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InseguridadCómo entrenan las bandas de motochorros

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Se preparan para cometer sus golpes. ¿Cuántas veces utilizan una misma moto?

La diferencia es clara. La saben los vecinos, los pibes que paran en las esquinas y cualquiera que esté metido en el ambiente del hampa: los pilotos de las bandas de arrebatadores de relojes o de salideras bancarias que actúan en el microcentro porteño cuentan con una formación «legal».

Antes de hacerse ladrones fueron mensajeros o repartidores de pizza en moto y se sumaron al rubro de la delincuencia a partir de la propuesta de alguna banda.

Los que manejan motos para robos menores, en cambio, aprenden con motos robadas. A esas motos, en la jerga, se les dice «truchas». Las bandas que las usan suelen protagonizar los robos más violentos. Y sus integrantes son mucho más jóvenes. Rara vez superan los 25 años, según publicó Clarín. 

«Como esas motos son robadas se la prestan a cualquier pibe que la pida», explica un vecino de la villa 1-11-14, el asentamiento en el que vivían los acusados del crimen de Brian Aguinaco. El conductor de la moto fue condenado este martes a prisión perpetua.

El vecino sigue: «De menores aprenden a manejar con motos robadas. Si la Policía los para, los que se comen la causa de robo o encubrimiento son ellos, y no el que la robó. Se caen, chocan contra autos; no les duele porque son robadas. Se hacen buenos pilotos usándolas a toda velocidad y rompiéndolas, total no hubo ninguna inversión en ellas».

Otra gran diferencia con las bandas de salideras es el valor, la cilindrada, la legalidad y el tipo de botines a los que aspiran. Una banda así puede invertir hasta un millón de pesos en una moto de 750 cilindradas, porque saben que robar un maletín que sale de una financiera o banco del Microcentro les podría representar muchísimo dinero.

Sus vehículos siempre son legales, aunque nunca están a nombre del que los maneja. «Y los motochorros usan motos robadas o que se sacan en una concesionaria con un documento y recibo de sueldo; sin anticipo, a pagar en cuotas», concluye el vecino, que es testigo del día a día de estas bandas.

La vida útil de las motos robadas depende de los hechos cometidos. Es difícil que supere los cuatro ilícitos. Cuando sientan que «está quemada», es decir, identificada por la Policía o las cámaras de la Ciudad, automáticamente se venden. O por repuestos o entera, a algún vecino que tenga la misma moto, pero legal, y quiera colocarle todos los accesorios y repuestos de la robada.

Aunque también están los que las dejan en las villas para que practiquen otros, a pesar de los riesgos: si la Policía allana y la encuentra, podrían atribuirle los hechos investigados en los que estuvo el vehículo al dueño de la casa.

Las bandas de salideras y que arrebatan relojes suelen contar con autos que van de apoyo. Entonces, el rol del piloto solo es sacarlos de la zona para después subir a los autos. Los motochorros, no. El piloto los lleva, los saca y los deja en la puerta de sus casas.

La única coincidencia es la confianza que «el bajador», como se le dice al que va de acompañante, debe tener en su piloto. Porque no cualquiera se sube a la moto de alguien que no conoce o al que nunca antes vio conducir. 

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