Opinión

AnálisisCalfucurá, los mapuches y los pueblos originarios de Argentina

Por Roberto Edelmiro Porcel

Cinco comunidades reclaman, para enterrarlo, la restitución del cráneo de Calfucurá. Solo por razones humanitarias, el Museo de la Plata puede analizar la concesión del pedido. Legalmente, no hay obligación de acceder a su devolución, según informó Infobae.

En efecto, el artículo 1° de la ley 25517, promulgada el 14 de diciembre del año 2001, se refiere solo a la entrega de los restos mortales de nuestros aborígenes originarios, no de los indígenas o indios en general, por lo que el cráneo de Calfucurá pueden continuar en su actual destino mientras se lo trate con el respeto y la consideración debidos, por ser parte de los restos de un ser humano.

«Aborigen» es solamente el indio cuyos antepasados eran originarios del lugar en que él vive o vivió, o sea, el que es descendiente de los que vivían en nuestro país en el momento de la conquista española (siglo XVI). Nuestra ley 23302, artículo 2°, establece que solo se entenderá como «comunidades indígenas» a los conjuntos de familias que se reconozcan como tales por el hecho de descender de poblaciones que habitaban nuestro territorio nacional en la época de la conquista o la colonización (siglo XVI). En ese siglo entraron a nuestro país las tres únicas corrientes conquistadoras y colonizadoras de nuestra tierra, las del Río de la Plata, la del Alto Perú y la de la Capitanía de Chile.

Esta ley implicó la ratificación ya acordada internacionalmente en el Convenio 107 sobre Poblaciones Indígenas y Tribales, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), del año 1957, ratificada por la ley nacional 14392. Ella determina a quiénes debe considerarse pueblos originarios. El convenio definió y calificó como «pueblos originales» de un país a los descendientes de pueblos que habitaban allí o en una región de su territorio, en la época o el momento de su conquista y colonización.

Por consiguiente, ni Calfucurá, ni los huilliches, ni los araucanos, hoy llamados «mapuches», son originarios de Argentina ni los ampara el citado inciso 17 del artículo 75 de nuestra Constitución.

Calfucurá es un indígena trasandino que ingresó a nuestro país recién en el año 1834, gracias a su trato para atacar a los vorogas efectuado con don Juan Manuel de Rosas. No es acreedor de descansar en nuestra tierra por todos los males que posteriormente nos ocasionó, sobre todo a partir del año 1852, hasta su derrota total en la batalla de San Carlos, en Junín, en 1872. Un año después de ser vencido, murió en Salinas Grandes.

Por su actuación, llegó a ser el cacique sureño más importante de los invasores o emigrantes que entraron procedentes de Chile en el siglo XIX. Era hijo de Guente Curá (o Huente Curá), un ex cacique o capitanejo huilliche, etnia pehuencheintegrante de la familia de los Piedras.

Calfucurá nació en Collicó-mapu (entre Pitrufquén y el lago Colicó), en la región del Llaima, en Chile, su tierra, donde se había asentado su padre solo con su familia, al sur de los araucanos, tras abandonar su gente huilliche (que poblaban más al sur del río Toltén) por problemas que realmente desconocemos. Si se devuelve su cráneo por razones de humanidad, ese y no nuestra tierra es el lugar para su enterramiento.

Su nacimiento se presume que ocurrió en 1780. Algunos historiadores dicen que nació en la sexta década del siglo XVIII, sin precisar el año. Calfucurá no era tampoco araucano, o sea, mapuche, nombre actual de tardía aparición con que se denomina a los indígenas originarios del Arauco, en Chile.

Cuando entró a radicarse en nuestro país, cumpliendo con un ambicioso plan personal y las condiciones impuesta por Juan Manuel de Rosas para permitirle establecerse en Salinas Grande, atacó y masacró a los indígenas vorogas en Masallé (1834), zona de Guaminí y a los moluches en Quintuco (1837), cerca del río Agrio, provincia de Neuquén.

Los indígenas vorogas y moluches también, como él, eran chilenos, pero no de su etnia. No eran huilliches sino araucanos (aborígenes del Arauco). Los moluches habían cruzado a nuestra tierra con el cacique Raylef, en 1837, para vengar la muerte a degüello del último de los caciques mayores vorogas, Cañiuquir, hecho ocurrido en 1836. Se dedicaron, tras fracasar en su intento de tomar la Fortaleza Protectora Argentina y el poblado de Bahía Blanca, a maloquear, arriando en su retirada a su país natal, perseguidos, nuestras tropas, cerca de doscientos mil animales robados en nuestros campos.

A su vez, los vorogas, una década antes, derrotados y perseguidos en el sur de Chile, donde habían luchado a favor de Fernando VII contra los patriotas chilenos que defendían su independencia durante la llamada guerra a muerte (años 1818 a 1824), cruzaron la cordillera huyendo de sus vencedores, los patriotas, con toda su chusma, acompañados por los guerrilleros españoles de los hermanos Pincheira. Lo hicieron buscando refugio en nuestras pampas.

En ellas maloquearon originalmente contra los pobladores de nuestra región sureña, desde Mendoza hasta Buenos Aires, cautivando mujeres, jóvenes y niños (a los hombres en sus pillajes los eliminaban), y robando millares de cabezas de ganado que comercializaban con compradores trasandinos, entre ellos, con Calfucurá.

Atacaron y mataron a nuestros indios tehuelches, pobladores originarios de esas regiones; en especial, diezmaron a los pampa-serranos o puelches, lo que hicieron con la ayuda de tropas realistas de los citados hermanos Pincheira y sus lugartenientes, que los habían acompañado en su escape desde Chile, agregando así a sus ataques a caballo y lanza (eran guerreros veteranos, superiores a nuestros indios) el poderoso poder de fuego de los fusiles.

Como vemos, los vorogas fueron los primeros araucanos que se radicaron en nuestra tierra y lo hicieron recién en el año 1822. Con anterioridad, habían ingresado solamente a maloquear (robar, matar y secuestrar), primero, con el apoyo de nuestros indios y, después, por su cuenta, prescindiendo de estos, regresando siempre a Chile, donde estaban además los compradores de sus arreos y sus cautivas.

Calfucurá, que entró para radicarse recién en 1834, mató más indios araucanos en su llegada a nuestro país (no menos de dos mil) que Julio Argentino Roca en toda su famosa Campaña del Desierto, donde murieron 1270 indígenas. Lamentablemente, su matanza muy pocos la conocen, denuncian o analizan, cuando hablan del inexistente «genocidio» del general Roca.

A los vorogas Calfucurá los atacó traicioneramente en sus toldos de Masallé, donde aquellos lo esperaban pacíficamente, ya que les había anunciado que iba a comerciar, algo que ya había hecho anteriormente con ellos en varias oportunidades. Este ataque se lo conoce en la historia como la traición de Masallé (año 1834).

A los moluches Calfucurá los sorprendió en el río Agrio, en Neuquén, en el año 1837, aprovechando que habían acampado en su huida de regreso a Chile. Su jefe, el cacique Raylef (el viejo), se había detenido en su retirada para aprovechar los pastos de la zona y engordar el arreo de ganado robado antes de cruzar la cordillera para poder venderlo a más precio; seguro que las tropas criollas que lo perseguían no podrían alcanzarlo.

Calfucurá dio muerte en esas dos oportunidades en que actuó traicioneramente contra indios araucanos para cumplir con Rosas y, con sus propias y personales ambiciones,a tres caciques mayores de esta etnia (dos vorogas, Rondeau y Melin, y un moluche, Railef), varios caciques de menor rango, capitanejos y más de dos mil indígenas trasandinos. Les arrebató además a sus vencidos toda su chusma y les robó cuanto tenían y el ganado robado que arreaban con destino a Chile.

Es más, para humillar a los vorogas, Calfucurá tomó como su mujer principal a la preferida de su víctima más importante, el cacique mayor Rondeau, que él mandó asesinar en Masallé, llamada Zuguillang.

Los araucanos son una sub-rama de la etnia andino-peruana. Componían este pueblo en distintas ubicaciones en el Arauco los costinos, los abajinos, los arribanos o moluches y los vorogas.

El arauco es una región de Chile que tiene como límites los ríos Bío-Bío al norte y el Toltén al sur, el océano Pacífico al oeste y las primeras estribaciones oeste de los Andes, al este.

Por consiguiente, los huilliches son, sin discusión alguna, un pueblo de etnia pehuenche que solo tiene en común con los araucanos que también son originarios de Chile, su origen trasandino (ver el libro La verdadera antigüedad de los mapuches en la Argentina, de Rodolfo Casamiquela). No son, por consiguiente, originarios de Argentina, donde, por haberse asentado recién en el año 1822 (tercera década del siglo XIX), no gozan del amparo y los beneficios del artículo 75, inciso 17 de nuestra Constitución Nacional, que reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos.

Actualmente pretenden invocarlo falsamente en Neuquén y Río Negro para reivindicar y usurpar tierras que nunca fueron de ellos, con el lamentable apoyo de organizaciones de izquierda y muchas veces de autoridades, magistrados y otras personas, a las que les interesa más su ideología política o su conveniencia personal que actuar con el rigor que se requiere en defensa de nuestra soberanía territorial.

Se los conoció originalmente como «reches». Los incas, en 1471, cuando la invasión a Chile de Tupa Inca Yupanki, los llamaron «aucas» y finalmente los conquistadores españoles, influenciados por el poema La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga, los denominaron «araucanos». Esta es su designación clásica en labios y textos de origen europeo y criollo (ver Casamiquela).

Hoy se autodenominan «mapuches», que significa ‘gente de la tierra’, tratando de usar este nombre como un paraguas para abarcar otras etnias de ambos lados de la cordillera que nada tienen de común con ellos. Es una denominación maliciosa, que intenta incluir a los huilliches que habitaban al sur del río Toltén y a los picunches, que poblaban al norte del río Bío-Bío, ambos pueblos de indígenas chilenos de etnia pehuenches.

Además, quieren poner también bajo dicho paraguas a nuestros contados sobrevivientes, hoy muy mestizados, de pueblos realmente originales de Argentina. Me refiero a los pehuenches boreales de la región de Varvarco, al norte del río Agrio y a los tehuelches que habitaban originalmente al sur de este río, desde la cordillera al Atlántico, de etnia pampidos.

Niegan ser argentinos, sosteniendo que ellos pertenecen a la nación mapuche.

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