Cultura

Alejo Schapire: “La izquierda progresista censura y actúa como una patrulla moral que ocupa el lugar de la vieja derecha conservadora”

El periodista y escritor argentino resalta en su libro “La Traición Progresista” el doble estándar del progresismo ante fenómenos como la religión, las minorías sexuales y la libertad de expresión
El periodista Alejo Schapire, un argentino que está radicado desde 1996 en París, habló con Infobae sobre el lanzamiento en España de su libro, La traición progresista, una obra que en el primer día tuvo una fuerte repercusión y escaló entre las preferencias de los lectores. En su obra, analiza la aparición de un nuevo pensamiento de izquierda que reemplazó la defensa de la clase trabajadora por el apoyo a las minorías y en esta nueva configuración despliega un doble estándar que lleva a criticar “los micromachismos del hombre blanco occidental mientras hace la vista gorda en torno a la opresión que sufren los homosexuales y las mujeres bajo la cultura del Islam”.

La traición progresista -editado en Argentina conjuntamente por Edhasa y Libros del Zorzal- describe el avance del populismo nacionalista y de extrema derecha que supo apropiarse con habilidad de una agenda que la izquierda desplazó su interés la defensa de la clase obrera a la reinvidicación de las minorías o lo que el periodista define como identity politics.

– En una entrevista aseguraste que ‘la censura es la nueva novia del progresismo’ ¿A qué te referís con esa definición?

El pecado original del progresismo con la censura puede situarse, en mi opinión, en el momento de la publicación del libro Versos Satánicos del escritor Salman Rushdie. Cuando el ayatollah Khomeini le impone una fatua y le pone un precio a su cabeza no recibe una condena. Hay un divorcio en ese momento entre una izquierda histórica emancipadora y contraria al oscurantismo religioso y otra izquierda que dice que no hay que ofender a los oprimidos de este mundo -incluso a los grupos islámicos- y dejan solo a Rushdie. Esa situación se repite con Charlie Hebdó, cuando masacran a periodistas y caricaturistas.

– ¿Qué generó ese cambio en la izquierda progresista?

La izquierda tuvo un movimiento importante, que pasa de la lucha de clases a la lucha de razas y de minorías. La izquierda o el progresismo hace que la nueva clientela electoral sea la minoría étnica y sexual y, en nombre del relativismo cultural, decide exigir la vigencia plena de los derechos humanos sólo en Occidente, mientras hace la vista gorda cuando está afectada la libertad de expresión si involucra a minorías sexuales y religiosas que se manifiestan afectadas.

A partir de ahora, lo que se ve es que esa izquierda ya no juzga por lo que hacen las personas sino por lo que son de nacimiento y eso los convierte en verdugos o víctimas, según a cuál sea la raza de pertenencia, a la orientación sexual o la religión, incluso aquellas que no respetan los derechos humanos.

– ¿Creés que se trata de un doble estándar en la izquierda?

La izquierda infantiliza a las minorías, no se puede decir nada ofensivo o que genere un debate sobre ellas y no se dan cuenta que le hacen el juego a quienes quieren suprimir el derecho de criticar y la libertad de expresión. Con la religión, por ejemplo, se aplica el criterio de islamofobia, que impide cualquier crítica.

Cualquier cosa que pueda ofender una cultura que no sea dominante -que es la de los blancos y heterosexuales- es silenciada. De esto se desprende la “cultura de cancelación”, porque se amplía el criterio de lo que es considerado tolerable o no tolerable, en tanto puedan afectar a alguna minoría. Así, cada día hay una obra o artista o manifestación cultural que cae dentro de esta pira donde tienen que quemarse. Sea una obra de Esquilo, Platón o un catálogo de dibujos animados, porque son considerados racistas. Es infantilizar al público, al que ven como incapaz de pensar en el contexto.

– Hablando de contexto y de cultura de la cancelación ¿cómo afecta eso a la vida cotidiana?

Lo que veo es un neopuritanismo, un macartismo de izquierda que establece listas negras y define quién puede o no puede trabajar. Personas que son condenadas por sus opiniones y se quedan sin trabajo. Profesores que dejen de enseñar. Esto no es un chiste, es gente que es socialmente linchada en su vida diaria. Hay casos en los que se está convirtiendo en una caza de brujas. Con métodos fascistas se tacha de fascistas, a quienes se animen a cuestionar la doxa, la opinión mayoritaria. Es un fenómeno que se da con mucha fuerza en Universidades y en los medios.

– Sería como un acto de nueva censura…

Antes, cuando uno escuchaba que se había ejercido censura, inmediatamente se pensaba en que alguien había mostrado una teta o había lanzado un insulto en público. Ahora se silencia de acuerdo a qué representante de qué colectivo dice que se sintió ofendido. Hay una inversión de todo: antes la izquierda era sinónimo de transgresión, humor, rebelión, esos eran valores de izquierda, pero ahora la izquierda se convirtió en solemne y el progresismo actúa como una patrulla moral que ocupa el lugar que ostentaba hasta hace pocos años la vieja derecha conservadora.

– ¿Qué otros rasgos tiene este nuevo progresismo que analizás en el libro?

– El texto trabaja sobre la batalla ideológica que se da entre dos izquierdas. Por un lado está la izquierda tradicional de origen marxista que tiene como sujeto al obrero en el marco de la lucha de clases y cuyo objetivo era emancipar al trabajador oprimido de la producción capitalista. Este modelo empieza a entrar en crisis con el colapso de la Unión Soviética e incluso un poco antes, cuando se descubre el Gulag, lo que fueron los sistemas policiales y represivos que habían formado parte del experimento comunista.

A partir de eso, una parte de la intelectualidad comienza a tomar distancia de esa tradición. Esto coincide con el surgimiento de las identity politics, es decir, los movimientos cívicos en Estados Unidos que plantean que no solo es una cuestión de clases: que no es lo mismo la problemática del hombre blanco que la del hombre negro, o la de mujer negra respecto del hombre negro y así toda una distinción que da lugar a reinvindicaciones sectoriales que es lo que triunfa hoy en día. Así, el viejo sujeto político que era el obrero pasa a ser la minoría étnica o sexual.

Entonces vemos transformaciones muy significativas: la izquierda que ayer luchaba contra la religión y el oscurantismo de repente se vuelve defensora del Islam radical, que es el mismo que arroja homosexuales desde los edificios y persigue a las minorías sexuales y religiosas. Se da así una confrontación entre dos izquierdas: la vieja heredera del iluminismo, antitotalitaria y racionalista, empieza a ser avasallada por esta otra izquierda que está dispuesta a pactar con los religiosos oscurantistas, las dictaduras del tercer mundo y los crímenes autoritarios en nombre del antiimperialimo.

–En los ejemplos que das para ilustrar esta conversión del progresismo se repite una modalidad: se apela a una dinámica comparativa cuando se quiere «licuar» el impacto de un suceso…

– Es lo que en inglés llamamos «But what about this» («Qué hay hay de esto») , un fenómeno que se refiere a que cualquier aberración que cometa alguien que se supone el «responsable» es disculpada porque se enmarca en una relación de opresor-oprimido mucho mayor. Cada vez que hay un atentado inmediatamente se intenta patologizar al autor diciendo que es un «loco», y cuando se ve que detrás de él hay una organización se dice enseguida que no tiene que ver con las reinvindicaciones de esa organización. Por ejemplo, aun cuando una persona ataca en nombre del Islam, parte de esta nueva izquierda se empeña en decir que no tiene nada que ver con el Islam.

Esto se ve de manera nítida con las cuestiones de género: la izquierda se concentra en criticar los micromachismos del hombre blanco occidental cuando utilizan una palabra no inclusiva mientras hacen la vista gorda en torno a la opresión que sufren los homosexuales y las mujeres bajo la cultura del Islam.

– Se habla habitualmente del rol de los conglomerados informativos para influir sobre el electorado pero en el libro relatás por el contrario cómo se dio la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos con toda la prensa en contra ¿Por qué la prensa fue tan errática a la hora de diagnosticar su triunfo?

– Cuando el trabajador pobre de Estados Unidos que perdió su trabajo por la desindustrialización ve cómo la globalización es celebrada por los grandes medios como la panacea mientras su triste realidad de excluidos pasa totalmente desapercibida, se produce una distorsión. Y ahí es cuando llega un demagogo que les habla de esos problemas y le hacen sentir que por fin ha encontrado un portavoz. Ese es uno de los efectos más perversos del progresismo en los medios: al censurar o acallar cualquier disidencia que no cuaje con su forma de ver el mundo, le dejen el camino libre a los fascistas o extremistas que no tienen nada que perder. Trump representa a esa mayoría silenciosa que no ve relejada su realidad en los medios. Los demagogos populistas utilizan un lenguaje extremadamente brutal, simple, pero que tiene la virtud de ir al grano. El progresismo, en cambio, da malas respuestas a las verdaderas preguntas que tiene la clase obrera empobrecida.

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