertasEl drama que vivió Matías Ola por la hipotermia extrema que le impidió cruzar el Canal de la Mancha: “No sé ni cómo llegué de vuelta al hotel”

Partió desde Dover, Inglaterra, y buscaba llegar a Calais, Francia, en menos de once horas sin protección del traje de neoprene.

El cruce del Canal de la Mancha es el «Everest de los nadadores». Uno de los desafíos de aguas abiertas más difíciles de realizar, en especial sin traje de neoprene, apenas con una malla, un gorro y un par de antiparras, como lo intentó Matías Ola. El tucumano de 34 años se tiró al agua en Dover, Inglaterra, el domingo, a las 14 de nuestro país, pero no pudo completar a pura brazada los 42 kilómetros del recorrido hasta Calais, Francia.

Una hipotermia extrema lo obligó a abandonar cuando habían pasado siete horas de travesía. «Fue una situación rara. Me abandonaron la fuerza y la resistencia. Ni siquiera recuerdo cómo llegué de vuelta al hotel», le contó a Clarín desde Inglaterra, ya recuperado. 

«Por suerte ya estoy bien. Fue todo muy confuso. Venía nadando muy bien al lado del barco, veníamos trabajando muy bien la hidratación y la compensación con mi entrenador. Y de repente cayó la noche y me sorprendió mucho el frío», explicó Ola. Y reflexionó: «No estaba preparado evidentemente para soportar tantas horas en aguas tan frías o por alguna razón mi cuerpo no reaccionó a estas temperaturas como había esperado. Estaba desorientado y me sacaron del agua porque veían que estaba en un cuadro hipotérmico bastante avanzado. Me subieron al bote y ya no me acuerdo más nada. Ni siquiera cómo llegué al hotel. Me levanté a la madrugada porque tenía vómitos y me di cuenta de que ya estaba en la cama y todo lo que había pasado».

Pablo Testa, entrenador de Ola, explicó que la temperatura del agua terminó siendo mucho menor a las que el nadador había experimentado en la semana, durante los entrenamientos en Dover. Cuando salieron del puerto, a las 17.10 hora local, la temperatura ambiente era de 18° C y la del agua, de 16°4. Pero a medida que se metían mar adentro, las condiciones se hicieron cada vez más duras. 

«En Dover hay mucha amplitud térmica entre el día y la noche en verano. Y calculo que llegamos a tener entre 13°8 y 14° de temperatura del agua, lo que es muy frío para el cuerpo humano. Matías nadó a -0,5° pero fueron solo siete minutos, lo que es totalmente diferente a estar siete horas internado en aguas a 14 grados», contó Testa.

Cuando habían pasado siete horas de travesía, el entrenador decidió sacar al tucumano del agua porque vio que estaba entrando en un estado de hipotermia agudo.

«Primero me gritó ‘No siento las piernas’. Le dije que pateara más fuerte para reactivarlas. Lo hizo y anduvo mucho mejor. Pero después volvió a esa situación, porque iba más tiempo de nado, más gasto de calorías y cuando más nos internábamos en el mar, más fría se ponía el agua», comentó Testa.

Y relató cómo fueron las siguientes horas, algo que Matías no recuerda. «Me di cuenta de que no sentía las piernas, descoordinaba su andar; de 68 brazadas por minuto -que para él es como volar en el agua- llegó a las 42, lo que no es propio de Matías. Veíamos que el nado era como un zig zag, en dos oportunidades chocó su brazo con la embarcación. Me daba cuenta de que no abría los ojos, le hacía unas preguntas y no me contestaba o tardaba en contestarme. Y cuando lo hacía parecía que balbuceaba. Por eso decidí sacarlo», comentó el entrenador.

«Empecé a no sentir las piernas en mi nado y eso complicó muchísimo las cosas. Después empecé a temblar bastante, pero no se lo dije a Pablo. Pensaba que iba a ser algo pasajero, estas cosas pueden pasar. Viví situaciones similares en otras travesías, pero no al punto de esta. Me acuerdo de que mi entrenador me agarró del brazo y me dijo que tenía que salir. Yo no reconocí que estaba en un punto tan avanzado de hipotermia. Hasta pregunté por qué no podía seguir. Y después no me acuerdo nada más», contó Ola. 

Una vez que lo subieron al barco, lo abrigaron y comenzaron a darle calor. El tucumano no perdió el conocimiento, pero estaba desorientado. Y llegó a pedirles a Testa y a Jackie Cobell, una nadadora británica con la que cruzó el Estrecho de San Carlos en las Islas Malvinas en 2015 y que lo acompañó desde el bote, que lo abrazaran para entrar en calor. Poco más de una hora después, el barco llegó al puerto de Dover y Testa llevó a Ola hasta el hotel.

«En más de treinta años que tengo de experiencia como entrenador, nunca me pasó que un nadador no me pida salir estando en semejante situación. Si era por él, seguía nadando. Esto habla de la mente que tiene Matías, que es una locura», reflexionó Testa.

Tal vez por esa mentalidad de la que habla su entrenador, el tucumano ya dejó atrás el sabor amargo por el cruce frustrado y comenzó a planear la misma travesía para el año que viene. La idea es intentarlo entre finales de julio y principios de agosto, una época en la que el clima suele ser más benigno para este tipo de desafíos.

Antes de zambullirse en su travesía, Ola había hablado con Clarín: «Estoy muy expectante. Significa mucho para mi carrera. El Canal de la Mancha está dentro del Desafío de los Siete Océanos que estoy buscando hace unos años. Era una etapa que tenía que llegar algún día. El tema es que no es fácil conseguir los permisos, la embarcación y la logística que necesitás para cruzar de Inglaterra a Francia. Por eso me llevó muchos años la organización para este cruce y es un desafío bastante grande por las temperaturas».

Si lograba el cruce, el argentino iba a lograr además la Triple Corona, que se gana cuando se completa el cruce al Canal de Catalina, en California, la vuelta a la isla de Manhattan -dos travesías que ya logró – y el Canal de la Mancha, que ahora intentaba alcanzar.

Esta vez no pudo ser. Pero su alma aventurera llevará al tucumano a volver a encarar el desafío. Nada parece imposible para este nadador que busca domar a las aguas más salvajes.

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