Opinión

AnálisisCoronavirus: un combo de desaciertos que explotó en la mañana del viernes

La mayoría de los países que decidieron imponer una cuarentena para tratar de evitar un avance mayor del coronavirus incluyeron a su sistema bancario entre los servicios esenciales. Argentina, no.

A la secuencia del descalabro actual aportó mucho la incorrecta evaluación que hicieron organismos públicos al incrementar exponencialmente la demanda de atención bancaria mientras se mantenía a la vez restringida a la vez la oferta de atención. A eso hay que agregar que la población que se envió a cobrar por bancos es la menos acostumbrada a interactuar con ellos por medios electrónicos o por máquinas, lo que generó innumerables problemas.

Eso ya había quedado a la vista días atrás, cuando aparecieron las primeras colas interminables en los cajeros automáticos. Fue cuando se juntaron los que buscaban hacer retiros con los que intentaban hacer depósitos para cubrir sus cheques.

Pasó lo que podía pasar. Se mandó a los jubilados a cobrar por cajeros cuando más de un tercio de ellos no operan con tarjetas de débito. En la mayoría de los casos las tienen, pero jamás las activaron; en otros casos las perdieron y en otros faltaba emitir, porque una partida de plásticos importados quedó atrapada en la Aduana.

Pero el mayor problema fue que, dado los intentos por activar esas tarjetas para cobrar, muchos plásticos además comenzaron a quedar invalidados por reiterados intentos de uso por cajeros poniendo mal las claves.

La cadena de desaciertos quedó a la vista días atrás cuando se empezaron a desbordar los cajeros y se viralizaron las imágenes de colas interminables. Fue lo que decidió al Banco Central (BCRA) a disponer la reapertura y a los dirigentes de la Asociación Bancaria (AB) hasta allí inflexibles (se trabaja «a puertas cerradas, con dotación mínima y en forma remota en favor de la salud de los trabajadores y clientes», proclamó días atrás en un comunicado) a la reapertura de las sucursales desde hoy, pero solo para atender a jubilados y beneficiarios de planes, algo que se dispuso el mismo día además en que la Anses dijo a los cuatro vientos que comenzaría el pago de la primera tanta de planes de emergencia (el IFE).

El resultado es el que se vio hoy: la población que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como la más vulnerable a la pandemia lanzada a las calles para cobrar sin la más mínima posibilidad de respetar las recomendaciones de distanciamiento social, con los riesgos epidemiológicos que todo esto supone.

Los intentos por enmendar la situación ya aparecieron: la apertura de sucursales durante el fin de semana y la extensión de horario de atención durante el día hoy que ya muchos bancos pusieron en práctica pero no quieren publicitar «para que no vaya más gente aún a las sucursales».

Pero, posiblemente, el daño ya esté hecho. Y en ese caso: ¿quién se hará responsable?

 

 

Fuente: Por Javier Blanco para La Nación

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