Política

En LujánAnte Macri y Fernández, la Iglesia pidió “no caer en la tentación de querer destruir al otro”

El actual presidente y su sucesor estuvieron en primera fila de la misa “por la unidad y la paz” realizada frente a la Basílica de Luján. Los acompañaron Juliana Awada, Fabiola Yáñez y las principales figuras de sus gabinetes.

No fue una misa cualquiera. Lo empezaban a avisar los pasacalles colgados en la bajada de la autopista que mete a los autos en la ciudad de Luján. Decían «Radicales para la victoria – Alberto presidente – Volvimos». Lo mismo que decían los volantes que alfombraban el piso de adoquines de la Plaza Belgrano, frente a la Basílica de esa ciudad bonaerense: una foto de Alberto Fernández y Cristina Kirchner y la leyenda «Un país para todos».

Lo advertía el calendario: la misa este domingo, feriado nacional por el Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen, fue sólo dos días antes de que Mauricio Macri deje de ser Presidente y Alberto Fernández empiece a serlo. Así que, sentados uno al lado del otro en la primera fila frente al altar de la celebración religiosa que se hizo al aire libre, la política metió la cola.

La llamada «Misa por la Patria» fue convocada por la Conferencia Episcopal Argentina: los pedidos de «unidad» y de fortalecer «una construcción en la que nadie sobra» fueron epicentro de la homilía a cargo de Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes y Luján. La misa empezó apenas después de que, acompañados de su parejas, Macri y Fernández llegaran a la par a sentarse en las sillas de algarrobo reservadas para la primera fila del vallado reservado para políticos, sindicalistas y otros referentes sociales.

Para llegar hasta ahí, atravesaron un pasillo vallado al que se acercaron unas quinientas personas para, al paso, sacarse selfies con alguno de los dos , o con ambos.

Antes que ellos habían ocupado sus lugares los macristas Marcos Peña, Rogelio Frigerio, Jorge Faurie, Carolina Stanley, Patricia Bullrich, Guillermo Dietrich, Federico Pinedo, Germán Garavano y Oscar Aguad, entre otros.

También había albertistas, con varios miembros del Gabinete que asumirá el poder este martes. Santiago Cafiero fue el más cercano a la silla del presidente electo: en el medio, sólo Fabiola Yáñez. Felipe Solá, Juan Cabandié, Daniel Arroyo, Marcela Losardo, Gabriel Katopodis, Gustavo Béliz, Nicolás Trotta, Jorge Taiana y Eduardo Valdés también estuvieron en Luján.

Roberto Lavagna, que apenas llegó se ubicó en una de las últimas filas del sector vallado, fue invitado a sentarse al lado de Cafiero.

Hubo ausentes también en la cita: ni Cristina Kirchner, ni María Eugenia Vidal, ni Horacio Rodríguez Larreta, ni Axel Kicillof estuvieron en la misa. Miguel Ángel Pichetto​, derrotado junto a Macri en la fórmula presidencial de Juntos por el Cambio y presente este sábado en el acto de despedida de la gestión actual en Plaza de Mayo, tampoco estuvo en Luján.

 

«Nos pareció importante en este Día de la Virgen rezar por la Patria», dijo Scheining durante su homilía, y sumó: «No somos ingenuos, no creemos que una celebración solucione los problemas, pero este gesto habla por sí mismo. Podemos rezar por muchas cosas: hoy nos hemos convocado a rezar por la unidad. Debemos hacer todo lo posible por resistir y no caer en la tentación de querer destruir al otro. En la Patria, el otro es mi hermana, es mi hermano».

Para reforzar el mensaje «anti-grieta» que intentó dar durante su discurso, el arzobispo dijo: «La unidad es una tarea que nos compromete a todos, porque la unidad es muy frágil y pronto la rompemos (…) La unión de un pueblo es una tarea, una lucha que comienza en el corazón de cada uno». Y también: «Estamos agotados de tantos desencuentros y peleas. No se trata de una unidad homogénea o hegemónica, sino de una unidad necesaria para construir el país deseado y salir del laberinto en el que nos encontramos (…) Necesitamos escucharnos y volver a dialogar todas las veces que sea necesario».

Macri y Fernández, que no se veían desde el 28 de octubre tras las elecciones que consagraron al candidato del Frente de Todos como próximo presidente, se abrazaron en el momento en el que el arzobispo Scheinig instó a «darse la paz». Primero cada uno besó a su pareja y luego protagonizaron la foto del día. Volvieron a abrazarse cuando monseñor Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cerró la misa con el pedido de que los presentes volvieran a «darse la paz».

«Todos somos concientes de lo que viene en el mundo y en Latinoamérica no es fácil. Necesitamos de todos: nadie sobra en esta construcción», sostuvo el arzobispo. Fue la primera vez que lo aplaudieron: empezó el público que rodeaba el sector vallado y que había llegado a Luján en colectivos de línea o micros. Siguieron los funcionarios entrantes y salientes.

«Deseamos que los pobres recuperen sus derechos. No que sean tratados como una variable sociológica o macroeconómica. Dios les dé la gracia especialmente a los gobernantes para que los pobres sean los más protegidos», dijo Scheinig, e instó a que haya «políticas de Estado que perduren más allá de aquellos a los que les toque gobernar por determinado tiempo». Macri y Fernández aplaudieron. También aplaudieron los dos -entre cientos de personas- cuando el arzobispo sostuvo: «Cuánto bien nos haría conocer el mensaje del Papa de manera directa y no por quienes lo parcializan y recortan». En la última fila del sector vallado, el dirigente social Juan Grabois no aplaudió.

Los fieles que habían llegado en colectivos de línea o micros y que rodearon el sector vallado asignado a políticos y referentes sociales y sindicales permanecieron en silencio durante casi toda la misa. Sin embargo, apenas subieron los sacerdotes al altar montado en Plaza Belgrano una mujer gritó: «Alberto, el aborto es un crimen, es matar al bebé. Alberto anti-bebés». El arzobispo dejó pasar unos segundos y volvió a hablar ante fieles, políticos, sindicalistas y referentes de distintos credos, entre ellos el judaísmo, el evangelismo, el islam y la Iglesia armenia.

Alrededor del vallado volvieron a escucharse voces cuando la misa terminó: «¡Alberto!», llamaron al Presidente electo. Fernández se acercó a algunos fieles, se sacó fotos con ellos y les dio la mano. En ese mismo momento, Macri sonreía para algunas selfies que le pedían dentro del sector vallado. Su nombre sonó mucho menos que el de Fernández mientras los dos caminaban por el mismo pasillo que los había llevado frente al altar. Esta vez, en retirada.

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